«Mi primer beso Tinder fue arruinado por el camión de la basura»
En Bizkaia Dmoda recogemos cada semana los testimonios de usuarios vizcaínos de una de las aplicaciones para ligar más populares
En Bizkaia Dmoda recogemos cada viernes los testimonios sobre Tinder que llegan a nuestro email bizkaiadmoda@gmail.com. Creemos que Lorena aún seguirá buscando una explicación a su cita frustrada, digna de guión de película. Iratxe, quizás, siga felizmente ilusionada y disfrutando de ese 'match' que tantas ilusiones le generó. Porque de ilusiones se vive, y sino que se lo digan a nuestro protagonista de hoy. Hace un año que Eneko y Oihana congeniaron en Tinder. Ahora, comparten aficiones, paseos y viajes y una historia que casi arruina el mismísimo camión de la basura. Te lo contamos.
Hola, me llamo Eneko y os voy a contar mi historia con Oihana. Empezó hace casi un año con el café más largo de la historia. Yo, en mitad de los 30, acababa de salir de una concatenación de relaciones no del todo positivas (seamos constructivos) y tenía pensado volcarme en cosas que había ido dejando de lado en un contexto bastante duro: amigos, familia, deporte, trabajo... pero claro, no me apetecía tomarme un semestre de barbecho, no quería perder el tiempo. Ella, cerca de los 30, es una trabajadora y una máquina con un tiempo muy limitado.
A mí me generaba una pereza insuperable volver al plan de los 20 y tener que ir a los garitos de moda a bailar la música que no me gusta, mientras bebo cosas que no me gustan, por lo que recurrí a los métodos 2.0. Aunque inicialmente, y como buen analista, quise calcular mi valor de mercado a estas alturas de la película, pero acabé acotando mucho los criterios de búsqueda en cuanto a edad, cercanía... Aparte de encontrarme con conocidas diversas, comprobé que existe un patrón mayoritario: gafas de sol, algo exótico estilo pirámides (mayas o egipcias) o templos del sudeste asiático, un poco de surf en playas remotas y una foto de Aste Nagusia, preferentemente con alguna versión de Marijaia. Pues hete aquí que un sábado noche descubrí una sonrisa cautivadora, que hechiza, y con gustos similares cuando no comunes: historia, cultura, museos, Europa… Me lancé a escribirla.
Ella es rubia, ojazos verdes y ciudadana del mundo; yo, moreno, ojos negros y vasco; una de ciudad, el otro de pueblo; uno es más soviético, la otra es más 'proyankee'. Tras un día de intercambio de mensajes nos pasamos el móvil. Pasó una semana de intercambio de mensajes, sin pasarse, de tantear el terreno, preguntando, enseñando la patita… y quedamos el sábado siguiente «a tomar un café». Puedo asegurar que fue el café más largo del mundo. Quedamos a las 11 a.m. y no nos despedimos hasta las 3 a.m., tras habernos recorrido Bizkaia de ida y vuelta, desde Bilbao hasta el faro de Lekeitio, sin parar de hablar, de reír, de mirarnos, de tomar txakolis... Y en mi caso, de quedarme hechizado hasta llegar al «momento Arriaga»: el momento que iba a ser el primer beso y fue arruinado por un desafortunado camión de la basura. Hubo que esperar hasta la plaza del Teatro - piénsalo: si estás viviendo una historia de película, ¿querrás asociar el momento del primer beso al ruido de un camión de basuras echando marcha atrás? -. Tanto que, a la mañana siguiente, quedamos en cuanto estuvo disponible y no nos separamos hasta última hora de la noche. Y desde entonces, sonrisas, confidencias, alegría, conexión, viajes varios (por Europa, ni surf en playas exóticas ni 'hiking' en el Annapurna, de momento)...y la sensación de haber conocido a la pareja definitiva. En el fondo, Tinder es solo un canal más. Depende de cómo lo usemos y de qué busquemos. Y también depende de tener un poco de suerte, claro... Si ella no se hubiera conectado cerca, si yo no hubiera estado activo justo ese día...
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