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Azkena Rock Festival 2025
Lo que dan de sí cuatro horas de Azkena: «Es el mejor festival de Europa»De Libe a Melissa Etheridge pasando por Buzzcocks o Quique González, la primera jornada ofrece un buen menú para la gran familia del rock
Ni el punk japonés Yugo Boy ni la galleguita de tres meses Zeltia saben decir 'Al Azkena se va y punto', ese lema tajante con ... el que todos los azkeneros suelen proclamar su fe, pero aquí están los dos, cada uno disfrutando del festival a su manera. Mendizabala vuelve a ser el punto donde se cruzan los caminos del rock, el destino de una peregrinación que a menudo casi parece un encuentro familiar: aquí todos comparten el inquieto gen del rock and roll, que se manifiesta de maneras muy diferentes (no hay más que repasar el cartel) pero genera un reconfortante sentimiento de hermandad. Sí, el ARF está en marcha, con EL CORREO como medio colaborador, y vuelve a obrar el prodigio de que hasta los que vienen por primera vez se sientan ya habituales.
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Ahí están Nettan G. y Erik Nilsson, los suecos que han sido los primeros en poner el pie en el recinto, cuando se han abierto las puertas a las seis de la tarde. Ellos son debutantes, pero uno les escucha hablar y casi tiene la impresión de que trabajan aquí: «Hemos estado comprobando carteles y este es el mejor festival de Europa para la música que a nosotros nos gusta. ¡Hoy mismo vamos a ver a Damned y Buzzcocks, héroes de mi juventud! Nos hemos saltado el Midsommar, que en nuestro país es una de las fiestas más importantes», se exalta Erik. «¡Y tocan Hellacopters, que son suecos!», puntualiza Nettan. Con tanto entusiasmo da gusto, uno ya se imagina a la pareja soltando el año que viene lo de 'y punto'.

Es cierto que, de todos los festivales del mundo, este es uno de los más centrados en la música. Parece una perogrullada, pero cualquiera que se haya movido un poco por otros eventos sabe que no siempre es así: aquí la gente te viene con el cartel bien estudiado y te habla de Gogoponies o C.O.F.F.I.N. con el mismo aplomo que de John Fogerty. Y hay ramas muy especiales (y muy exaltadas) dentro de la gran familia: hoy, la cuadrilla más observada del festival es la de los fans japoneses de Turbonegro. La banda noruega tiene a sus seguidores más pasionales organizados en las llamadas Turbojugend, secciones locales que lucen chupas repletas de parches y chapas. «Este festival es asombroso», sonreían los cuatro emisarios de las Turbojugend de Tokio, que tienen nombres reales como Takeshi o Noriko pero en este mundo atienden por Captain Redrum, Yugo Boy, Black Dahlia y VD Guitar Queen, casi nada. Cuando se han encontrado con tres miembros de las Turbojugend de Madrid, la cosa se ha vuelto entrañable, como si fuesen primos: «Y eso que los de Tokio son más fríos», relativizaba el presidente del capítulo madrileño, estoooo, Kaiser Børk.
Una conguita
La jornada del jueves, el Azkena Txiki, siempre es más abarcable y recoleta que las otras, pero ha tenido de todo. Le ha tocado abrir fuego a la alavesa Libe, con una música oscura en todo menos en la blancura cegadora de su atuendo: con una kufiya palestina bajo su teclado, ha alternado delicadeza y electricidad, pasajes minimalistas y explosiones de guitarras sobre las que volaba su voz. Después, los Buzzcocks han reunido a una multitud ante el escenario principal, como corresponde a su leyenda: han arrancado con 'What Do I Get', de 1978, y el público se ha puesto a hacerles los coros sin pedírselo. El líder y vocalista principal, Pete Shelley, murió hace siete años, y ahora el bueno de Steve Diggle, un hooligan vitalista y gamberrete, hace lo que puede para defender hitos como la inmortal 'Ever Fallen In Love'. Mientras tanto, el escenario majara Trashville cogía temperatura con Mambo Rambo, que versionaban a The Gun Club o 'El libro de la selva' con atuendos de cavernícolas, y no serán los últimos que toquen de esa guisa: «Vamos a repartir gorros para hacer una conguita», proponía el vocalista del dúo, mientras lanzaba lo que parecían (¿eran, no?) tangas de leopardo.

El Azkena permite hacer transiciones bruscas que parecen cambios de universo. De la tralla macarra se ha podido pasar al sonido cuidadísimo de Quique González, que regresaba al Azkena dieciocho años después. Ha empezado con 'Kamikazes enamorados' y 'Detectives' y aquello sonaba nítido, nitidísimo: se oía cada mínimo punteo, cada apunte de órgano, cada roce de las escobillas en la batería, mientras los fans (y mira que tiene fans entregados, debería organizar unas Quiquejugend) coreaban lo de «somos pistoleros de sangre caliente». Melissa Etheridge ha sorprendido a los más refractarios (ya se sabe que la palabra 'cantautora' inspira honda turbación en algunos) con un abordaje roquero sin fisuras, haciendo solos de guitarra y dándole con ganas al pedal wah-wah en 'You Must Be Crazy For Me' y 'Chrome Plated Heart'. Y quedan por delante otros míticos del punk, Damned, que generan una expectación computable por el número de camisetas suyas que se atisban por el recinto, y después los cabezas de cartel Dinosaur Jr, con su guitarra elevada a la máxima potencia y al máximo volumen, y Lee Rocker, a una hora muy adecuada para un gato callejero como él.
Y la familia sigue creciendo, claro. Cada año se congregan más niños en Mendizabala, y tiene su gracia ver a los padres cambiando pañales en una laderita mientras los Buzzcocks acometen su 'Orgasm Addict', por ejemplo. Tras una cuidadosa búsqueda, el ejemplar más joven de ser humano que hemos encontrado por aquí es Zeltia, de tres meses, acompañada por su hermana Mariña, solo un poco mayor, y (afortunadamente) también por sus padres, Miriam López y André Veloso, todos residentes en Burela (Lugo). «Antes solíamos venir. Y este año vimos el cartel, con Miriam embarazada, y dijimos: 'Vamos de todas todas'», explica André, que toca la guitarra en los Pontiaks, una banda muy apta para Trashville, por cierto. «Sobre todo queríamos ver a Hellacopters, pero tocan a eso de la una, a ver si aguantamos... Desde luego, no vendremos a las cinco de la tarde», planifica Miriam. ¿Y Zeltia? Zeltia, con sus cascos protectores, duerme dulcemente y quizá tiene sus primeros sueños roqueros. Al Azkena también se puede venir a dormir. Y punto.
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