Una violenta protesta contra Israel revienta la etapa de la Vuelta en Bilbao
Los intentos para ocupar la calzada en la Gran Vía obligan a parar la carrera a tres kilómetros de la meta y dejar la etapa sin ganador
La Vuelta se había convertido en una olla a presión que estalló en Bilbao. En un territorio tan fuertemente ligado al ciclismo y a la ... historia de la Vuelta a España la ronda vivió ayer uno de sus episodios más negros de las últimas décadas. Pinchó la carrera, con un final de etapa inédito en el peor sentido posible, y también pinchó la imagen de Bizkaia y su capital como sedes de grandes eventos, como lugar tranquilo y solvente donde organizar citas con garantías. Hasta ahora esta estrategia de atraer actos de relumbrón siempre había salido bien: en mayo con la Europa League, hace dos años con el Tour, antes con el rugby, el mundial de baloncesto... Hasta ahora.
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Las protestas por las decenas de miles de muertos en Gaza, que ya vienen siendo una presencia constante en la prueba ciclista casi desde que empezó el pasado 23 de agosto en Turín por la presencia del equipo Israel Premier Tech, alcanzaron su punto álgido ayer en la Gran Vía poco antes de que terminase la undécima etapa, justo en la meta. En la que debía ser la meta y punto de ebullición, tal y como había ocurrido otros años al paso de los ciclistas. Pero la euforia fue sustituida esta vez por las violentas protestas de unos pocos que echaron por tierra la fiesta y las ganas del resto por disfrutar de la jornada. El balance al final de la tarde no fue deportivo sino policial: hubo tres detenidos -ya han sido puestos en libertad-, cinco identificados y cuatro ertzainas heridos.
Tal era la presión de los manifestantes intentando invadir la calzada, tal la cantidad de banderas y tan caldeados estaban los ánimos cuando el pelotón pasó por primera vez por la Gran Vía que no hubo segunda. El recorrido circular se cortó en seco en cuanto se constató el intento de invasión que las fuerzas de seguridad y algunos miembros de la organización sofocaron como pudieron. Hubo escenas dantescas, más propias de otros tiempos en Euskadi, así que se optó por cambiar el plan.
La carrera se dio por concluida tres kilómetros antes del final y sin ganador. Pidcock y Vingegaard avanzaban con diez segundos de diferencia sobre el resto de favoritos tras romper la carrera en Pike cuando fueron neutralizados por la organización en La Salve. Los tiempos dejaron de cronometrarse en ese punto, aunque Pidcock quiso llegar simbólicamente hasta la meta. Lo hizo con varias hileras de ertzainas a los lados. «Ponernos en peligro no ayudará a su causa, pero no quiero decir nada político porque me meteré en problemas», dijo al bajarse de la bici.
Ya desde primera hora de la mañana se palpaba que el ambiente estaba tenso. El propio alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, dijo pocas horas antes de la salida de la prueba que las protestas en defensa del pueblo palestino eran «absolutamente comprensibles dada la situación de auténtica atrocidad que se está viviendo en Gaza por ese genocidio que está causando el estado de Israel». Sin embargo, en lo que ahora parece un vaticinio, llamó a que esa protesta fuese «pacífica», porque cualquier acto «incívico» supondría dar «una mala imagen de Bilbao».
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Fuerte presencia policial
Durante todo el día las banderas palestinas ondearon por las carreteras de Bizkaia y las calles de Bilbao en contra del equipo patrocinado por el Gobierno israelí, que ya antes de la salida, en la explanada de San Mamés, estuvo custodiado en todo momento por la Ertzaintza. Era esta una presencia poco apreciada por buena parte del pelotón. De hecho, varios ciclistas apostaban por invitar al equipo hebreo a abandonar la carrera para evitar males mayores. Preocupaba la seguridad. En la jornada anterior, Simone Petilli sufrió una caída por una protesta en Navarra y todo hacía prever que en Bilbao no iba a estar el ambiente más tranquilo.
Aunque el resto de equipos y los propios ciclistas preferirían correr sin más presión que la deportiva, no es fácil mostrarle la puerta a Israel. No es un equipo invitado, como sí lo son por ejemplo el Caja Rural o el Burgos, sino que se trata de una escuadra World Tour, la élite, que puede participar en las grandes vueltas con todas las de la ley. Con eso presente la Unión Ciclista Internacional emitió ayer un comunicado en el que reivindicó la «neutralidad política» y rechazó aplicar «herramientas de castigo». Eso sí, reclamó que el pelotón pueda circular «en condiciones óptimas de seguridad». Eso no impidió que, tras lo ocurrido ayer, Kiko García, director técnico de la Vuelta, sí que deseara «que el propio equipo de Israel se dé cuenta de que estando aquí no facilita la seguridad de todos los demás».
Porque hay que tener en cuenta que quedan diez etapas por delante. Y este tipo de acontecimientos pueden tener un efecto contagio, multiplicador, hay riesgo de imitación. Más aún en un asunto tan sangrante como el genocidio de Gaza, al que una gran mayoría de la población vasca, española y occidental es altamente sensible y no entiende cómo no se extiende a Israel el veto que viene sufriendo Rusia desde la invasión de Ucrania. «¡Boicot Israel, Palestina Askatu!» fue un lema constante durante toda la prueba.
El primer incidente destacable llegó casi en la salida, en el alto de Enekuri, poco antes de las dos menos cuarto. Un grupo de personas ocupó la calzada con una pancarta donde se podía leer 'Destroy Israel' y con banderas palestinas. El parón se prolongó durante unos cinco minutos y obligó a varios altos cargos de la Vuelta a bajarse de los coches y charlar con los manifestantes. Luego hubo problemas en Morga, donde varios desconocidos cruzaron fardos de paja en la calzada que tuvo que retirar la Brigada Móvil de la Ertzaintza antes de que pasase el pelotón. En alto de El Vivero también se cruzó una pancarta que tuvieron que esquivar algunos ciclistas.
Música fuera
Pero con gran diferencia el acontecimiento culminante en términos de tensión fue en la Gran Vía. Ya en el primer paso del pelotón por meta se vivieron momentos de riesgo con la multitud tratando de tumbar las vallas metálicas mientras policías y personal de la organización intentaban de mantenerlas en su sitio en un enfrentamiento bastante desigual. Con los ciclistas pasando a altas velocidades por el lugar, cualquier problema podría terminar en tragedia.
Ahí hubo que tomar una decisión. En meta los aficionados al ciclismo eran minoría y los manifestantes habían asumido todo el protagonismo. Pero, sobre todo, el estado de tensión en el que se había entrado desaconsejaba, a juicio de la organización, terminar allí la etapa por motivos de seguridad. Y tampoco parecía buena idea desarrollar la ceremonia habitual que con seguridad quedaría opacada por las consignas. Así que a tres kilómetros de meta se quitó la música y se dio por terminada la carrera sin ganador, sin entrega de flores ni maillots y sin nada.
Este final sin final fue una decepción grande para todos los aficionados al ciclismo que se había acercado a Bilbao. Muchos de ellos eran al mismo tiempo muy sensibles a las masacres que Israel está perpetrando en Gaza. Por eso se vivieron momentos de tensión también entre aficionados y manifestantes, unos persuadidos de que deporte y política deben discurrir por caminos paralelos, y otros convencidos de que cualquier protesta es poca para alzar la voz contra las decenas de miles de muertes que está padeciendo el pueblo palestino.
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