La misión imposible del equipo Caja Rural
EL CORREO vive con el conjunto navarro la jornada con salida y meta en Bilbao y su intento de ganar una etapa sin vencedor
En la megafonía de la salida de la Vuelta, instalada en la explanada del estadio de San Mamés, suena música de verano. A juego con ... el termómetro, que supera los 30 grados. Viento sur. Revoltoso; como iba a ser una tarde marcada por las concentraciones contra la invasión israelí de Gaza.
En el ritual previo a una carrera ciclista hay un rato reservado a la reunión entre ciclistas y directores. Las cortinas velan los cristales del autobús del Caja Rural. Secreto. Dentro no hay música. Y de haberla, la más apropiada sería la banda sonora de 'Misión imposible'. O casi imposible: ganar la etapa.
Es un equipo de cantera, modesto, que pelea con los buques insignia de la élite mundial. «Vencer es muy complicado, pero hay que motivarles, convencerles de que tenemos nuestras bazas», comenta Rubén Martínez, director del conjunto de origen navarro. A sus ocho corredores les alimenta la pequeña opción de esa 'casi' misión imposible. Luego, debido a los incidentes de manifestantes propalestinos que impidieron al pelotón alcanzar la meta, no hubo ningún ganador. Y, claro, vencer en un día así es imposible. Sin 'casi'. Pero en la salida todo eran esperanzas.
Cada integrante de la escuadra recibe en su teléfono móvil la pauta del día. El martes durmieron en Pamplona, en el hotel BED4U, que es patrocinador del equipo. El programa está fijado. Tras el sueño, a las 9.00 horas toca desayunar y, de paso, bajar las maletas para meterlas en el autobús. En esta ocasión, la primera comida del día es cuatro horas y pico antes del inicio de la etapa. Mucho tiempo. Pero no hay más remedio: quedan un par de horas de bus hasta Bilbao. A las 9.55 arranca la expedición.
El viaje es un momento de tregua. Asier Amézqueta, navarro y exciclista, es ahora auxiliar en la escuadra. Que no les falte de nada a los corredores. «Hay dos coches en carrera y otros tres que se encargan del avituallamiento en la ruta. Cada vehículo lleva una nevera con entre 50 y 60 bidones de agua y alimento», recuenta. Hay, además, otra nevera llena de «medias con media docena de cubitos de hielo» que los deportistas se colocan en el cogote para bajar la temperatura corporal. «Hoy van a hacer falta», augura Amézqueta.
En una furgoneta viaja el avituallamiento. Cada bolsa contiene «cinco geles con diferentes cantidades de carbohidratos y dos gominolas. Dos botellines de agua, una 'Coca Cola' pequeña cuando el día es muy caluroso y una media con hielos». Asier se levanta dos horas y media antes de que el autobús salga del hotel para tenerlo todo listo. Si tras la meta hay un traslado largo como el de Belagua a Pamplona del día anterior, no se sienta a cenar hasta las 22.30 horas. Todo el día en danza. «Esto te tiene que gustar. Es pasión. Hace mucho el buen rollo que hay entre nosotros», dice.
Bicicletas relucientes
Mientras en el autobús continúa la reunión tras las cortinas, Patxi Mundiñano, que es mecánico, termina la puesta a punto de las bicicletas. A los neumáticos les pone la presión adecuada. Cada ciclista dispone de tres bicis para las etapas y de un par de 'cabras' para las jornadas contra el cronómetro. «Las limpiamos y revisamos por las tardes. Y cambianos algunas cosas, como los desarrollos, en función del siguiente recorrido», señala. Enfiladas junto al bus, las bicis de la marca MMR relucen. «Me encanta este verde». Por las noches tienen cuidado con los robos. El Visma sufrió uno en el inicio de la Vuelta en Italia. «Solemos colocar un coche pegado a la puerta del camión que lleva el material. Estamos atentos», dice.
Alguien descorre las cortinas. La reunión ha finalizado. Bajan los ciclistas y se dirigen al control de firmas. Uno de los directores, Rubén Martínez, desvela el contenido de la charla: «Es una etapa complicada, con mucho desnivel. La tenemos muy marcada. Conocemos bien estas carreteras. Nuestro objetivo es estar en la fuga buena. Muchos lo intentarán, así que la salida será muy rápida. Y luego, pues a esperar que la escapada llegue». El plan se cumplió en parte. Joel Nicolau logró meterse en un grupo delantero. Pero el pelotón no le dio la cuerda suficiente. A la táctica se une la motivación. «Es lo más importante, que ellos se sientan capaces física y mentalmente de lograr los objetivos. Los ciclistas con más experiencia saben seleccionar mejor las fugas y la rueda a seguir», explica Rubén Martínez. Hay que ahorrar balas. Desde el coche, el técnico recopila datos sobre los rivales de la escapada, informa a su ciclista y le transmite confianza. «Luego, al final, todo depende de las piernas», agrega. En este deporte rige la ley del más fuerte.
Barceló y Nicolau
Uno de sus corredores es Fernando Barceló, aragonés con novia de Durango. «Conozco de maravilla el recorrido de hoy, del primer al último kilómetro. Eso es un plus». Le gusta la etapa. Le va. «Aunque sigo con molestias en una costilla por un golpe», duda. Es un dorsal que ya acumula unas cuantas batallas. Sabe. «Seguro que se moverá gente como Vine, Castrillo o Pedersen». Acierta. Pedersen fue protagonista del inicio de la jornada. Barceló no pudo. Pero sí su compañero Nicolau, que el día anterior se había caído. «Durmió mejor de lo previsto y mira... en fuga».
Aunque no era día para los ciclistas modestos. La etapa de Bilbao reclamó a los mejores en el Vivero y Pike Bidea. Entre ellos estuvo otro corredor del Caja Rural, el alicantino Jaume Guardeño. «He sabido sufrir en el segundo paso por el Vivero para aguantar en el grupo principal», relata en tono de lamento tras la suspensión de la etapa por los incidentes de manifestantes propalestinos. «Es un poco desilusionante después de todo el trabajo que hemos hecho. Después de haber podido estar en el primer grupo, que te digan que se suspende da rabia», dice ya duchado. No se puede ganar una etapa que nunca tendrá vencedor. Totalmente imposible.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión