«Lo mejor es que Yeray pidió perdón, aceptó su castigo y no cayó en el victimismo»
El central de Barakaldo vuelve a sentir por segunda vez, como en 2017, el apoyo cerrado de sus compañeros y del club en un momento muy difícil
Cuatro meses después de su última comparecencia ante los medios de comunicación en vísperas del partido de vuelta de la semifinal de la Europa League ... en Old Trafford, Yeray Álvarez volvió a hablar este miércoles en público. La convocatoria en el salón Imperial del hotel Carlton, anunciada a última hora de la tarde del martes, había generado mucha expectación, tanto por el interés del testimonio del jugador como por conocer la reacción del club. Al fin y al cabo, la cita que no podía tener un carácter oficial. Ya se sabe que los sancionados por dopaje son poco menos que unos apestados con quienes las autoridades del fútbol obligan a mantener una distancia de seguridad. Es más, hasta que la UEFA o la FIFA no resuelven un caso de presunto dopaje al investigado sólo falta que le obliguen a llevar una campanilla como los leprosos para advertir de su presencia tóxica.
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Visto lo ocurrido en el Carlton, mi primera sensación fue que ambas partes, el futbolista y el Athletic, hicieron lo que se esperaba de ellos. Vamos, que cumplieron los pronósticos. Yeray lo hizo protagonizando un acto de contrición que pareció sincero por mucho que se le notara que lo llevaba muy bien preparado. Y el club, mostrándole un respaldo total con la presencia en el acto de un buen número de directivos, del director general Jon Berasategi, el cuerpo técnico al completo con Ernesto Valverde a la cabeza, el jefe de los servicios médicos Josean Lekue y toda la plantilla. Faltaron el presidente Jon Uriarte por motivos laborales y el Chopo porque se encontraba en Donostia tras asistir a la apertura del curso de la UPV, pero la movilización del Athletic se puede decir que fue general, a toque de corneta; la que el club deseaba para mandar un irrevocable mensaje de unidad y apoyo al jugador.
Vinculado a este respaldo total, mi segunda sensación es que Yeray, al que acompañó también, desde la tercera fila de asientos, su representante Félix Tainta, tuvo que sentir una emoción muy similar a la que el 7 de julio de 2017 le produjo la sorpresa que le dieron sus compañeros rapándose todos el pelo al cero cuando él estaba recibiendo el tratamiento de quimioterapia. «Lo de esta familia es una cosa de locos», escribió aquel día en su cuenta de Instagram. Seguro que esta vez también sintió la necesidad interior de escribir algo parecido a modo de agradecimiento.
Acompañado en la mesa por Ibon Landa, el director de comunicación del Athletic, lo cual no dejó de ser un guiño cómplice del club a su futbolista castigado, el central de Barakaldo tuvo a mi juicio un acierto fundamental durante su exposición: no caer en ningún tipo de victimismo. Es cierto que tampoco podía irse fácilmente por derroteros exculpatorios ya que su error había sido flagrante. En realidad, como para pegarse de cabezazos contra la pared, una posibilidad que supongo estuvieron cerca de valorar Josean Lekue y Ernesto Valverde cuando supieron la causa del positivo, validada ahora por la UEFA. Ni más ni menos que tomar por su cuenta y riesgo, con una irresponsabilidad infantil, una de las pastillas contra la caída del cabello que toma su pareja cuando a él se le acabaron las suyas, que por supuesto eran distintas.
Esto, que no se le ocurre ni al que asó la manteca, obligaba a una petición solemne de perdón y a expiar la culpa. Y el defensa rojiblanco hizo ambas cosas sin rechistar. Pidió disculpas a sus compañeros, al club y a toda la afición por los perjuicios que les ha causado. Por otro lado, anunció que no va a cobrar nada durante el tiempo que dure su sanción y que ésta le parece justa. «Las normas están para cumplirlas y, cuando no lo has hecho, tienes que aceptar la sanción», declaró.
La comparecencia de Yeray fue breve, de apenas veinte minutos, y terminó con una salva de aplausos que alcanzó incluso a los bancos más sentimentales de la prensa. Al final, el jugador pareció satisfecho y liberado. Lógico. La rueda de prensa era un mal trago, pero mucho peor habían sido las semanas de silencio e incertidumbre sabiendo que su carrera estaba en peligro. Los diez meses, además, estaban «dentro de los parámetros» que él manejaba como un mal menor. El caso es que ya puede mirar el futuro con ilusión: el club le ha preparado un plan de entrenamiento hasta el 2 de febrero, cuando ya podrá volver a trabajar con sus compañeros, y sabe que Valverde podrá contar con él para las últimas ocho jornadas de Liga y las finales a las que puede llegar el Athletic. Iñaki Williams, de hecho, ya le mandó el lunes un mensaje diciéndole que esta temporada la Copa iba a levantarla él. Y con esa perspectiva yo imagino que uno tiene que dormir muy bien y levantarse de la cama como un rayo, feliz y dispuesto a comerse el mundo. A mí y a unos cuantos que yo me sé estoy seguro de que nos sucedería.
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