Así es el tratamiento con frío para evitar la caída del cabello en los tratamientos contra el cáncer
Dos pacientes oncológicas cuentan su experiencia con una terapia tan novedosa que casi es desconocida: «Lo volvería a hacer»
Es agosto, pero Nerea se ha puesto un jerseicito de lana gris sobre la camiseta y unos botines. Llueve, pero la temperatura no invita todavía ... a abrigarse. Sin embargo, ella sabe que va a pasar fresco. Tiene cáncer, «un tumor de mama», y hoy le toca sesión de quimioterapia. El frío no se lo va a dar la perfusión, sino el gorro que las enfermeras le colocan con cuidado media hora antes de empezar. Es una de los todavía pocos pacientes oncológicos que. al mismo tiempo que reciben el tratamiento, usan este dispositivo que favorece el mantenimiento y la regeneración del cabello.
«Yo siempre he tenido pelazo. Para mí era mi seña de identidad», reconoce. Así que pasar por el trance de verse sin él es algo que no quiere afrontar, si puede evitarlo. No es solo cuestión de coquetería, también lo es «de privacidad», admite esta vizcaína de 52 años. Es sencillo de entender. El cáncer es una de esas enfermedades que no se puede ocultar porque tiene un fuerte impacto en la imagen corporal. La mayoría de las veces, el enfermo pierde el pelo y todo el mundo se da cuenta de lo que tiene, da igual si se pone una peluca, un pañuelo o decide ir descubierto. Sin embargo, si uno tiene, por ejemplo, una úlcera, nadie sabe lo que le pasa. Así que con esto en mente, Nerea tuvo claro desde el principio que el gorro de frío iba a ser su mejor compañero en las sesiones de 'quimio'.
Lleva dos meses y se deshace en elogios al personal que la atiende en el Instituto Oncológico de la Clínica IMQ Zorrotzaurre. Tanto a las enfermeras, que tienen una sensibilidad especial, como a su oncólogo. Para ella es Ricardo, para el resto es el doctor Fernández. Fue gracias a él que se decidió a someterse a esta terapia complementaria tan novedosa que es prácticamente desconocida. De momento la han usado diez pacientes y hay tres en tratamiento activo. «No todos pueden hacerlo», explica el médico.
– ¿De qué depende?
– Del tipo de quimioterapia que reciban. Los linfomas y las leucemias están excluidos porque es imprescindible que el tratamiento llegue también a los folículos pilosos, por ejemplo, para que el resultado sea favorable.
Lo que hace el gorro que tiene Nerea en la cabeza es enfriar el cuero cabelludo a unos 19 grados. Se lo colocan media hora antes de la 'quimio', lo tiene durante las horas que recibe la perfusión, y luego otra hora y media más cuando ya se la quitan. «Con el frío en el cuero cabelludo se produce vasoconstricción, los vasos sanguíneos de esta zona se estrechan un poquito para defenderse, y eso hace que la cantidad de quimioterapia que llega a esa zona sea más pequeña», explica Fernández con sencillez. Al entrar menos tratamiento, el daño en el folículo es menor y, por tanto, se produce una menor caída del pelo y una recuperación más rápida del mismo.
Crecimiento más rápido
De esto último da buena fe Catherine, que llega a la sala de 'quimio' luciendo unos rizos exuberantes. Hace menos de un año que acabó sus tratamientos contra el cáncer de endometrio que le diagnosticaron en febrero de 2023. Las enfermeras la reciben con toda suerte de piropos y de sonrisas. Y el buen rollo se contagia. De repente, confiesa que no tocó la campana al acabar el tratamiento y recibir el alta. Hace once meses de aquello. «Pues lo vas a hacer ahora mismo», la contestan. Y se la llevan para que lo haga. «Nos la regaló otra paciente cuando se despidió de nosotras». Es el símbolo que pone fin a la travesía.
Bajo el brazo trae una carpeta con las imágenes de cómo fue su proceso con el gorro. «Yo perdí mucho pelo, es verdad, pero también tenía muy pocas posibilidades de conservarlo», señala. Antes de someter a un enfermo a la terapia de frío, se le hace un test para saber las probabilidades de que «conserve al menos la mitad de su cabello». En su caso era solo del 34%. En las fotos que enseña con orgullo se ve que efectivamente la máquina no mintió. «Pero no me quedé calva en ningún momento», precisa.
Lo que más impresiona es que al mes de darse la última sesión de 'quimio' ya le había salido más pelo del que había perdido. Catherine es francesa, aunque afincada aquí desde hace muchos años. «Allí la Sanidad, que es pública, te pone el gorro sí o sí, no es opcional», acota. Ella llevó el tratamiento a escondidas de su madre para no asustarla. Cuando fue a verla, ni se dio cuenta de lo que había pasado hasta que se lo contó.
Este, el de proteger a los seres queridos del impacto visual, es otra de las grandes razones que tienen los pacientes que aceptan la terapia de frío.
– Si tuviera que volver a 'quimio', ¿se pondría otra vez el gorro?
– Sin duda. A los cuatro meses de acabar ya pude ir a ver a mi madre. Sin el gorro, hubiera tenido que esperar más.
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