Paolo Galbiati dejó unas declaraciones que merecen reflexión tras la derrota en el Palau ante el Barcelona. Después de una segunda parte en la que ... su equipo perdió pie ante un rival aupado sobre un ritmo anotador desbordante, el técnico baskonista optó por un discurso de paños calientes, de tono comprensivo hacia sus jugadores. Fueron palabras casi terapéuticas para un grupo de baloncestistas que llevaban nueve días fuera de casa y que culminaba una gira de cuatro partidos a domicilio resuelta con otras tantas derrotas. «Estoy contento porque hemos competido», afirmó.
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Así, a bote pronto, suena a conformismo, a asunción sin rechistar de un resultado hasta cierto punto lógico y acorde a la diferencia de potencial que separa a ambos equipos. Pero en una lectura un poco más pausada a uno le da por sopesar la posibilidad de que Galbiati deseara tener la fiesta en paz con sus jugadores ante la perspectiva de una semana en la que conviene no fallar en casa ante el Bayern y el Bilbao Basket. Juntas las filas, una reflexión sosegada en el vestuario y a proseguir con el trabajo de entrenamientos, que falta hace. El análisis de la segunda parte de los baskonistas en el Palau da como para que el italiano se cogiera algún que otro berrinche.
Más de una desatención defensiva a la hora de intentar contener un puñado de triples, ramalazos de egoísmo de alguno de sus jugadores para recuperar terreno en el marcador... Despistes y decisiones dañinas que se pagan caras cuando delante está todo un Barcelona. Eso sí, en el cómputo global de la reciente gira, la derrota en el Palau se encaja con un mayor grado de comprensión que, por ejemplo, la de Lleida o la sufrida en Belgrado ante un Maccabi muy abordable.
Tanta conformidad por parte del técnico azulgrana chirría un tanto al aficionado baskonista más veterano, que quizás recuerde el gesto adusto de Herb Brown, la filosofía del horario Michelin de Manel Comas o los dardos en plan 'o cambiamos de actitud o cambiamos de jugadores' de Dusko Ivanovic en su primera etapa en Vitoria. Eran otros tiempos. En el baloncesto actual ya no proliferan los látigos ni los dardos verbales con carga de profundidad. El manual de estilo imperante es otro, el mismo que intenta combinar la exigencia con un manejo más 'fino' de las personalidades, manías y virtudes de los jugadores.
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También aseguró Galbiati tras caer ante el Barcelona que «la juventud nos ha fallado», una justificación que sorprende a la hora de contemplar los nombres de los componentes de la plantilla azulgrana. Si hablamos de edad deportiva, joven se puede considerar a Stefan Joksimovic, que el pasado domingo cumplía 17 años. A partir de ahí, baloncestistas como Tadas Sedekerskis, Markus Howard, Timmothé Luwawu-Cabarrot, Rodions Kurucs o Matteo Spagnolo acumulan una experiencia más o menos extensa. Puede que en este tramo de su alocución las barreras idiomáticas hicieran que Galbiati pusiera el acento en la juventud de su plantilla cuando, en realidad, lo que quería destacar es su inmadurez.
Cuesta comulgar con la definición de plantilla joven e inexperta, aunque exista un subgrupo de jugadores con o nulo recorrido en Europa como Diallo, Diakite, Nowell o Simmons. Lo que sí parece claro es que este Baskonia está todavía muy 'verde' después de 18 partidos disputados. Hasta cierto punto, puede tener su lógica que aún cueste hincarle el diente a un equipo que ha experimentado semejante reestructuración en el pasado, desde los hombres en cancha hasta el cuerpo técnico. Pero también es cierto que los resultados adversos lastran a un equipo azulgrana que deja pistas, aporta indicios, muestra destellos y ya suma más de una noche épica en el Buesa, pero que sigue sin completar un dibujo reconocible. No hay plantilla que funcione como un reloj en noviembre, pero siempre se recomienda disponer de un sedimento mínimo de baloncesto que ayude a sacar adelante los partidos. Si el Baskonia lo tiene, cuesta encontrarlo.
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