Los rojiblancos que viven en Praga: «El Athletic da visibilidad a los vascos»
Xabier Aboitiz, de Mendexa, y Pablo Venteo, de Jaén, llevan a gala su pasión rojiblanca en la capital checa
La capital de la República Checa amaneció ayer tiritando. Menos nueve grados a las siete de la mañana. En medio de este paisaje invernal ... laten los corazones del Athletic. Xabier Aboitiz y Pablo Venteo son dos amigos que, entre otras muchas cosas, están unidos por su sentimiento rojiblanco.
Aboitiz tiene 31 años, es de Mendexa (Bizkaia), una pequeña localidad al lado de Lekeitio, y lleva cinco en Praga, donde trabaja en venta técnica de software. Estudió en la Universidad de Mondragón y vive en la capital checa con su pareja, de Durango. Y aunque el Athletic juega más cerca que nunca, no podrá entrar en el estadio.
«No hemos conseguido entradas. El padre de mi novia es socio. Se apuntó, pero no le tocaron», lamenta. Hay alternativa. «Aquí vemos los partidos del Athletic en un bar. Un amigo mío de Bilbao, Unai, es muy forofo y tiene relación de un hostelero checo que nos pone todos los encuentros. Nos juntamos seis o siete rojiblancos, pero se unen checos y llegamos a ser veinte». Entre goles y cervezas han ido creando una pequeña comunidad.
A falta de entradas, el consuelo será vivir el ambiente. «Tenemos amigos que vienen de Durango por parte de mi novia. Mis colegas de Lekeitio no han conseguido entrada, pero ya estábamos consiguiendo colchones infalibles para hacer una casa patera», ríe.
No tiene entradas y va a recibir menos visitas de las esperadas, pero Aboitiz está feliz. La presencia del Athletic en Praga tiene un alto valor añadido para él. «Nos da visibilidad. A veces decimos que somos vascos y no saben muy bien qué es. Pero dices Athletic y dicen 'Ah, sí, los que fichan solo jugadores de allí'. Y eso ayuda mucho. Te da identidad».
Venteo aparece en la cita con una reliquia, una camiseta verde con cerca de quince años. «Se le ha caído la publicidad de tanto lavarla», se excusa. «Me la he puesto esta mañana, me ha visto un aficionado del Slavia, que iba vestido con la de su equipo, y me ha pedido que nos hagamos una foto».
Venteo es de Jaén y tiene 34 años, diez de ellos en Praga. Es guía turístico y profesor en el Instituto Cervantes. Está muy integrado. Habla checo y es un gran aficionado al Kometa Brno de hockey hielo, al que va animar cuando se acerca a la capital.
«Empecé a trabajar como guía en mi ciudad y vine aquí por recomendación. Los dos tercios de mi tiempo son de guía y el resto de profesor», explica. Y hoy, horas antes del partido, hará de guía para hinchas rojiblancos que quieren conocer la ciudad antes de dejarse la voz en las gradas del Slavia.
No tiene familia vasca ni antecedentes entre los suyos de rojiblancos. Su pasión por el Athletic nació de una de esas ingenuas creencias infantiles. «En Jaén casi todos son del Madrid o del Barça. Yo de chico tenía simpatía por el Barcelona. Pero de niño creía que en los equipos sólo jugaban los de su tierra: le decía a mi madre, por ejemplo, que en el Valladolid los jugadores eran de Valladolid. Esa era mi asociación de ideas».
Creció y descubrió que el fútbol tal y como lo imaginaba sólo se jugaba en un club. «Al crecer me doy cuenta de que el único que es así es el Athletic y me digo: 'Si esto es lo que yo de pequeño decía'. Y me hice del Athletic. Yo suelo decir que por romanticismo: por el hecho de decir 'Aquí está el fútbol de verdad', por la representación de una tierra que dice 'Estos son los míos'».
Este guía ha visto un par de partidos del Athletic, en los campos del Madrid y Betis, y ha visitado los dos San Mamés, aunque se ha conformado con la ruta del Museo sin ver ningún partido.
«Este es muy del Athletic», enfatiza su amigo Aboitiz. A Venteo se le ilumina la cara cuando habla del Athletic como sucede tantas veces con esos hinchas que tienen el club muy lejano, pero que siguen con mucha pasión.
De hecho, cuando se le pide un recuerdo del club rojiblanco habla de uno que vivió en la soledad de su casa en Jaén. «No me olvido del partido de despedida del viejo San Mamés. Recuerdo seguirlo en Jaén por una radio que conectaba de vez en cuando con el encuentro y llorar como un niñato cuando la retransmisión se cerró con un 'hasta aquí los últimos minutos de fútbol en el viejo San Mames'. Recuerdo echarme la tarde llorando como un niño. A
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