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En el Bernabéu suelen ocurrir estas cosas, sobre todo cuando te pasas el partido encerrado en el área convertido en un frontón en el que ... rebotan una y otra vez los remates del rival. El Athletic estuvo a punto de culminar la bilbainada de birlar un punto en el coliseo blanco con una alineación insólita, pero acabó doblando la rodilla en el tiempo de prolongación. El empate hubiera hecho justicia al enorme trabajo defensivo de los rojiblancos; la victoria del Madrid fue el premio a su asedio a lo largo de todo el segundo tiempo.
Cuando se anunciaron las alineaciones más de uno pensó que Valverde se había pasado de frenada con la rotación. Está bien regular las fuerzas teniendo en cuenta que el equipo venía de una batalla europea el pasado jueves y que el miércoles tiene que sumar tres puntos vitales en San Mamés ante Las Palmas, pero salir al Bernabéu con un titular y medio suena temerario como poco.
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Con Simón en la portería y Berenguer en la media punta, el técnico armó una de esas alineaciones que ves en una primera ronda de Copa, pongamos que para jugar en el campo del Sanluqueño. Y, lo que son la cosas, Unai Simón se fue al descanso sin más trabajo que recoger las cesiones de sus compañeros o atrapar balones sencillos en los saques de esquina.
Los suplentes se atrincheraron con mucho orden y maniataron a un Real Madrid que está seco, obligado a fiarlo todo a una genialidad de alguna de sus muchas estrellas. Vinicius, por ejemplo, el único que inquietó a la zaga rojiblanca durante todo el primer tiempo y buena parte del segundo, y eso que Gorosabel le sometió a una vigilancia estrecha e inteligente, obligándole a repetir una y otra vez el mismo autopase que moría casi siempre en la línea de fondo.
Quedó la impresión de que, después de veinte años de fracasos en este escenario, la de este domingo era una buena oportunidad para intentar el asalto a un Real Madrid que mostró todas sus debilidades durante los primeros tediosos cuarenta y cinco minutos. Pero para eso hay que buscar la suerte con un equipo capaz de defender tan bien como lo hizo el Athletic, pero con más recursos para buscar la portería contraria.
A estas alturas de la temporada esto empieza a ser una cuestión de prioridades y está claro que Valverde no consideró oportuno gastar las energías que ya empiezan a escasear para buscar fortuna en un campo tan complicado como el Bernabéu y ante un rival herido que todavía tiene oportunidades para aminorar los efectos de su fracaso europeo. El técnico rojiblanco prefiere arriesgar en apuestas que dan más premio y, sobre todo, están más al alcance de sus posibilidades.
Nada que objetar en ese sentido, pese a la desilusión que supone caer en el tiempo añadido después de protagonizar un ejercicio de supervivencia digno de mejor causa. A medida que todos los rebotes iban favoreciendo a los rojiblancos y que hasta el árbitro, VAR mediante, anuló un gol a los blancos porque la puntera de la bota de Endrick estaba en fuera de juego, creció la ilusión de que el Athletic podría acabar produciéndose el milagro. Que al Madrid le anularan un gol en el 82 en una jugada de interpretación parecía la señal definitiva de que todos los astros del firmamento se estaban alineando con el Athletic.
Pero ya sabemos que los milagros son bastante improbables. Lo que empezó siendo una defensa bien organizada fue derivando en el segundo tiempo en una simple acumulación de personal dentro del área, una muchedumbre de defensores y atacantes donde se estrellaban o rebotaban los intentos de remate o de penetración de los blancos. El Athletic creyó primero en la ciencia, en la física en concreto, que establece la impenetrabilidad de los cuerpos y terminó encomendándose a la fe, confiando en que acabaría produciéndose el prodigio de que aquel asedio acabara sin un solo gol.
El Madrid no está para muchos trotes, pero puede seguir confiando en el acierto de alguna de sus muchas estrellas. Lo intentaron Vinicius, Rodrygo y Bellingham, pero a la tercera a Valverde le salió el latigazo definitivo que puso el balón en la escuadra de un Simón que llevaba un rato largo trabajando a destajo.
En estos tiempos de calculadora y especulación, si los puntos del próximo miércoles se quedan en casa, los efectos de la quinta derrota de la temporada serán menos trascendentales. Habrá que confiar en los cálculos de Valverde que son los que, en definitiva, nos han traído hasta aquí.
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