Venda, hipoteca y mano escondida
Uriarte sostiene ahora que todos nos equivocamos al valorar sus declaraciones sobre la ampliación del campo en un discurso plagado de contradicciones
Jon Uriarte se ha metido él solo en un jardín de plantas espinosas con su sorprendente discurso sobre una eventual ampliación del aforo de ... San Mamés. No quiero ni pensar en la posibilidad de que lo que dijo el presidente del Athletic antes del partido de Champions ante el Arsenal sobre una fuerte inversión para aumentar el número de asientos en el estadio sea una ocurrencia porque entonces entraríamos en un terreno pantanoso e incluso surrealista. No dio para nada esa sensación. Todo lo contrario. Le pusieron el balón botando con los 7.000 aficionados en lista de espera que quieren ser socios y lo remató donde quiso y en el momento que quiso. Su «no sigo porque no quiero dar titulares», asumiendo que ya los había dado, fue aún más evidente que todas sus palabras previas sobre un asunto que ha despertado una enorme expectación en la familia rojiblanca.
O resbaló, o se vino arriba o soltó la reflexión para ver cómo caía en la masa social y valorarlo. Intentar convencernos de que todos le entendimos mal recuerda al chiste del conductor que va en dirección contraria y al escuchar la advertencia de su peligrosidad en la radio del coche proclama: «¡uno no, miles!» y pisa aún más el acelerador. Tirar la piedra y esconder la mano en un tema tan sensible tiene sus riesgos porque aunque ahora Uriarte trate de persuadirnos de que sólo hablaba de una decena de asientos y de que destinar millones a la ampliación nunca se ha meditado, el debate está encima de la mesa. Que se lo pregunten si no a algunos de los 7.000 aspirantes que a buen seguro estaban más que esperanzados. Vaya chasco. «Pido disculpas si no me expresé bien», afirmó este jueves. El problema es que se expresó perfectamente.
No fue la mejor intervención de Uriarte en su último año de mandato mientras se prepara para el segundo. Más allá de la meticulosidad en la explicación de la 'operación Laporte' y de las enormes dificultades para cerrarla, su discurso estuvo plagado de contradicciones. Habló de un club muy ambicioso y acto seguido se puso la venda con el argumento de que cuesta mejorar cuando ya has mejorado mucho. Dio más valor al aspecto económico de la Champions que al deportivo y dijo que hay que afrontar el torneo europeo con ilusión pero sin que eso suponga hipotecar el resto de competiciones. Rogó a los athleticzales que apoyen al equipo femenino tanto en San Mamés como en Lezama ante el paulatino descenso de espectadores en ambos escenarios pero no ve mal que la Supercopa se dispute en Estados Unidos, cuando las probabilidades de viajar serían remotas. Y aseguró que las relaciones con el Barcelona son frías y cordiales. O son frías o cordiales. Lo uno excluye lo otro.
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