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Aún escucho el 'cuerno' de Villosa. Así llamábamos en Llodio a la sirena que marcaba el devenir de los miles de trabajadores de las fábricas que, en mi infancia y adolescencia, convirtieron el municipio en un lugar próspero. Hace ya mucho que los 'cuernos' han ... enmudecido para anunciar el cambio de relevo porque no eran acordes con los nuevos tiempos, pero también porque las sucesivas crisis económicas, las reconversiones industriales o las deslocalizaciones se han llevado por delante a muchas empresas, una tras otra. Desde mediados de los años 80 –y son ya cuarenta años–, la comarca de Ayala asiste impotente a la desaparición de factorías y talleres sin que nadie dé con la fórmula magistral para frenar esta sangría.
'Guardian anuncia el cierre de su fábrica de Llodio y despedirá a sus 171 trabajadores'. Este titular de EL CORREO me paralizó el martes. «No puede ser. ¡Cómo va a cerrar Villosa, la fábrica más antigua del pueblo!», fue mi inmediata reacción. Y es que yo sigo llamando Villosa a Guardian Glass por mucho que la firma cambiara de nombre en 1985, cuando fue adquirida por una multinacional norteamericana a la familia Delclaux, artífice de su creación en 1934.
Sin embargo, no se trata de un bulo al uso de los que pueblan las redes sociales. El fabricante de vidrio se da un plazo de seis meses para poner fin a su trayectoria de 91 años: cerca de 180 empleados se quedarán sin trabajo, al igual que les ocurrió en 2023 a los más de 200 operarios de Glavista, la firma de parabrisas desgajada de Guardian sólo tres años antes para ser vendida a un fondo de inversión que la llevó a la quiebra.
La clausura de la antigua Vidrierías de Llodio S.A. supone un golpe en la línea de flotación de la segunda localidad alavesa porque es, al igual que lo fue Aceros, un símbolo del municipio. Y no sólo porque su imponente chimenea y su torre del reloj –parado desde hace mucho, a modo de premonición– se vean a lo lejos, sino porque durante décadas estuvo integrada en la vida de Llodio y de sus gentes como ninguna otra factoría lo ha hecho.
A mediados del siglo pasado, cuando la llegada masiva de gentes de otras latitudes en busca de trabajo desbordó la capacidad residencial de la localidad, Villosa promovió en los barrios del Manzanal, Arraño y San Martín la construcción de viviendas muy asequibles para sus trabajadores, les ofreció servicio de comedor, un economato e, incluso, un seguro en la sanidad privada.
Entre los años 50 y 70 del pasado siglo, el valle que surca el Nervión multiplicó por cuatro su población. El pueblo no estaba preparado para acoger este brutal crecimiento hasta el punto de que faltaban plazas escolares. Mientras las instituciones competentes construían a contrarreloj nuevos colegios, Villosa, junto con Aceros, garantizó la escolarización de los hijos de sus empleados financiando escuelas y maestros en un conjunto de aulas prefabricadas que denominó 'Estudio juvenil', además de la concesión de becas.
Nadie de mi familia ha formado parte de la plantilla de la firma vidriera, pero eso no impide recordar que los veranos de mi infancia y los de cientos de niños discurrieron en el parque de Villosa. Situado junto a la primera factoría, era el único jardín público del pueblo. En aquellos estíos sin veraneo de las familias humildes, los críos construíamos castillos en su foso de arena, nos peleábamos por coger turno en los columpios, nos deslizábamos por aquel tobogán con forma de mapamundi y comíamos la merienda junto a una fuente rodeada de flores y adornada con el medallón –desaparecido– con el rostro de don Isidoro, el fundador de la vidriera.
No es exagerado decir que esta factoría ha formado parte del ADN llodiano. Desde 1940 y hasta 1972, el club de fútbol local era el Villosa. Importante semillero para equipos de categorías superiores, estaba patrocinado por la empresa, propietaria del campo de Altzarrate, así como del frontón y el bola toki anexos, lo que constituía todo un polideportivo al aire libre en una localidad sin instalaciones de este tipo. Esta labor de mecenazgo se completaba con la convocatoria anual de unos trofeos para premiar a personas y clubes de diferentes disciplinas con el objetivo de promover la práctica deportiva. De todo ello daba cuenta la revista 'Ventanal', una publicación trimestral gratuita centrada en la vida de la fábrica, de sus gentes y del pueblo.
Este modelo de empresa, comprometida con su entorno, hace tiempo que es historia. Villosa dio paso a Guardian y las multinacionales ni tienen alma ni saben de arraigos. Guardian, con plantas de producción por todo el planeta, justifica la decisión de echar el cerrojo por el desgaste de su horno 'float'. Si las instituciones vascas no consiguen remediarlo, la empresa más antigua de Llodio, la que durante décadas se implicó en la vida local, firmará su defunción. En ese momento callará para siempre el 'cuerno' de Villosa.
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