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El domingo 5 de abril de 1925, hace un siglo, se jugó en San Mamés el partido Athletic Club-Boca Junior, uno de los encuentros ... internacionales más importante jugados hasta entonces en Bilbao, que sirvió para reivindicar al fútbol vasco, cuyo prestigio estaba comprometido. El lleno fue completo, 18.000 personas, y del triunfo bilbaíno se hizo eco toda la prensa nacional. Era amistoso -aún no existían competiciones internacionales regulares-, pero fue un partido deportiva y socialmente tenso, al concurrir circunstancias especiales.
Formó parte de la «exitosa gira europea» del Boca Juniors, que tuvo lugar entre el 5 de marzo y 7 de junio de 1925. El equipo argentino jugó diecinueve encuentros, en España (trece partidos), Alemania (cinco) y Francia (uno), de los que ganó quince y perdió sólo tres. La victoria bilbaína fue por tanto importante, pues la gira argentina destacaba al Boca como uno de los principales equipos del mundo. Se les dio nombre: «Los malabaristas del fútbol». Jugó, y ganó, a algunas selecciones (francesa y catalana, por ejemplo), así como como los equipos más destacados de Madrid, Múnich o Berlín.
Cuando llegó a Bilbao, el Boca había perdido la revancha que jugó con el Celta de Vigo y el partido contra el Real Unión de Irún. Real Madrid, Atlético Madrid, Valencia, etcétera, acabarían sucumbiendo, como después los franceses y alemanes, entre ellos el Bayern.
Pese al carácter amistoso de la cita, el partido se planteó como un enfrentamiento crucial, en el que resultaba necesario vencer a toda costa, en una especie de revancha, que reivindicase a todo el futbol vasco.
Y es que llovía sobre mojado.
Tres años antes, en 1922, y en la secuela del éxito español en las olimpiadas de Amberes de 1920, se organizó una especie de gira futbolística de un combinado vasco -sobre todo con jugadores guipuzcoanos- en Sudamérica, que jugó principalmente en Argentina, con algunos partidos en Uruguay y en Brasil. Formaron el equipo jugadores de la Real, del Unión, del Tolosa, del Arenas y del Athletic -Travieso y Germán Echevarría, además de Belauste que se incorporó a la gira desde su exilio en Francia (nacionalista, había sido candidato a Cortes y tuvo que exiliarse temporalmente durante la dictadura de Primo de Rivera)-. Por tanto, marchó a Argentina una especie de selección vasca improvisada, en cuya formación pesaron las posibilidades de los jugadores, sin ajustarse expresamente a criterios deportivos.
La gira sudamericana fue catastrófica.
Sea por la improvisación del equipo, sea porque tuvieron problemas internos y algunos jugadores dejaron de hablarse entre sí, bien por los problemas con el promotor (Mariano Hermoso), que llegó a denunciarles por incumplimiento de contrato y tuvo dificultades para pagar alguna factura, la visita vasca a Sudamérica resultó un completo desastre. Fueron recibidos con entusiasmo por las asociaciones de origen vasco en Argentina, pero perdieron casi todos los partidos. En realidad, sólo hubo un triunfo, y contra una selección provincial argentina considerada mediocre. Los vascos se quejaron de que tuvieron que jugar una gran cantidad de encuentros en pocos días, algunos jugadores con problemas físicos.
El periódico 'Euzkadi' evocaba «aquella tristemente célebre excursión de los vascos, de resultados tan desagradables».
El precedente de esta gira tuvo su importancia en el enfrentamiento Athletic-Boca Junior. Según reveló la prensa, los jugadores vascos habían sido menospreciados en Argentina, incluso humillados. Se les hizo jugar partido tras partido «sin consideración, importando un bledo los lesionados». «La prensa argentina se cebó con ellos, no censurándoles como futbolistas sino llenándoles de insultos y hasta en los cuplés de los teatros fueron muchos futbolistas objeto de mofa».
De forma que en el partido con el Boca subyacía la búsqueda de una reparación, el maltrato argentino había sido excesivo.
«Vasquito, sufre», fue el grito de guerra de la hinchada argentina. Sonaba ofensivo.
Todo ello exigía una revancha, casi una venganza. Había la sospecha (en realidad, se puede comprobar que algo de ello sucedía) de que el equipo estaba enfrente no era estrictamente el Boca, sino que tenía incorporaciones que formaban una especie de selección nacional, no era equipo contra equipo. Lo mismo había hecho -se sugería- el Slavia de Praga, cuando infligió un par de años antes al Athletic la mayor derrota de su historia (2-9). En la versión bilbaína, no jugaban de igual a igual, sino un equipo contra una selección.
El partido Athletic Boca Junior, tenso, se jugó bajo un aguacero. El Athletic ganó 4-2. «No eran para tanto», fue el comentario general. Los bilbaínos jugaron con entusiasmo y lo hicieron mejor que los argentinos, fue la conclusión. No fue un partido fácil.
Hubo mucha tensión. Los argentinos que acompañaban al equipo se comportaron de forma faltona. «Esto no es off side, ladrones», «los burros dan patadas», gritaban, «etcétera, etcétera». Dada la discreción de los periódicos de la época, seguramente las expresiones fueron más y más fuertes.
Al decir de la prensa, en San Mamés nunca se habían oído cosas así. Además, hubo un incidente serio: en el minuto 18 de la segunda parte los argentinos se retiraron del campo como protesta por un penalti que creyeron injusto, no volvieron en un rato largo, quizás más de un cuarto de hora. Al parecer, era una mano indiscutible, salvo para los argentinos, que para entonces ya estaban cayendo fatal. «El revuelo de los argentinos es grande». «Todos protestan, muchos chillan y con no poca mímica». El cronista sugiere que quisieron aprovechar la ocasión para marcharse, pues el partido les iba fatal.
¿Y el público de San Mamés? No le cohibió el prestigio de los argentinos. «El público protesta con razón del antideportivo comportamiento». Aunque al principio a los argentinos «les importaba un bledo la unísona protesta del público», al final un representante del Boca consiguió que los jugadores volviesen al campo. Larraza metió el penalti y ya iban 3-1. Hubo todavía bronca cuando un espectador, argentino, faltó al respeto, aplaudiendo irónicamente a destiempo. Gran bronca. «Macanitas no, ché! ¡Y camelos, ya los ha dado el equipo».
Al final, el Athletic se impuso 4-2 «¡¡Delirio del público!!». Quedó el orgullo local, pero el equipo argentino no dejó buena impresión. Primero, por las sospechas ya mencionadas de que dentro del Boca jugaban futbolistas de otros equipos, de forma que venía a ser una selección argentina, no un equipo más: «Un camelo», lo calificaron. En segundo lugar, porque los problemas con los visitantes fueron constantes, incluso antes del partido -hasta se suspendió el banquete preparado en la Bilbaína con el que se les iba a obsequiar-. Llegaron «malhumorados, como verdaderos enemigos, así lo anunciaron».
Eso sí: quedó la sensación de que se había reivindicado el buen nombre de los vascos, completando la faena que había iniciado el Real Unión. «Brindemos a nuestros «vasquitos» de Sudamérica esta compensación a las burlas que no ha mucho recibieron». El honor quedaba a salvo.
Pese a su juventud -en la villa tenía poco más de un cuarto de siglo- en 1925 el fútbol servía ya para afirmar prestigios y sostener el orgullo local. No hubo revancha, aunque se dijo que la pidieron. Quizás se siguió el consejo de quienes opinaban que no cabía darles otra oportunidad, tras tantas palabras soeces, ofensas e insultos de los directivos del Boca Junior. Por lo demás, el Athletic sostenía su buen nombre en el fútbol internacional
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