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Josemi Benítez
Un antiafrancesado en 'El Bascongado'
Tiempo de historias

Un antiafrancesado en 'El Bascongado'

En 1814 el primer periódico bilbaíno publicó la propuesta de un lector de desplazar la frontera española hasta el Garona y obligar a los partidarios de los franceses a fortificarla

Domingo, 8 de diciembre 2024, 00:13

Los lectores de 'El Bascongado', el primer periódico editado en Bilbao, se encontraron en el número del martes 15 de febrero de 1814 con una llamativa manifestación patriótica lanzada por un corresponsal que firmaba como 'Español'. Como revancha a la invasión napoleónica, proponía este lector anónimo que se incorporaran a la monarquía española las tierras francesas hasta el Garona.

El historiador Javier Fernández Sebastián señaló en su estudio preliminar a la edición facsimilar del periódico publicada en 1989 que, «en comparación con el 'Correo de Vitoria', 'El Bascongado' se mostró mucho más indulgente hacia los afrancesados», aunque también publicó críticas hacia estos entre otros textos de carácter patriótico. El periódico, que había sido fundado en 1813 por el jurista cántabro Toribio Gutiérrez de Caviedes, defendía las ideas liberales y tenía entre sus objetivos declarados «inspirar amor a la Constitución» de Cádiz. Al final de la guerra y a la espera del regreso de Fernando VII, sus responsables se preocuparon por demostrar su patriotismo y censuraron a quienes habían colaborado con los franceses. Cabe detallar que el propio Gutiérrez de Caviedes había sido fiscal del Tribunal de la Junta Criminal de Vizcaya, bajo dominio francés.

El texto mencionado de 'Español' se presentaba como un diálogo. «El regreso de algunos afrancesados y el ver con frecuencia a otros que aunque no menos quedaron en esta villa, me recuerda la conversación que tuve con uno, a pocos días de haber llegado a ella el infame Caffarelli», decía en referencia al general Marie-François Auguste de Caffarelli du Falga (1766-1849), que tomó Bilbao dos veces, el 27 de agosto y el 31 de diciembre de 1812. El afrancesado defendía «las ventajas que nos promete Napoleón con su hermano José, tan humano, liberal y racional; dexémonos de 'los nuestros', pues si los otros quieren, darán fin con ellos presto».

«Feliz época de los Iberos»

Por contra, 'Español' llamaba a la unidad de «todos los verdaderos españoles, contribuyendo cada uno con sus facultades, talento y medios para sacudir el yugo de su idolatrado Napoleón y su insensato hermano, haciendo que vuelva a renacer la feliz época de los Iberos, Cántabros, Numantinos y Lusitanos, no pasando en silencio que en todos tiempos han sido estos y los demás naturales de las provincias de nuestra península los 'nuestros'».

Discrepaba el afrancesado: «No me negará Vm. que en otros tiempos así como en la actualidad ha habido parcialidades, tales como las de la guerra de Sucesión y anteriores». 'Español' respondía que «el derecho de Austria y Borbón a la corona de Castilla era entonces justamente disputable y ni las parcialidades de aquel tiempo, ni ninguna de las anteriores tienen comparación con la perfidia con que quiere usurpar este reyno el tirano de Europa». Y añadía que «antes será Rey de España el más infeliz que pueda Vm. imaginarse, siendo ciudadano español, que su Bonaparte, pues tiene más derecho».

Bilbao, «la bien tomada»

Escribió Carlos González Echegaray que si durante las guerras carlistas Bilbao fue la ciudad de los sitios, «o con palabras de romance «'la bien cercada', en la de Independencia pudiera decirse que fue 'la bien tomada', porque en ella entraron las tropas francesas cinco veces y las españolas otras cinco, sin contar el alzamiento inicial del 5 de agosto de 1808, que bien puede considerarse como otra conquista de la Villa».

«Ya lo veo», cedía el afrancesado. Pero no lo bastante, porque 'Español' le imponía una «penitencia». A él y a los demás «individuos de su jaez». Una vez vencido Napoleón, «fuerza es que los aliados (sus acreedores) se hagan cargo de algunas provincias de Francia». El río Garona por su situación «debe ser el límite con nuestra península; tiene su origen en los Pirineos, en donde se reúne con el famoso canal de Languedoc, y atravesando toda la Gascuña se envoca en el occeano a las inmediaciones de Burdeos. El canal batiendo con sus olas la provincia de Languedoc se introduce en el Mediterráneo próximo a Beziers». Al transformar toda esta línea en la nueva frontera, habría que fortificar «nuestra orilla». Y aquí es donde los afrancesados tendrían que arrimar el hombro: Dado que «han dado Vms. pruevas de grandes ingenieros, sugiriendo ideas al enemigo, sería muy conveniente que (...) pongan todo su conato en proporcionarse todos los utensilios propios de carpintería, cantería etc. etc. y presentarse a tiempo sumisamente al gobierno, manifestando se hallan Vms. dispuesto a trabajar incesantemente en las fortificaciones de la orilla del Garona, para en parte purificarse de su adhesión a la causa napoleónica». Concluía aquel lector patriota que el desplazamiento de la frontera era una indemnización a «la idea del enemigo de limitarnos al Ebro».

Comenta el historiador Daniel Aquillué que 'Español' se refería «a los decretos de Napoleón por los que todo el norte del Ebro pasaba a ser administrado por gobiernos militares que dependían de él y no de José I, desgajándolos de facto de su reino de España». Como escribe Aquillué en su libro 'España con honra' (La esfera de los libros), el mazazo mayor fue el decreto del 8 de febrero de 1810 por el que Aragón, junto con Cataluña, Navarra y Vizcaya, dejaron de estar bajo la jurisdicción del rey de España». En todo caso, La «penitencia» propuesta fue una rareza: «No me consta que en ningún momento se reivindicase mover la frontera al Garona, ni entonces ni en otra época. En 1815 no se reivindicó ni siquiera el Rosellón», observa el historiador.

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