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Videollamada
Fatiga por Zoom: qué es y cómo te afecta

¿Qué es la fatiga por videollamada y cómo nos afecta?

Los expertos aconsejan reducir y espaciar las reuniones frente a una cámara web

sara borondo

Martes, 16 de marzo 2021, 00:19

Las videoconferencias han sido una tabla de salvación durante el último año. Nos han permitido trabajar desde casa y estar en contacto con amigos y familia, manteniendo la distancia personal necesaria para evitar el contagio de la COVID-19. También han tenido algunas consecuencias no tan positivas, siendo necesario comprar material adicional como una cámara o un micrófono, habilitar un lugar en casa que pueda mostrarse en la llamada y aprender a manejar distintos programas (Zoom, Jitsi, WhatsApp, Skype…). En definitiva, manejar una tecnología a la que no estamos acostumbrados para comunicarnos de una forma que pocos habían utilizado.

Ahora que llevamos un año de pandemia empiezan a publicarse artículos científicos sobre cómo han afectado estos cambios a la sociedad. Uno firmado por Jeremy Bailenson (director del Laboratorio Virtual de Interacción Humana de Stanford) describe lo que se ha denominado 'fatiga provocada por Zoom'. Según el experto, nos sentimos más cansados tras una videoconferencia que al término de una interacción física de la misma duración. La investigación establece cuatro causas posibles de este agotamiento: ver a la otra persona en primer plano y demasiado cerca; verse a uno mismo en la pantalla todo el tiempo; no poder moverse libremente para no salirse del plano de la cámara y el peso del lenguaje no verbal.

Una invasión del espacio personal al ver a la otra persona en primer plano

En una videoconferencia solo se ve la parte superior del cuerpo de la otra persona o personas, que además miran fijamente a la pantalla en la que ven a los demás participantes. Si en la vida real viéramos con semejante tamaño a la persona con la que estamos hablando, lo interpretaríamos como una invasión del espacio personal y, por tanto, una amenaza de conflicto. Así lo percibe el cerebro durante una conferencia, explica el profesor Bailenson en su artículo. La solución a este problema sería no mostrar la videoconferencia a pantalla completa y alejar un poco la cámara en las videollamadas.

De manera similar, verse a uno mismo supone someterse a una presión extra. Bailenson lo asemeja a tener un espejo enfrente constantemente en la vida real (verse todo el tiempo conlleva ser más crítico con uno mismo). Algunos programas de videoconferencia tienen la opción de desactivar la vista propia, que es lo que aconseja Bailenson.

Por su parte, la psicóloga Iratxe Bezanilla Pascual explica que tener que estar delante de la pantalla cansa más a los interlocutores porque cuando las personas se comunican no lo hacen sólo con palabras; también expresan emociones y afectos a través de gestos corporales, lo que se conoce como lenguaje no verbal. En los momentos de tensión o muy emotivos, ese lenguaje puede ayudar a aliviar tensiones pero, durante una videollamada, «el simple hecho de no poder moverse para que te puedan ver es un añadido a las presiones. Si las videollamadas se producen de manera continuada, la persona tendrá sensación de estar más conectado con el mundo social pero, al mismo tiempo, se puede sentir fatigada, tensionada y con dificultades para mantener la atención, convirtiéndose ésto en algo displacentero». Por eso no es mala idea apagar de vez en cuando la cámara, como ya se hace cuando hay demasiadas cámaras conectadas para no sobrecargar el Wi-Fi de los hogares.

Al estar viendo solo a parte de la otra persona «se pierde mucha información, no se aprecian los mensajes que emite el cuerpo ni la calidez inherente a las entrevistas presenciales», dice la experta. Esto conlleva también la necesidad de reforzar parte de la comunicación que sí se ve con más movimientos de cabeza o las manos.

Una irrupción en la vida personal

Bezanilla Pascual apunta a otra razón no incluida en el estudio de Stanford: que la vida laboral ha irrumpido en el espacio privado y personal, algo que al comienzo del confinamiento «resultó desconcertante y obligó a un tiempo de adaptación». Pese a que en los hogares se habilitó -quien pudo hacerlo- un espacio dedicado al teletrabajo, en la mayoría de casos éste ha traído un incremento de las horas laborales, «lo cual está provocando un gran agotamiento y fatiga, teniendo presente que se disponen de menos válvulas de escape debido a las restricciones y a los escasos contactos sociales, lo que dificulta la desconexión», afirma la psicóloga.

Curiosamente, cuando se trata de hablar por teléfono no se siente la mentada incertidumbre, por mucho que tampoco veamos la cara o el lenguaje corporal del otro. Para Bezanilla Pascual se debe a la distinta actitud del interlocutor: «Cuando las personas se comunican con alguien a través de la pantalla, el mero hecho de verle puede generarles fantasías sobre los detalles del escenario que tienen ante sus ojos, ya que toman conciencia de que solo ven la parte de realidad que la persona muestra. En cambio, cuando la comunicación con la otra persona se produce a través de una llamada telefónica, lo que evoca es la representación que la persona oyente tiene de la otra; la imagen interiorizada que puede tener, no apareciendo la necesidad de obtener otro tipo de información o pensamientos que se generan con las imágenes visuales o videollamadas».

Una comunicación más reflexiva por correo electrónico

Aquellos que se sienten incómodos en una videollamada pueden optar por otra comunicación a distancia: el correo electrónico, que cada vez más sustituye a las llamadas por teléfono. «Las personas hoy día se sienten más cómodas comunicándose a través de correo electrónico que por teléfono, ya que pueden reflexionar antes de dar respuesta a las peticiones que les requieren. Viven la comunicación con mayor control que en las llamadas, las cuales se presentan con mayor incertidumbre y temor», sostiene Bezanilla Pascual. Probablemente por eso solo hablamos por teléfono con las personas más cercanas para comentarios rápidos o recados; cuando no queda más remedio.

La experta apunta algunas pautas para que las videoconferencias no nos dejen agotados, como programar únicamente las necesarias y distanciarlas en la medida de lo posible. Tener varias charlas a través de Zoom puede dejar agotado mental y físicamente y llevar a que, dice Bezanilla Pascual, «la atención continuada resulte más dificultosa y aparezcan síntomas de ansiedad, estrés y depresión en algunos casos». No hay que olvidar que las videollamadas ayudan a mantener el contacto con los seres queridos pero «no reemplazan las relaciones sociales cara a cara, que son las que han nutrido y cubierto las necesidades de contacto y afecto que habíamos tenido hasta la fecha», sentencia la psicóloga.

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