Liberan a la mujer secuestrada en un pueblo de Granada y detienen al autor, que antes mató a su marido
Agentes de la Unidad Especial de Intervención resuelven casi a las cinco de la mañana el suceso que ha conmocionado al pequeño pueblo de Huétor Santillán
Laura Velasco y Sandra Martínez
Granada
Jueves, 11 de septiembre 2025, 09:51
Fin a la pesadilla en Prado Negro, una pequeña pedanía de unos cincuenta habitantes del municipio granadino de Huétor Santillán. A las cuatro y media de la madrugada de este jueves, agentes de la Unidad Especial de Intervención de la Guardia Civil han liberado a la mujer que había sido secuestrada por un hombre, detenido, que antes de retenerla había asesinado a su marido.
La larga noche de vigilia, que discurría entre la tensión y el silencio, se agitaba sobre las 4.45 horas de la madrugada. Familiares y allegados seguían la negociación de la Guardia Civil con el hombre atrincherado en su vivienda con Lourdes, a la que mantenía retenida en contra de su voluntad. Los gritos y llantos de los familiares de Juan, el marido de la secuestrada y que había sido asesinado la víspera por ese mismo varón, invadían el cordón policial cuando se supo que la mujer había sido liberada tras doce horas de secuestro. Ella ha sido trasladada en ambulancia y él está ya detenido por la Guardia Civil, según ha podido saber esta redacción. Se trata de un varón de 61 años que salió en un vehículo oficial del lugar del secuestro.
Los hechos comenzaban cerca de las cuatro de la tarde del miércoles, cuando el sonido de los disparos en el tranquilo paraje de Prado Negro se convertía en el preludio de una tarde y noche de tensión y dolor. En el carril, que conduce a varias casas rurales, se consumaba un crimen. Pedro, un residente de la zona, embestía presuntamente con su coche el turismo en el que llegaban Juan y Lourdes, sus vecinos. Después, disparaba mortalmente al hombre, que falleció allí mismo, dentro del coche. A Lourdes, la mujer, la obligó a salir y la llevó a la fuerza a su vivienda, a pocos metros del lugar de los disparos. Se atrincheraba entonces en su casa, presuntamente armado, y con la mujer del fallecido como rehén. Comenzaba una larga tarde y noche de vigilia, de despliegue policial y de escenas de incredulidad y dolor entre los conocidos y allegados.
Juan, la víctima mortal, tenía 67 años cuando recibió el disparo de arma de fuego que le causó la muerte. Dos vecinos de Prado Negro, un anejo de apenas un centenar de vecinos, fueron los que encontraron el cuerpo. «Lo que hemos visto no lo vamos a olvidar en la vida», relataban ayer a esta redacción, tratando de mantener la compostura.
Encontraron el cuerpo de Juan en su coche. «Nos han avisado de que algo había pasado y hemos subido. Al ver a Juan, lo he llamado varias veces, pero no respondía, estaba muerto. A ella la ha sacado a la fuerza», cuenta con el miedo aún metido en el cuerpo. «Si nos hubiera pillado, lo mismo también nos dispara a nosotros», añadió.
Los testigos divisaron una bala cerca del asiento del piloto, pero aseguraban no haber tocado nada, conscientes de que la Policía Científica debía hacer su trabajo. En un momento dado, el hijo de la víctima se acercó al lugar y, pese a los esfuerzos de los vecinos, alcanzó la escena del crimen.
Testigos apuntaban ayer que el secuestrador había dejado en su propio coche «una libreta con los motivos por los que lo ha hecho», un extremo que tendrá que ser confirmado por la Guardia Civil. Todos coincidieron en que Pedro, el presunto homicida, estaba esperando a la pareja y actuó sin darle tiempo a reaccionar.
Aunque la hora exacta del suceso no estaba muy clara, las llamadas llegaron a la Guardia Civil poco antes de las cuatro de la tarde. El instituto armado desplegó más de medio centenar de agentes, incluido un equipo de Unidad Especial de Intervención, un grupo de élite especialmente entrenado para actuar en este tipo de secuestros y en operaciones contra el terrorismo. Empezó entonces una larga negociación.
Cordón policial
El cordón policial alejó a curiosos, vecinos y periodistas varios centenares de metros de la vivienda en la que Pedro mantuvo retenida a Lourdes, que vio morir a su marido en el coche en el que viajaban.
Hasta el lugar se desplazaron efectivos de Bomberos, voluntarios de Protección Civil y personal sanitario, incluido un helicóptero del 061. Las horas pasaron y hasta la zona se fueron acercando algunos residentes, apesadumbrados por lo ocurrido y con la tensión por la situación de la mujer, retenida contra su voluntad con el hombre que había matado a su marido.
«Estamos destrozados y solo pensamos en nuestra vecina Lourdes», lamentaban. «Ojalá no le haga nada a ella. Qué asco de vida. Con lo bueno que es nuestro Juan», decía entre lágrimas una mujer. Contaron que la pareja es muy querida y la convivencia con ellos era excepcional. No hablaban igual del secuestrador, al que describen como alguien «extraño» que había dado problemas anteriormente. Al parecer, tenían rencillas por temas del campo.
«Ya sabemos cómo es, está loco perdido. Pobre nuestra Lourdes, lo que estará pasando con él en esa casa», indicó otra mujer. Los vecinos apuntaban a que el hombre tenía «rifles o escopetas» en casa. Lloros y rezos se entremezclaron en la tarde, que se enfrió en Huétor Santillán sin novedades. El despliegue policial se mantuvo férreo.
Conforme avanzaron las horas empezaron a retirarse algunos medios, como los Bomberos, o el helicóptero del 061, que no puede volar una vez que cae la noche. Hubo trasiego de agentes de Guardia Civil, uniformados y sin el traje verde. Y llegaron algunos familiares más, que no pudieron reprimir los gritos y las muestras de dolor al conocer lo ocurrido.
El mutismo policial rodeó una vivienda a la que no tenía acceso más que algún allegado de la mujer retenida en el interior. Primero, los agentes le pidieron que guardase silencio. Junto al domicilio, los negociadores de la Guardia Civil trataban de acercarse al hombre atrincherado. El objetivo principal era que Lourdes saliese con vida del secuestro. Y es fue finalmente el desenlace.