Arantza y Ainhoa en ruta, historias de dos camioneras
«Y tú, ¿para qué quieres esto?». «¿Para qué va a ser? Para trabajar, como todo el mundo». A esta conversación se enfrentaron estas dos mujeres cuando sacaron el carné de tráiler. De aquello han pasado muchos años ya. «El mundo está listo para las camioneras», coinciden
Arantza Muro, 53 años, se dedica al transporte de pescado y carne desde hace 17 años y es dueña de su propio negocio y Ainhoa ... Egaña trabaja desde hace doce en la recogida de neumáticos en desuso como conductora por cuenta ajena. Ambas manejan vehículos de gran tonelaje, unos mastodontes de 16,5 a 18,5 metros de largo y casi cinco de alto que se mueven sobre el asfalto con un montón de ruedas dobles. La primera de ellas viaja a bordo de un tráiler (cabeza tractora y semirremolque) y en un camión rígido con remolque, lo que se conoce como tren de carretera, la segunda. Ambas pertenecen a un sector, el transporte de mercancías, donde la presencia de las mujeres ha sido prácticamente nula hasta no hace mucho. Los estereotipos que aparecen en las películas sobre los chóferes, esa imagen tan extendida del camionero comiendo hamburguesas en un área de servicio, no se ven hoy apenas, y tampoco es tan inusual ver a conductoras porque cada vez más empleadores reconocen el valor de la mujer al volante. La de Arantza y la de Ainhoa es la historia de dos mujeres que han roto esquemas desde que tienen uso de razón. Una historia en dirección contraria. Lo suyo con los vehículos pesados fue amor a primera vista, se ganan la vida con uno y piensan jubilarse sobre ruedas. Ante la lupa del microfeminismo ellas contribuyen a vislumbrar una preciosa red. Colchón para las camioneras que están por venir.
«Con 14 años ya sabía conducir, pero tuve que esperar a los 18 para sacar el carné de coche. Andaba con los camiones donde tenemos el garaje. Los metía, los sacaba y los metía», explica Arantza Muro ante un café con leche y aguantándose las ganas de fumar. «Le pedí a mi padre que me enseñara, pero con tanto trabajo el hombre no tenía tiempo y me dijo 'mira, ahí tienes la furgoneta, ya sabes cuál es el embrague, el freno y el acelerador...'. '¿Y si me doy un golpe?', le dije. 'Si te das un golpe vamos a tener que pagarlo los dos. Y así aprendí. Después empecé a ir con los repartidores, teníamos una distribución de bebidas. Mi madre me decía que de niña ya me veía en la carretera, porque siempre me ha gustado conducir. No recuerdo haber jugado nunca con muñecas, yo siempre me iba con los chicos a jugar, al fútbol o a lo que fuera y me lo pasaba pipa. Como no quise seguir estudiando, empecé con la distribución de bebidas y de comercial de ventas. Iba con un camión hermoso por donde hiciera falta. He hecho un poco de todo. Luego saqué el carné de camión rígido primero y después el de tráiler. El de autobús estuve a punto, pero no lo hice por falta de tiempo. Este trabajo te tiene que gustar. Yo soy una enamorada de los camiones. Los motores me suben la adrenalina, pero no soy una fanática. Cuando aita se jubiló, nos cedió el negocio a sus hijos, lo renombramos como Transportes Frigoríficos Hermanos Muro. Somos cuatro en plantilla. Chófer, trabajo de oficina, lavar los camiones, hago de todo. Sin horarios y con 15 días de vacaciones. Pero el fin de semana estoy en casa, no suele ser lo habitual. Mi ruta habitual es Barcelona, transporte diario de 40 toneladas de pescado, con el camión incluido. Pero he estado en muchos sitios, Madrid, Galicia, el Sur, Valencia, Francia... Hasta en el Congreso de los Diputados, una vez que tuve que llevar unas estanterías estuve allí todo el día«, explica.
Se tiende a decir que un camión es como un coche pero muy grande y solo tienes que acostumbrarte a las medidas pero eso solo es una parte del tema. Conducir bien vehículos pesados es filosofía aparte. Todo se hace con mucha calma y antelación, procurar que haya una distancia de seguridad adecuada, porque un camión necesita más espacio para parar, mirar a lo lejos... La primera vez al volante de un vehículo grande, evoca esta mujer a quien en Ondarroa, su localidad natal, conocen como «Arantza o Muro», fue con un Man 4 ejes. «Me temblaba una pierna, pero recordé lo que me dice siempre mi padre, que a sus 86 años aún sigue conduciendo: 'Conduce tranquila'. Yo soy una persona confiada, abierta y tranquila, aunque la profesión va por dentro, sufro mucho del estómago, los nervios». Ahora Arantza se pone a los mandos de un Scania de 450 caballos con la cabeza tractora nueva y semirremolque, «pero mi preferido es otro, de morro largo, de estilo americano. Mi sueño es convertirlo algún día en autocaravana y viajar por el mundo. Un camión de morro largo es como una Harley Davidson en el mundo de las motos. La gente te mira con envidia. Y cuando ven que quien lo conduce soy yo, una mujer, muchos se quedan pasmados. Yo no he vivido situaciones de machismo, es verdad que siempre te encuentras con el típico que suelta algún comentario, pero también te digo que no dejo comer«. Si tiene que hacer noche, Arantza duerme en una litera de 54 centímetros de ancho con un colchón de espuma en la cabina. »Ahora los camiones están muy bien preparados. Tenemos nevera, aire acondicionado, suspensión automática... Mira el asiento, es como estar en el sofá de casa«, enseña.
Procura ser, no obstante, muy precavida. «Hay que estar con ojo. En las estaciones de servicio, cuando los baños de hombres están llenos, te los encuentras en los de las mujeres. Y muchos no son muy cuidadosos. Una vez ya le dije a uno, pero cómo lo dejas así...«. Se llevó un buen susto en Lorient. »Llevaba dos o tres horas durmiendo en la cabina cuando oí unos golpes contra mi puerta. Me asomé y uno con pinta de zumbado me preguntó a ver si sabía dónde había una gasolinera. 'Yo voy y vengo sin repostar', le dije. Me dio el susto de mi vida y ya no pude dormir pensando que me iba a robar el gasoil«. En otra ocasión, se encontró con que cuatro 'minis' trataron de rodearla en ruta. »Para mí que me quisieron encerrar para robarme o no sé, una cosa muy rara«. Arantza Muro comenta que no es habitual ver a una mujer sola conduciendo. »Portugueses vienen muchos aquí, viajan con sus parejas y conducen los dos, a turnos, la mujer y el hombre. No sé, teniendo hijos no puedes andar en un camión, digo yo. Sí es verdad que me suelo encontrar con mujeres que me dicen, 'ay, qué envidia, ya me gustaría a mí también'. Yo desde luego no le encuentro nada malo a este trabajo. Puedes conducir dos días diez horas y el resto de la semana nueve, pero siempre como mínimo tienes que descansar nueve horas y parar cada cuatro y media, te pille como te pille. A la hora de comer sí me gustaría tener compañía, pero en la cabina voy tan feliz, me pongo música o canto yo. He sido heavymetalera en mis tiempos jóvenes, pero me gusta de todo. Igual voy hasta cantando una jota, que mis padres son de La Rioja«. Pero sin perder de vista la carretera. «He llegado a ver a un conductor de autobús que llevaba críos y estaba con el móvil 'wasapeando'. Y en el camión lo mismo, algunos van conduciendo recostados y con la pierna sobre el salpicadero, es que tiene que ser hasta incómodo».
Ainhoa Egaña, 39 años, empezó con los camiones en 2006. «Yo trabajaba en una empresa de mensajería y, días tontos que tiene una, le dije a mi jefe, si me lo pagas, yo me saco el carné de camión. Me pagó la matrícula y a la semana me trajo un camión de Madrid que me tocó lijar y limpiar. Así empezó todo. Era un vehículo más bien pequeñito, de 7.500 kilos, para callejear y para hacer repartos. Empecé a hacer un servicio fijo y acabé en NV Recycling, donde estoy ahora. Los talleres de coches van acumulando neumáticos y nosotros vamos a recogerlos. Ahora mismo llevo un tren de carretera». También le toca cargarlos. «Sí, sí, maja. Si son de coche, unas 500 o 550. Si son de camión, unas 100 o 110. A veces llevo de las dos, unas 200 de coche y 70 de camión, o incluso ruedas de vehículos agrícolas». Ainhoa, natural de Erandio, tiene licencia para conducir motos, coches, autobuses, camiones rígidos y tráileres. También está capacitada para manejar la grúa del camión y la retroexcavadora. «Cuantos más tienes, más posibilidad de encontrar trabajo, aunque ahora hay un montón de chóferes en paro». ¿Cobra Ainhoa lo mismo que un hombre en su mismo puesto? «No lo sé», responde antes de preguntar a su jefe. Un rato después de la entrevista coge el teléfono y llama. «Ni corta ni perezosa le he preguntado a mi jefe y me ha enseñado las nóminas de todos. Y sí, cobro como todos los demás chóferes, yo soy la única chica. No esperaba menos de él, es un buen hombre. Creo que a veces se siente un poco orgulloso de tener una mujer tan 'curranta'«.
Lo cierto es que Ainhoa se sintió en sus inicios al volante «un bicho raro». «Cuando paraba a comer y me bajaba del camión me moría de vergüenza. Entre que no es muy común ver a una mujer y eso...». Para sentirse arropada, decidió abrir una cuenta en Facebook con el membrete 'Soy camionera'. Empezó a recibir visitas y hoy cuenta con 12.000 agregados. «He visto que no soy la única, he conocido a camioneras de aquí, de Chile, de Brasil, de Colombia...». También ha ido cogiendo seguridad en el día a día. «En el primer taller de donde salí con el camión grande rompí el techo. Me puse nerviosa, se me escaparon dos ruedas del camión y se me rompieron dos latiguillos que dejé debajo de un arbusto. Otra vez le di al botón que activa la suspensión del camión sin querer y no sabía cómo enderezarlo. Recuerdo otro día que lo pasé fatal. Estaba cargando y una rueda se cayó y empezó a rodar cuesta abajo. Casi acaba en la carretera general, si provoco un accidente la lío parda, pensé, no he corrido más en mi vida. ¡Una llanta de camión te pesa unos 80 kilos! Pero yo soy una echada p'alante y ya voy a cumplir doce años«. Ainhoa Egaña asegura que las críticas han dejado de afectarle. »Que vengan otros y hagan este trabajo, a ver cómo lo llevan. A estas alturas, ha venido gente a ofrecerme trabajo, te ven y valoran lo que haces«. »Tengo las manos que dan pena, pero me las miro y me digo que son las que me dan de comer. Y no hay día que no me manche de aceite. Con mi tren de carretera he bajado el puerto de Barazar nevado alguna vez y con las tetas de corbata«, comenta. Y observa entretanto cada día a »gente que va conduciendo con el móvil, que no pone los intermitentes, se te meten a menos de dos metros del camión... Siempre digo que los conductores de coches deberían subir al menos una semana en un camión o en un autobús para que sean conscientes de los mil cuidados que tenemos que tener«.
Ainhoa no tiene hijos, y ve «complicado» compatibilizar su tarea con una vida familiar. «Hay muchas empresas que no dan oportunidades a las mujeres. Pero vamos a ver, si somos personas. Hay chicas que conducen mejor que los chicos y chicos que limpian la casa mejor que las chicas. Ahora las autobuseras se llevan mucho, se ve a muchas. Uno de mis hermanos es motero y limpia, cocina, hace todo y la mujer está encantada. Y luego hay chicas como yo que acabamos en un camión, quién lo iba a decir«, concluye.
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