Noticias que parecen pelis porno
Vibradores como premio, mujeres en la cocina sin que el cartero llame dos veces, Putin y las chicas policía...
Confesión: Cuando me dijeron que tenía que escribir junto a tres compañeras esta sección que hemos llamado 'Microfeminismos' (término que, para mi sorpresa y diversión, ... los más gallos del corral emplean equiparándolo a micromachismos), pensé que no estaba preparada, porque de esto también hay que saber, caramba, haber leído, tener opiniones fundadas, con argumentos de peso. Y una se ha interesado por el tema porque es muy interesante, más bien necesario, mejor dicho obligatorio, pero con humildad reconozco que hay gente más preparada. Sin embargo, estas dos pasadas semanas he leído cosas muy grotescas, más que si a Benny Hill le encargaran el discurso del 8-M, y eso admitiendo que en su día aquel gordito salido me hacía mucha gracia.
Pero siempre se dice que la realidad supera a la ficción, y la actualidad me sobrepasa: 'Premiadas con un vibrador y una crema depilatoria', 'Conmocionados al ver a chicas jugando a pelota, las mandan a la cocina'. Que casi parecen títulos de cintas porno, y aquí divagaré un poco. Una vez, en 2009, tuve que hacer un reportaje que algunos sitúan en el cénit de mi carrera sobre uno de los últimos cines X de Madrid, el Alba, y las pelis en cartel eran 'Mujeres de enormes tetitas', menudo oxímoron, y 'Traseros traviesos'. Reconozco un tanto avergonzada que contemplando algunas escenas no sabía bien cuál de las dos estaban proyectando. Pero, de verdad que, en comparación, aquello era canela en rama frente a la sal gruesa que supone premiar a las muchachas en el campeonato de squash de Asturias con un consolador y una crema 'quitavello', un kit de belleza que los hombres no recibieron y que se completaba con una lima para las durezas de los pies, cositas que las nenas necesitamos para sentirnos más femeninas y no tan feministas, como le gusta a Carmen Cervera.
En cuanto a lo de 'las mujeres, a la cocina', sinceramente, tiene tanta caspa que aburre. Me refiero a los chicos que iban a participar en el campeonato local de pelota en Azkoitia y se creyeron muy graciosos al comentar en un grupo de wasap lo que les parecía la inclusión por vez primera de mujeres en este torneo: «¿Las chicas pelotaris?, ¿y quién va a estar en la cocina preparando la cena?», escribieron. Si fuera que el cartero ha llamado dos veces, todavía, pero así, sin más, no le veo el atractivo.
Ahora me acuerdo de algunos de los comentarios vertidos en las dos entregas anteriores de esta sección, bordadas por mis compañeras Mari José Tomé y Yolanda Veiga; a esta última, que tituló su aportación como 'El feminismo debe ser una obligación', le dijo un lector (espero que no lectora, aunque bien podría ser Carmen Cervera tras un seudónimo): «No puedo estar más en desacuerdo con el fondo y la conclusión de este artículo. Decirle a los demás lo que tienen que pensar sobre los demás es muy feo, muy feo. Criticar a mujeres por querer ser femeninas. Decirle a los demás lo que tienen que pensar sobre aquellos que decidan no llamarse feministas... ¿pero qué es esto? ¿el gulag? Venga ya.». Bien, está claro que esta persona debe aprender primero a entender lo que lee, así que esperaremos a que se aplique para poder debatir; ahora bien, me gustaría saber qué escribiría como comentario a estas noticias. Porque mientras cosas como estas ocurren aquí, en Islandia acaban de declarar ilegal pagar más a un hombre que a una mujer por el mismo trabajo; al parecer sí sucede, incluso en el país más igualitario del mundo, que aspira a eliminar la brecha salarial en 2022.
¿Brecha salarial? ¿Techo de cristal? Y yo, pretendiendo escribir de ecofeminismo... ¡Pero si aquí no salimos de los chistes! En este asunto, más que de Islandia somos de Rusia, de Putin, que en un encuentro con mujeres policía para celebrar el mismísimo 8-M se atrevió con este: «¿Qué necesita una mujer joven para mantener su figura? Tres cosas: una máquina para hacer ejercicio, una masajista y un pretendiente». Luego las agradeció que se mantuvieran «hermosas, luminosas y encantadoras», y explicó de este modo la baja en el número de incidentes de su país: «Quienes se quieren suicidar os miran y desean volver a vivir». Qué cojones, ni Benny Hill. Como para palmearle la calva. Y no sé si es porque me acuerdo del presidente ruso a caballo con el torso descubierto, pedazo de macho, pero se me va la mente otra vez al cine Alba, porque hubo una cosa que me voló la cabeza, como dirían en la revista de rock 'Popular 1', algo inesperado en un mundo ligado al porno, donde buena parte de las 'tramas' se basan en el ejercicio de la violencia sobre el cuerpo de la mujer; a la salida había un maniquí masculino vestido con la camiseta de la selección española de fútbol... y el acomodador me invitó a que le tocara el paquete. Yo, sorprendida por que en su lugar no hubiera una muñeca de grandes tetas que estrujar, me atreví a palpar aquello. Tímidamente, vaya, no fuera a ser que... Pues a aquel pedazo de plástico se le iluminó el corazón. Mucho más de lo que podría esperarse de Putin. Y yo no sé si esto tiene algo que ver con el feminismo, pero lo cierto es que me pareció enternecedor.
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