Son cosas de niños... ¿y acaso de niñas no?
La identidad de género se adquiere en torno a los 4 años. Y ahí van a empezar a copiar lo que nos ven hacer a los adultos
La escena tiene lugar en los columpios del Guggenheim, en Bilbao, uno de estos domingos de verano que nos ha regalado septiembre. Un niño se ... entretiene haciendo girar una rueda amarilla en una plataforma, como si fuera un volante. Se acerca una niña, parejos ambos en la edad, en torno al año y medio, y le disputa el volante. Una escena normal. A unos metros, el abuelo del niño y la madre de la niña observan divertidos el tira y afloja de los pequeños. Se miran y se sonríen porque no cede ninguno. Entonces la niña suelta el volante, abraza al niño y le da un beso. Y él la empuja. Otra escena absolutamente normal. Pero el abuelo se apura un poco: «Es un chico, ya sabes... Los chicos son así». Y sí, es normal que empuje, porque los bebés a esa edad se empujan, se muerden, se quitan el chupete uno a otro, se abrazan... Pero lo hacen los niños y las niñas, sin distinción. Porque con año y medio no han adquirido aún roles de género.
Prueben si no a dejar un balón de fútbol en el parque, verán que corren hacia él igualmente niños y niñas. Y dejen ahora una sillita de bebé de juguete. La cogerá el que más corra, el que llegue antes. Póngale un 'txori' en el pelo a una niña, que seguro que el amiguito querrá que se lo pongan a él también. Pero entonces intervendremos los adultos y le diremos al niño que no, que el 'txori' «es para la nena». Y si el niño le quiere arrebatar la sillita a la niña pues igual tampoco le dejamos, que para eso tiene el balón. Si seguimos poniendo ejemplos no tardaremos en llegar al del abuelo del Guggenheim que disculpaba el empujón de su nieto «porque es un chico», como si las chicas no empujaran.
Esto es una anécdota, no hay que ponerse exagerados. Pero es una anécdota muy llamativa. Que tiene mucho con ver con otra escena, también observada en otro parque de Bilbao, hace solo unos días. Un grupo de niños suben como gatos por unas cuerdas, se tiran por el tobogán, se rozan las rodillas por el suelo. A unos metros, tres niñas de la misma edad, 5 o 6 años, juegan con una maletín rosa a pintarse las uñas. Ellas llegarán a casa con las rodillas inmaculadas y los deditos pintados de colores. No pasa nada porque unas crías se pongan uñas de plástico. El problema es que los niños no se las ponen porque son varones, porque a los 6 años ya han asumido que eso es «cosa de chicas». Y seguro que han dejado de decir en casa que les pongan 'txoris' en el pelo por la misma razón.
Antes incluso, porque la identidad de género se adquiere en torno a los 4 años. «A esa edad aproximadamente, mediante el juego simbólico comienzan a imitar comportamientos del entorno. Por ejemplo juegan a papás o mamás empujando un carrito y el niño y la niña reproducen lo que observan», explica Mariola Bonillo, psicóloga sanitaria del Centro de Psicología Área Humana de Madrid. Esto es, hacen lo que nos ven hacer a los mayores. «Imitan los comportamientos que observan y con los que se identifican, cumpliendo los adultos de referencia un papel esencial». De ahí la importancia de que los adultos les ofrezcamos «la oportunidad de conocer juegos no solo asociados tradicionalmente a su rol de género. Por ejemplo que los niños jueguen con muñecos, con disfraces o pinturas de uñas y las niñas con coches, con el monopatín o al fútbol».
Y es que no hablamos solo de jugar: «Sin ser muchas veces conscientes de las limitaciones al desarrollo de habilidades y experiencias, vamos transmitiendo ideas estereotipadas a traves de la elección de las actividades lúdicas, elementos de juego y modos de interacción que diferencialmente se fomentan y toleran en niños y niñas», añade Marta Giménez, colega de Bonillo en el centro de Madrid.
De ahí que al abuelo le pareciera «normal» que su nieto empujase a la niña. Habría que ver si le parecería tan «normal» si hubiera sucedido al revés, si la que empujara fuera la niña. Eso en lo que respecta a las actitutes y modos de interacción. Pero hablaba la experta también de limitar el desarrollo de habilidades. Y a propósito de esto comentaba una bloguera feminista que la fama de la mujer mala conductora probablemente tenga mucho que ver con que las niñas nos hemos pasado buena parte de la infancia jugando quietaa a pintarnos las uñas y hacer peinados a las muñecas, mientras los chicos escalaban y corrían, lo que mejora indudablemente la visión espacial.
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