Una obra de una artista vizcaína en mi tripa de embarazada
Es un arte que solo dura unas horas y cuya finalidad no es más que pasar un buen rato e inmortalizar este momento único. Pero ¿no es cierto que un embarazo es efímero si lo comparamos con el resto de nuestras vidas? ¿Y no lo es también el parto y, sin embargo, lo recordamos siempre?
La maternidad es un punto de inflexión, la futura madre se transforma por completo y deja atrás a la mujer que era para convertirse en ... una versión de ella que desconocerá, y no es exagerar, hasta pasados al menos dos años de crianza. En este instante más que nunca es legítimo buscar lo que le nutre, lo que le hace bien, lo que le resulta fácil. No es momento de dejar que otros decidan por una. Cada embarazo trae una serie de aprendizajes muy intensos. Una toma conciencia de cosas que desconocía, que nadie le había dicho abiertamente, y que la llevan por una gestación mucho más conectada, consigo misma y con su bebé. Basta fijarse en las palabras de algunos expertos, investigadores, filósofos, terapeutas… Todos desde ámbitos muy distintos llegan a la misma conclusión. «Si me insisten en que les diga cuál es el descubrimiento social más trascendental de estos dos últimos siglos, no tendré más remedio que responder el impacto insospechado en su vida de adulto de lo acontecido al bebé desde el vientre de la madre», dijo en una ocasión el divulgador catalán fallecido en mayo Eduardo Punset. La psicoterapeuta brasileña Evania Reichert, especialista en el estudio de la relación entre las etapas de la infancia y la formación del carácter, cree que «la paz en el mundo comienza en el vientre de la madre»; el prestigioso neurólogo holandés Dick Swab sostiene que «gran parte de lo que somos está establecido desde el vientre materno» y la doctora francesa Claude Imbert, creadora de la Terapia de la Vida Intrauterina, asegura que «el vientre de la madre constituye para todos una escena en la que se va a desarrollar durante nueve meses una secuencia fundamental, un primer acto esencial, una vida antes de ver la luz. Armonía o tragedia, sinfonía o disonancia, el resto de la existencia dependerá de ellas».
También hubo un filósofo muy conocido en los años 60, Omraam Mikhaël Aïvanhov, que en sus múltiples conferencias proponía al gobierno que creara espacios «muy cuidados» para las mujeres embarazadas. Estaba convencido de que si las gestantes podían pasar todo el tiempo rodeadas de belleza, de poesía, leyendo, paseando y escuchando música, acudiendo a encuentros donde aprender cómo vivir durante la gestación -sobre todo, cómo trabajar con sus pensamientos y sus sentimientos sobre el niño que iba a nacer-, entonces en esas condiciones de armonía traerían al mundo «hijos luminosos, libres, destinados a hacer el bien y a trabajar a favor de la humanidad». Omraam afirmaba que durante los nueve meses de la gestación la madre no solo trabaja en la formación del cuerpo físico del niño, sino también sobre las condiciones favorables o desfavorables para el desarrollo de lo que ese bebé será el día de mañana. A partir de ahí proponía que para influir favorablemente durante la gestación sobre él, la madre debía comunicarse con el bebé con el pensamiento, la voz, los sonidos, el movimiento y el tacto. Y he aquí donde podría enmarcarse la labor de la polifacética artista vizcaína Lola Kabuki, que entre sus variadas labores, ofrece una manera de crear un espacio de comunicación entre madre e hijo, además de un momento único e inolvidable para la madre.
Lola Kabuki dibuja paisajes y estampas de todo tipo sobre el vientre de mujeres embarazadas, generalmente en su último trimestre de gestación, como si de un lienzo se tratara. Utiliza pinturas muy ligeras y no tóxicas fácilmente borrables con una simple toallita desmaquilladora o con una ducha. Primero en un boceto, antes de dar forma al concepto final, pinta lo que las madres, en base a su historia personal, le piden, en la gran mayoría de los casos en connivencia con sus parejas. Lo mismo flores, que árboles, paisajes, una escena japonesa, animales, mandalas, letras, ositos, arco íris... Después sobre la barriga, jugando con el volumen y notando con sus pinceles los movimientos del bebé, a quienes parece hacerles especial gracia el momento de matizar los detalles con un pincel pequeño. «La piel es un lienzo inmejorable. Es maravillosa. Aparte de que el tono es diferente en cada persona, durante el embarazo está muy estirada y tensa. No sería lo mismo que pintar sobre un brazo, por poner un ejemplo. Este, por qué no, es mi particular homenaje a la maternidad y a la madres, una forma de mimarlas en uno de los momentos más cruciales de sus vidas. Soy artista y quiero que el dibujo que salga sea bonito, pero también que la mujer se sienta especial, cómoda, y tenga un subidón en un momento en el que quizá ya no se siente cómoda en su cuerpo y con sus formas, cuando una mujer solo piensa que su barriga es la más grande, la más pesada y la más picuda de todas las que ve y está asustada por lo que está por venir y por si todo saldrá bien«, explica.
Una experiencia «única» que puede ser un gran regalo para futuras amatxus. Se trata de elegir una temática y sentarse a disfrutar de un rato delicioso. La tarifa básica es de 85 euros e incluye el boceto para enmarcar y la sesión de fotos (frontales y laterales). Sentarse ligeramente reclinada -una silla de oficina es ideal- y sentir el cosquilleo de un pincel en la tripa hasta el punto de quedarse dormida. «Antes de que la primera piedra fuese grabada, el ser humano ya aplicaba pigmentos sobre su cuerpo», explica Lola Kabuki. Y lo hacía, continúa, para afirmar su identidad, señalar su entrada en un nuevo estado o grupo social, definir una posición ritual o sencilla y llanamente como puro adorno. Arcilla y pigmentos naturales para la piel los utilizan aún hoy indígenas de Australia, Nueva Zelanda, algunas islas del Pacífico y parte de África. El uso de tintes de henna también es otro ejemplo de pintura corporal que todavía se lleva en India y Oriente Medio, en especial entre las novias a punto de contraer matrimonio. Actores y payasos de todo el mundo han pintado sus rostros y cuerpos a veces durante siglos, y continúan haciéndolo en la actualidad... A Lola Kabuki le gusta recordar que no es maquilladora. «De hecho, mira cómo voy, no me maquillo nunca, ¡solo la raya y fatal! Pero no, no tiene nada que ver. Yo lo hago como si fuera un cuadro. Mezclo los colores en la paleta, utilizo pinceles de acuarela y no brochas de maquillaje, hago el boceto previo en tinta, acuarela y en papel, y la forma de esquematizar y desarrollar el dibujo es exactamente igual que el papel. Marcar las líneas, el boceto, ir rellenando, luego los detalles«.
Pero además de la pintura esta especialista en tinta y acuarelas, además de escritora ocasional, intenta transmitir «mucha confianza» a las madres que no se ven, en la etapa final del embarazo, atractivas. «Hablamos un montón, me cuentan sus preocupaciones, se sienten entendidas. Como cuando vas a la peluquería y te sueltas... También me gusta que participen. 'Mira, tengo dos azules, cuál prefieres? Me gustan los dos. Pues vamos a mezclarlos', les digo». Durante la sesión de pintura, las mujeres suelen elegir estar acompañadas de amigas, de sus parejas o de sus otros hijos. «Tengo que decir que a los padres les encanta y les cuidan a ellas un montón. Bastantes veces suelen ser ellos los que se han puesto en contacto conmigo porque le quieren dar esta sorpresa a la mujer a la que aman«. Y Lola Kabuki les compensa también a ellos, pintándoles parte del dibujo sobre el dorso de la mano, por ejemplo, que luego, a la hora de tomar una fotografía del resultado final, colocan sobre la tripa de la madre para que se vea también. »Cuántas fotos hacemos cuando nace el bebé, pero antes, ¿qué pocas, verdad? Este puede ser un buen recuerdo del periodo previo al parto y el nacimiento«, explica Kabuki. »Hay mujeres que esperan al último trimestre, pero si tienen una tripita bien formada con cuatro meses, también es un buen momento para pintar«, indica. Rapidez, precisión, artesanía, sensibilidad, son cualidades del trabajo de Lola Kabuki. »Yo soy la típica persona que ve una bolsa de plástico movida por el viento y se queda mirando«, reflexiona. Esto es lo que se llama la mirada de artista, ¿no? »La pintura corporal más compleja que he hecho es una mandala muy geométrica y llena de líneas rectas en diferentes direcciones y curvas. «Quedó preciosa, pero me dio migrañas, ¡se lo dije a la madre! Pero ella quedó muy contenta y eso es lo que vale», bromea esta pintora.
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