Bertín Osborne y la revolución del brilli-brilli
Mientras el cantante carga contra las 'feminoides' y nos invita a hablar de Irán, nosotras preferimos narrar lo que sucede en México, donde el MeToo ha tomado las calles con un símbolo muy especial
Tras el parón vacacional de agosto, retomamos la actividad semanal de esta humilde y combativa sección de «feminoides de pancarta», según la curiosa terminología que emplea el inefable Bertín Osborne ... . Claro que si le hacemos caso, qué necesidad tenemos de hablar de feminismo, si total no hay violencia de género, ni nos asesinan ni nos violan, ni se nos discrimina laboralmente, ni existe la brecha salarial ni el techo de cristal, ni la trata de mujeres ni la prostitución, ni soportamos el peso de los cuidados a los dependientes y en el hogar, a costa de nuestro desarrollo profesional, ni somos despedidas cuando nos quedamos embarazadas o queremos conciliar, ni se nos juzga constantemente por nuestra apariencia física, ni siquiera somos invisibles en ningún ámbito laboral... Bobadas de privilegiadas del primer mundo. Ya lo dice Carlos Saura: con tantas reivindicaciones absurdas acabaremos odiando a los hombres y arrojándonos al lesbianismo como si no hubiera un mañana. Que a veces ganas dan, así se lo reconozco, señor Saura, desde mi condición de heterosexual sin (hasta ahora) dudas.
En fin, Osborne nos aconseja, que a él le va mucho lo del mansplaining, que mejor si nos dedicamos a hablar de Irán, donde todavía lapidan a las mujeres, en lugar de desgastarnos hablando de España, donde las mujeres vivimos en un matriarcado de ensueño. También podría haber elegido como ejemplo México, un país que conoce muy bien y donde los derechos de la mujer son pisoteados cada día hasta límites insoportables pero ay! a ver si se le enfadan los prebostes locales y se le acaba el negocio de las rancheras.
Porque el país norteamericano vive estos días su particular MeToo, una movilización histórica que ha puesto en el foco de la opinión pública mundial la tremenda vulneración de derechos humanos que sufren las mexicanas. Cada día mueren de media diez mujeres (ya suman más de 1.200 desde enero) mientras las denuncias por delitos sexuales han aumentado un 20% en lo que va de año en un país donde la impunidad es casi total: el 95% de los delitos quedan sin resolver. Las estadísticas hablan por si solas: seis de cada diez mexicanas han vivido un incidente de violencia y cuatro de cada diez han sido agredidas sexualmente, ante la indiferencia de las autoridades del país. Tanto es así que muchas víctimas renuncian a presentar denuncia, ante el temor a ser agredidas de nuevo por los agentes.
Todo ello en un contexto cultural profundamente machista, en el que las mujeres son vistas como «seres de segunda para los deseos y servicio de los hombres», asegura Ivonne Acuña, académica de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana. «Ha aumentado la violencia de manera muy preocupante mientras los gobiernos han permitido la impunidad. Todo eso se ha traducido en un contexto en el que cualquiera puede transgredir la ley«, señala.
La gota que colmó el vaso fue la violación de una joven de 17 años a comienzos de mes por cuatro policías en el interior del coche patrulla tras salir de una fiesta. Y las mujeres mexicanas dijeron basta: bajo el lema 'No me cuidan, me violan', una multitudinaria manifestación salió a las calles de la capital y llegó hasta la Procuraduría General de Justicia (PGJ). En ese momento, el secretario de Seguridad Ciudadana, Jesús Orta, salió a hacer unas declaraciones a los medios de comunicación (prometiendo una investigación transparente, «sin proteger a nadie»). Una manifestante, a la que no debieron convencer sus palabras, le lanzó una nube de purpurina rosa sobre su cabeza y hombros.
Un hecho que no habría pasado de ser una mera anécdota si no fuera por la desmesurada reacción de Orta, que tomó el gesto como si en vez de un poco de brilli-brilli se hubiesen lanzado un cóctel-molotov. Corrió a resguardarse en las instalaciones de la Procuraduría y aseguró que no estaba dispuesto a dialogar «en un ambiente de violencia y agresiones«. Para arreglarlo, la gobernadora de la ciudad, Claudia Sheinbaum, -una mujer, sí- salió en rueda de prensa a decir que la protesta había sido un acto de provocación y amenazó con procesar a las manifestantes que «vandalizaron« las instalaciones gubernamentales y »agredieron al funcionario«.
Fue como echar gasolina al fuego. Mujeres de todo el país apelaron en redes sociales a salir a las calles y extender por doquier la purpurina, o la diamantina, como se conoce por aquellos lares. Inopinadamente, el polvo rosa brillante se ha convertido en el símbolo de la lucha de las mujeres mexicanas. YouTube se ha llenado de tutoriales que muestran como elaborar este producto, que es muy caro, de forma casera y sostenible para el medio ambiente. Ya está en marcha la que se conoce como 'la revolución de la diamantina'.
La reacción de Sheinbaum y la manifiesta inoperacia del Gobierno de López Obrador han acabado con las esperanzas de los sectores más progresistas que confiaban que el primer presidente de izquierdas del país y la elección de unas mujer como gobernadora atajasen la ola de feminicidios. Pero nada ha cambiado. «La reacción de estos mandatarios ha sido la de siempre: culpabilizar a las mujeres. Se esperaba que este gobierno apoyado por gran parte de la izquierda hubiera, si no tenido resultados inmediatos, no seguido replicando el discurso machista», señala Blanca Juárez, del colectivo Políticamente Incorrectas.
Una manifestación posterior acabó con graves altercados, destrozos en el mobiliario público y pintadas en el monumento del Ángel de la Independencia. 'México feminicida», rezaba una de ellas «La rabia tuvo que encontrar alguna salida», justifican las promotoras de la marcha que ya hablan de la 'revolución de la diamantina' como un punto de inflexión en la lucha del movimiento feminista del país, que yaha tomado las calles. Y Bertín, de gira con su disco de rancheras, sin enterarse de nada.
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