Peleas infantiles, avaricia y desidia: así se gestó la tragedia del Titan
La vista oral que investiga la tragedia del sumergible que quería llegar al Titanic permite conocer una sucesión de errores y comportamientos temerarios que terminaron con el batiscafo y sus cinco tripulantes en el fondo del mar
La muerte de cinco personas en el sumergible Titan cuando descendían para contemplar los restos del Titanic no fue un accidente sino la consecuencia de ... una serie de malas decisiones adoptadas por causas prosaicas. Al menos, eso es lo que se deduce de la vista oral que ha comenzado en Carolina del Sur, donde la Junta de Investigación de la Guardia Costera de Estados Unidos trata de determinar qué sucedió el 18 de junio, cuando el batiscafo estaba a punto de alcanzar el pecio más famoso del mundo pero una implosión lo destrozó y mató a sus cinco pasajeros.
La clave, según los testimonios que están pasando por la Junta de Investigación, está en la personalidad de Stockton Rush, el millonario y aventurero que puso en marcha OceanGate, la empresa que organizaba los viajes al Titanic y que murió en ese último descenso. Y el testigo que está resultando más revelador es David Lochridge, ex director de operaciones marinas de OceanGate, un exempleado que tuvo duros enfrentamientos con Rush por la falta de seguridad de las misiones y acabó siendo despedido.
El más fuerte de todos los conflictos, y que define el carácter de Rush, tuvo lugar en el verano de 2016, cuando Lochridge y Rush viajaban en el Cyclops I, un submarino similar al Titan, para ver los restos del Andrea Doria, un trasatlántico italiano hundido en 1953 frente a Nantucket, Massachusetts. «Rush no debía estar a cargo de ese viaje pero, con tres clientes a bordo, comenzó a pilotarlo de forma temeraria», aseguró Lochridge. El dueño de la empresa estaba utilizando para gobernar la nave el mando de una Playstation, algo que había presentado como un avance en sus dispositivos.
«Avergoncé a Rusk delante de sus clientes»
«No me digas qué hacer», le respondió Rusk a Lochridge cuando le reprochó el peligro de su conducción. El millonario aceleró los impulsores del Cyclops I y «fue directo hacia el fondo, a toda velocidad. Cada vez que iba a quitarle el mando, él lo empujaba cada vez más lejos», explicó el exempleado. A bordo del submarino comenzó a vivirse una escena de pánico, con los pasajeros llorando. Cuando uno de los clientes comenzó a gritar, Rush lanzó el mando de la Playstation a su empleado. «Me golpeó en el costado de la cabeza», explicó Lochridge, quien agregó que el gesto airado del magnate estropeó el mando a distancia, por lo que tuvo que arreglarlo dentro de un sumergible que había perdido todo el control. «Conseguí reparar el mando y regresar. Los pasajeros aplaudieron a Lochridge. «Avergoncé a Rusk delante de sus clientes y eso fue un punto de inflexión en nuestra relación», aseguró.
Pero el exempleado aseguró que lo que se hacía en OceanGate era «todo menos ciencia». Y con una prioridad: «utilizar materiales baratos para reducir costes». Tanto según su testimonio y como el de otros aportados en la causa, la obsesión por el dinero de Rusk hizo que se reutilizasen materiales dañados o se recurriese a otros caseros para reparar un dispositivo que debía soportar presiones brutales a más de 4.000 metros de profundidad. Según los testimonios oídos en la Junta de Seguridad, la obsesión de Rusk era conseguir que otros multimillonarios pagasen los 250.000 dólares que costaba descender hasta el Titanic.
El testimonio más devastador sobre la falta de control de la empresa con el Titan lo ha revelado la Guardia Costera norteamericana, que ha presentado ante el tribunal un informe sobre todos los movimientos del Titan, desde su creación hasta el fatídico viaje. Además, ha distribuido el vídeo que muestra cómo se encontraron los restos de la nave. El documento de los guardacostas revela algunos datos desconocidos hasta ahora. Por ejemplo, los expertos han desvelado que entre el 2015 y 2016, cuando el Titan estaba en fase de ensayo, cuatro modelos del submarino fabricados con carbono acabaron dañados durante las pruebas de inmersión. Ante esos naufragios, Rush decidió utilizar unos anillos de titanio para reforzar el sumergible. Pero las nuevas pruebas se llevaron a cabo sin que ninguna autoridad independientes supervisara la nave Y eso que la Oficina de Navegación de Estados Unidos prohíbe utilizar la fibra de carbono en submarinos.
Pero los fallos que ignoró Rush no acaban ahí. En 2019, cuando el Titan ya estaba siendo utilizado en descensos, su armazón registró daños considerables causados por la presión a 3.000 metros, es decir, 840 metros antes de acercarse a la profundidad del Titanic. El dueño de la empresa utilizó entonces una nueva cabina de carbono, pero reutilizó los anillos de titanio del sumergible fallido. Además, decidió cubrir con poliuretano todo el submarino, lo que impedía que una inspección visual permitiera detectar grietas en la cobertura de carbono.
Un mes antes del desastre, el Titan y su plataforma aparecieron semihundidos mientras eran remolcados
En 2022, un año antes del desastre, el Titan realizó cuatro viajes al Titanic. En esos descensos se detectaron 48 fallos de todo tipo. Uno de ellos, por ejemplo, fue el colapso de las baterías eléctricas que permiten propulsar el sumergible. Tardaron 27 horas en rescatarles. Además, la investigación ha revelado que ese invierno, cuando no había previsto ningún viaje, el Titan fue dejado durante meses a la intemperie en un muelle. La desidia hizo que se abandonase durante ese largo tiempo a temperaturas bajo cero en el exterior.
En junio del 2023, cuando se retomaron los pasajes hasta el Titanic, la tragedia comenzó a insinuarse. Rusk había contratado el buque Polar Prince como nave nodriza para navegar hasta las coordenadas del Titanic. El Titan y su plataforma de lanzamiento no cabían en este barco, por lo que fue necesario remolcarlas. El 24 de mayo, tras una noche de niebla y mala mar, la plataforma y el submarino amanecieron semihundidos. Fue necesaria una reparación de urgencia para preparar el descenso.
El 18 de junio tuvo lugar el último viaje, en el que Rusk y cuatro pasajeros encontraron la muerte. Los fallecidos, además del millonario, fueron el francés Paul-Henri Nargeolet, Malish Harding, el magnate Suleman Dawood y su hijo Shahzada Dawood. Su último mensaje, cuando habían superado los 3.000 metros, fue «todo va bien». Ahora, la Junta de Seguridad trata de determinar qué sucedió tras esa última señal y determinar cómo se permitió navegar a un sumergible cuando todos los datos vaticinaban que viajaba hacia la muerte.
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