Mi padre me hablaba divertido de un hombre de su pueblo, al que no le gustaban nada los espectáculos de vaquillas, y que, para evitar ... un encierro, se alejó, contemplativamente, hasta el río. Sucedió que la vaquilla, a quien quizá tampoco le gustaran esos espectáculos, también condujo sus pasos hasta la ribera, con lo que el hombre terminó corriendo delante del animal. A veces, queda claro, viene el mundo a vernos. He recordado esta historia al leer sobre un grupo de personas que me tiene fascinada: los dinonegacionistas. Esta escuela de pensamiento no cree que los dinosaurios existieran.
Para validar su teoría esgrimen, entre otros argumentos, que los fósiles encontrados son falsos, y que si el cine ha logrado recrear los dinosaurios, los científicos también pudieron hacerlo. La ciencia no tiene mucho que decir al respecto, pero la filosofía sí ha encuadrado este movimiento, sin fundamento alguno, en la era posmoderna. Aunque su influencia es creciente, estos negacionistas se localizan, sobre todo y cómo no, en Estados Unidos, donde algunos padres, empecinados en que estas ideas son una amenaza para la educación cristiana de sus hijos, recogieron firmas para que cualquier asunto relacionado con los dinosaurios fuera retirado de los planes de estudio. Menos mal que por allí no se debe de hablar del pin parental.
Por supuesto, los dinonegacionistas se han dedicado a desacreditar a los paleontólogos, unos científicos que, tengo la impresión, han podido realizar sus trabajos más o menos tranquilos, ajenos a polémicas hondas. Los imagino en sus laboratorios, concentrados en restos de hace miles de años, dueños de la amplia perspectiva que debe de conceder la asunción del remoto transcurrir del tiempo. Sin embargo, una embajada majarona del mundo posmoderno ha querido ir a perturbarlos.
Hoy han sido los paleontólogos, pero mañana puede ser usted. No existe orilla tan alejada como para mantenerse a salvo de este tipo de embestidas. Tendría que haber, ya puestos, negacionistas de las vaquillas: sería divertido verlos correr delante de sus quiméricas teorías. Sé que eso es improbable porque al correr delante de un animal se cansarían ellos mismos, y todo parece indicar que ellos están más interesados en cansar a los demás.
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