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Instituciones y partidos exhiben unidad frente al olvido en el homenaje a Blanco
El Rey reivindicó en el acto el 'espíritu de Ermua', Pedro Sánchez insistió en que «hay que seguir contando la historia de Miguel Ángel» e Iñigo Urkullu consideró que «los que ampararon a ETA deben hacer autocrítica»
El 'espíritu de Ermua' regresó este domingo al lugar donde nació. Y lo hizo en el mismo clima de unidad con el que ciudadanos de toda España clamaron hace un cuarto de siglo por la libertad de Miguel Ángel Blanco, una exhibición de valores democráticos -instituciones y partidos dieron muestras claras de entender que este domingo no era el día para hacer política ni para alimentar polémicas- que sirvió para reivindicar la memoria de las víctimas como antídoto contra el olvido y como soporte moral para las generaciones más jóvenes que, como subrayó el Rey, no deben ignorar lo que pasó en aquellos «dolorosos» días de julio.
Veinticinco años después del secuestro y asesinato del joven edil popular a manos de ETA, la plana mayor del Estado de Derecho, libre ya de la amenaza etarra desde hace más de una década, se dio cita en la localidad vizcaína, de 15.000 habitantes y tomada este domingo por un despliegue de seguridad sin precedentes, para mirar al pasado como cimiento de un presente en paz y de un futuro de convivencia. Felipe VI, que tenía 29 años en 1997, la misma edad que Blanco cuando fue asesinado, dejó claro que fue aquel punto de inflexión «triste y desolador» el que «nos ha traído hasta aquí».
Y la memoria del camino transitado desde entonces, dijo, debe seguir viva para que el «valiosísimo significado» de aquellos días no se pierda. El Monarca recordó el lazo azul, las manos blancas, las manifestaciones, las vigilias, los ertzainas quitándose los verduguillos en un gesto «histórico y valiente» y puso en valor, en ese sentido, la rebelión cívica contra el terrorismo que cristalizó en Ermua como «una victoria de la conciencia colectiva de todo nuestro pueblo», un triunfo de «la dignidad y la moral frente al miedo y el terror», y «un ejemplo, en fin, de nuestra fortaleza».
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Por eso, abundó, en la hoy más madura democracia española «no nos podemos permitir» que quienes eran niños o no habían nacido entonces desconozcan un acontecimiento que «unió nuestra conciencia colectiva y contribuyó a asentar nuestra convivencia». «Sigamos, pues, perseverando para que lo vivido no caiga en el olvido, para que la unidad nos convoque en torno a nuestra historia reciente, para que el 'espíritu de Ermua' nos recuerde cada día el valor de la paz, de la vida, de la libertad y de la democracia», concluyó el Rey entre los aplausos de los centenares de invitados que se reunieron en el polideportivo que lleva el nombre del edil asesinado.
El homenaje de Estado, salpicado con vídeos didácticos sobre la sangrienta trayectoria de ETA, testimonios de las víctimas o un repaso a los colectivos cívicos y pacifistas que plantaron cara a la banda y con una ofrenda floral como epílogo, reunió sobre la cancha, además de a Felipe VI -a la Reina Letizia, con covid, «le gustaría haber estado»-, a Pedro Sánchez, Iñigo Urkullu, Meritxell Batet, Bakartxo Tejeria y Ana Otadui (presidentas del Congreso, del Parlamento vasco y las Juntas Generales vizcaínas). Al despliegue de autoridades, recibidas por el alcalde de Ermua, Juan Carlos Abascal, como anfitrión, se sumaron el delegado del Gobierno, Denis Itxaso; el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria, el exlehendakari Patxi López -no se vio a Ardanza, jefe del Ejecutivo vasco en 1997, ni a su sucesor, Juan José Ibarretxe, y tampoco acudieron finalmente ni Aznar ni González, ni Sortu ni Vox- y Alberto Ñúñez Feijóo que, pese a la difusa personalidad jurídica de la figura del jefe de la oposición, ocupó en todo momento un lugar preferente en el protocolo.
«Frente a la socialización del sufrimiento se impuso la libertad. ETA empezó a perder el día que mató a Miguel Ángel Blanco»
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno
«Debemos construir un futuro asentado en la verdad. Una verdad clarificadora, sanadora y reconciliadora»
Iñigo Urkullu, lehendakari
En la calle se escucharon abucheos a Pedro Sánchez, vivas al Rey y a las fuerzas de Seguridad y reproches políticos -de Carlos Iturgaiz y de Inés Arrimadas y de la propia Marimar Blanco- al presidente del Gobierno por sus pactos con Bildu. Sin embargo, de puertas adentro del recinto deportivo, el tono fue en todo momento mesurado e institucional.
«Altura de miras»
Se notó el acuerdo tácito para no desviar la atención de lo principal, el recuerdo a Blanco y a la otra víctima de ETA en Ermua, Sotero Mazo. Andoni Ortuzar, presidente del PNV -partido al que le han salpicado los reproches por negarse a dedicar una calle en Vitoria a Blanco- colgó un tuit con una foto con la hermana del edil en el que recalcaba que «no es día para buscar las discrepancias sino para actuar con generosidad y altura de miras» y deseaba que el acto sirviera como «vacuna» que destierre para siempre la violencia.
«Exigimos que la memoria democrática reconozca una historia del terrorismo con buenos y malos, víctimas y verdugos
Marimar Blanco, hermana de Miguel Ángel
«Están en auge los fascismos, populismos y nacionalismos retrógrados. La vacuna se llama respeto al diferente»
Juan Carlos Abascal, alcalde de Ermua
La evocación del valor democrático de la memoria fue el denominador común de los discursos que vertebraron el homenaje, sobrio y de poco más de una hora de duración, en el que la polémica por el protagonismo de Bildu en la mayoría que apoya a Sánchez o en el relato sobre la Transición -que Feijóo volvió a reivindicar- ni siquera sobrevoló los discursos, salvo el de la hermana del edil asesinado, que finalmente pudo tomar la palabra tras rectificar el alcalde socialista la escaleta prevista inicialmente. El presidente del Gobierno no citó ni de manera implícita a la izquierda abertzale; sí lo hizo, en cambio, el lehendakari al exigir «una reflexión valiente y una autocrítica sincera» a quienes «ejercieron y ampararon» el terrorismo.
Marimar Blanco, también diputada popular en la Asamblea de Madrid, sí aludió, sin citarlo, al acuerdo de Moncloa con la izquierda abertzale para extender la aplicación de la ley que en principio pretende resarcir a las víctimas del franquismo hasta 1983 a cambio de su apoyo. «Exigimos que la Memoria Democrática», dijo en alusión al título de la norma que Feijóo ha prometido derogar si es presidente, «reconozca la historia del terrorismo en nuestro país, una historia de buenos y malos, de víctimas y de verdugos». «La Justicia y la verdad deben ser siempre la prioridad de cualquier gobierno. Lo contrario ni es justo ni es decente», lanzó.
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