El eterno romance entre Buda y Pest

Un buen día, hace tiempo, las ciudades de Buda y Pest decidieron matrimoniar a pesar de los impedimentos del Danubio, empeñado en separarlas con su continuo fluir. Precisamente a orillas de este río aguarda uno de los recuerdos más emotivos de la visita a la capital húngara, 60 pares de zapatos de hierro fundido que recuerdan a los más 10.000 judíos asesinados allí. Pasear por la orilla del famoso cauce es una de las actividades preferidas por los turistas. Hasta el Puente de las Cadenas, custodiado por leones, reconstrucción del original, pues los alemanes lo destruyeron en la Segunda Guerra Mundial, durante su retirada.

Hablando de agua, Budapest, que desde julio estará conectada con un vuelo directo desde Bilbao, es la reina de los balnearios; ninguna otra capital del mundo cuenta con tantos termales. Preservan una atmósfera especial que los hace parecer museos. Casan con el exterior, calles empedradas que han sobrevivido desde la Edad Media, inconfundibles tejados de azulejo, fachadas estilo Art Nouveau y toques de neogótico. La primera arquitectura húngara apareció en el siglo XV con el rey Matías. La metafórica esposa del matrimonio, Buda, abrió los brazos a su Palacio Real reconstruido atendiendo al Renacimiento temprano, aunque poco queda del original. A la iglesia de Matías, en la plaza Szentháromság, que conserva fragmentos de la original del medievo.

También dejó huella la ocupación turca desde 1541, en baños termales como los de Király y Rudas, o la tumba de Gül Baba a la que subir desde el puente de Margarita. Gran parte de Buda acabó arrasada, por eso iglesias como la de Santa Ana, en la plaza Batthyány, se construyeron en estilo barroco y culminaron con el esplendor clasicista de la reforma. Pero sería en el siglo XIX cuando la ciudad encontró su verdadera identidad. La Academia de las Ciencias y el Museo Nacional aparecieron en el lado del esposo, Pest, ennoviado ya con Buda mediante el Puente de las Cadenas.

A József Hild y Miklós Ybl debe la ciudad la neoclásica basílica de San Esteban; más de cincuenta años tardaron en levantarla. El segundo de estos arquitectos sumó la magnífica Ópera y el bazar Várkert, bajo el castillo de Buda. Frigyes Schulek firmaría el diseño de la neogótica iglesia de Matías y Halászbástya, el Bastión de los Pescadores. Y la famosa compañía Eiffel de París dibujó la estación de ferrocarril de Nyugati.

Después llegaría el precioso parlamento neogótico a orillas del Danubio, imaginado por Imre Steindl con inspiración en el palacio de Westminster. El amplio bulevar de la Avenida Andrássy, que lleva a la plaza de los Héroes. El monumento del Milenio, columnata con forma de media luna. A finales de siglo se impondría una nueva manera de ver el mundo, el Art Nouveau. Surgieron edificios con azulejos de Zsolnay, como el Museo de Artes Aplicadas; la Bedő Ház, que alberga la galería dedicada a este género, la Casa Húngara del Art Nouveau; el Hotel Gellért... Por eso el compendio de estilos arquitectónicos es amplio y engancha a gustos diversos.

Budapest ha engordado la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. Gracias a la vista de la ribera del Danubio y el distrito del Castillo de Buda, a la Avenida Andrássy y su entorno histórico. En la ribera aguardan los icónicos puentes. La zona patrimonio se extiende desde el de Margarita hasta el de la Libertad e incluye el complejo histórico del distrito del castillo en el lado de Buda y la Colina Gellért con la Estatua de la Libertad y la Ciudadela, así como el popular Balneario Gellért, el Parlamento, la sede de la Academia de Ciencias de Hungría, el Palacio Gresham, y el Pesti Vigadó. Busca tiempo porque el Distrito del Castillo de Buda bien merece un día. Y necesitarás un buen rato para recorrer la asombrosa avenida Andrássy, repleta de magníficos edificios.

• Temas
• Danubio