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Muchos viajeros prefieren alejarse de los manidos corredores turísticos de la ciudad para adentrarse en una experiencia de descubrimiento personal a través de la exploración ... de los inagotables exquisitos rincones de Nueva York.
De cara al verano, los visitantes de la Gran Manzana pueden aprovechar la ingente oferta de conciertos y festivales al aire libre que ofrece la ciudad en esas fechas, la mayoría gratuitos, como los conciertos del Summerstage 2025 que se celebran en Central Park. La lista de actuaciones se puede encontrar en su página web y es recomendable llegar con tiempo porque las colas se abarrotan rápidamente.
Otro espacio espectacular, en esta ocasión para comprar y comer bien, es el fantástico mercado de Chelsea, entre la Avenida Nueve y la Calle 14, enmarcado en una espectacular arquitectura brutalista que alberga docenas de puestos donde se sirven variedades culinarias gourmet de todo el mundo. La oferta gastronómica -desde tacos japoneses, noodles asiáticos y pizza neoyorquina pasando por marisco y pescado- se funde con tiendas de ropa y curiosidades como el bazar marroquí, joyerías y el mercado de pequeños agricultores locales.
No muy lejos, entre Chelsea y el Greenwich Village pegado al río Hudson, se encuentra uno de los distritos más hip de Nueva York: el Meatpacking. Literalmente, el área de empaquetamiento de carne, habitado en otros tiempos por cientos de plantas y mataderos, con grandes edificios industriales, que fue reconvertido en uno de los barrios con más actividad de la ciudad. Con sus adoquines en las calles, el distrito acoge algunos de los bares y restaurantes más elegantes de la ciudad, clubes nocturnos de alfombra roja, y exclusivas tiendas de moda.
El barrio alberga también el popular parque elevado, el High Line, construido sobre una línea local de ferrocarril abandonado, que invita a un paseo vecinal relajado entre plantas por encima del trasiego de vehículos y comercios de la calle. Al pie del High Line Park se encuentra el Museo Whitney de arte contemporáneo, una joya escondida que alberga a grandes como Andy Warhol y Edward Hopper.
Con todo, algunas de las mejores cosas de Nueva York no cuestan dinero. El ferry a Staten Island, ida y vuelta, es siempre una apuesta segura para contemplar la espléndida bahía de Nueva York con vistas a la famosa estatua de la Libertad, tanto de día como al atardecer. El South Ferry supone un paseo (gratuito) sobre el agua de una media hora, y sale de la calle Whitehall el sur de Manhattan.
Para los más intrépidos, y con tiempo para descubrir nuevas experiencias, también hay disponible un ferry diferente, con salida en el Pier 11 de Wall Street. El barco, que cuenta con unas tarifas asequibles, lleva a la famosa Coney Island, cantada por Lou Reed, con el icónico parque de atracciones en la playa construido originalmente en 1906, además de docenas de bares para comer y tomar cerveza o cocktails. Su última parada lleva a la Rockaway Beach de los Ramones, en total una hora de viaje, sede de la radiante comunidad de surferos en un lado de la playa. Al otro lado, a apenas unos bloques, los chiringuitos de marisco más apetecibles del mundo.
Un salto al norte de la city, sitúa al visitante en Harlem, un distrito repleto de historia y cultura, poblada de sitios de copas como el Red Rooster, y tiendas étnicas africanas. Entre los lugares para comer, destaca el legendario restaurante Sylvia, fundado en 1962 por Sylvia Woods y su esposo, Herbert Woods, que ofrece un espacio culinario dedicado al Soul Food. Ubicado en Lenox Avenue, o Avenida de Malcom X, no lejos del no menos legendario Teatro Apolo, el establecimiento brinda la «comida del alma», la cocina étnica de los afroamericanos del sur del país, que incluye desde el popular pollo frito y macarrones con queso, hasta marisco y costillas a la barbacoa, y los domingos, brunch con góspel.
El domingo precisamente se puede ver a muchas familias vestidas para ir a misa en las diversas iglesias de Harlem, donde se puede apreciar la profunda espiritualidad de la comunidad negra, y los coros de música góspel como expresión de su historia, cultura e identidad. Una de las más conocidas es la Abyssinian Baptist Church, donde el servicio religioso empieza a la 10 de la mañana, al igual que en el Bethel Gospel Assembly.
Las iglesias piden a los visitantes llegar con tiempo, ir vestido apropiadamente, ser respetuoso con el servicio religioso, que no es un espectáculo, sino una misa, y quedarse hasta el final. Y no olvidemos que la Avenida está poblada de sitios de copas como el Red Rooster, y tiendas étnicas africanas.
Otra experiencia no menos edificante en los días de buen tiempo, es cruzar andando o en bicicleta el icónico Puente de Brooklyn. La línea de peatones (y la de bicicletas) ofrece un paseo espectacular tanto de día como durante la puesta de sol, con vistas inigualables del skyline de Manhattan y de los fabulosos puentes colgantes sobre el río Este.
La ciudad ofrece un servicio de bicicletas citibikes (https://account.citibikenyc.com/map). que se pueden alquilar y devolver en numerosos puntos de la ciudad, con la que se puede recorrer numerosas rutas, incluido el Central Park.
Una vez en Brooklyn, debajo del puente se extiende el distrito de Dumbo, otro vecindario reinventado sobre los vestigios de las icónicas grandes estructuras de producción de la era industrial y ahora apropiado por startups de empresas de la tecnología puntera. Una ubicación ideal donde se ruedan docenas de películas.
Entre las calles de adoquines y algunas de las mejores vistas de la ciudad, el distrito alberga el increíble centro St. Ann's Warehouse, en el antiguo depósito de tabaco, que ofrece teatro de vanguardia y actuaciones musicales justo debajo del puente. Repleto de restaurantes, música en vivo, galerías y mercados al aire libre, lo más sorprendente de esta zona es que aloja las gigantescas patas de los puentes de Brooklyn y de Manhattan, en una visión casi surreal que hace parecer 'pequeños', en comparación, a los grandes edificios y las calles que los rodean.
Entre los sitios para visitar en este barrio destacan el Time Out Market, repleto de puestos para comer, el mercado abierto de arte The Archway, debajo de las patas del Puente de Manhattan, el Brooklyn Flea, mercado de las pulgas bajo el arco de la pata del puente de Brooklyn. Y como no, el parque de Brooklyn Waterfront, ideal para un picknick bajo el sol con vistas supremas a los puentes y a Manhattan.
En la noche, unos de los secretos mejor guardados es Smalls que, como indica su nombre, es un pequeño gran club de jazz alojado en un sótano de la Calle 10 en el Greenwich Village, con actuaciones en vivo del mejor jazz neoyorquino todos los días de la semana. Cerca del legendario The Village Vanguard, se diferencia de todos los demás establecimientos por ofrecer sesiones de jam de late night hasta las 4 de la mañana.
En estos conciertos se congregan los mejores músicos que se sueltan en improvisaciones únicas, el público se entrega a ellos y los bartenders son generosos. Un sitio modesto donde de cuando en cuando se deja caer alguna celebridad sin que nadie se alborote, incluido el presidente de Hungría. Y a diferencia de otros sitios, lo que pasa en Smalls, no necesariamente se queda en Smalls.
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