A correr la rosca en los Picos de Europa
Espinama (Cantabria) ·
Me van a decir que soy un santero porque viajo entre romerías y templos varios, pero no es el caso. Por si acaso pido disculpas ... anticipadas a quienes las cuestiones de fe ofenden, pero lo que me atrae de estos lugares son las convocatorias para el feliz encuentro entre paisaje y paisanaje. Que algunos rituales relacionados con la tierra, con la naturaleza viva, con la luz o con la salud, tengan como marco parajes incomparables nos recuerda la importancia de cuidarlos, tanto las celebraciones como sus escenarios, porque son una herencia de valor incalculable.
Valga este pretexto para asomarnos en la fecha singular del calendario del 2 de julio venidero al santuario natural de los Picos de Europa. Allí, en el marco que dibujan las calizas de la Peña Vieja en el macizo central y las alturas del Jiso en el oriental, se descubre en una pequeña colina de las inmensas praderas de Áliva un pequeño templo dedicado a la Virgen de la Salud. Tiempo atrás, desde el siglo XVII, la ermita se dedicaba a San Pedro Advíncula, pero un joven de la localidad lebaniega de Pembes que marchó a buscar fortuna a Sevilla volvió a su tierra trayendo una imagen de la Virgen de la Salud. Posada se apellidaba el jándalo y pronto consiguió que la virgen encontrara cobijo en la ermita de Áliva y en adelante se le celebrase fiesta cada 2 de julio.
El paraje es de quitar el hipo, la celebración entrañable porque reúne en un bonito encuentro social a muchos vecinos de los 33 pueblos del valle de Camaleño y ocasión para saludarse de año en año y propone los retos necesarios para que los jóvenes se midan ante sus próximos.
La romería se inicia a media mañana con una ofrenda floral a la Virgen seguida de una misa a la que se asiste a distancia, pues en el templo apenas cabe una decena de personas. Después se hace girar a la Virgen llevada penosamente en andas en un largo círculo en el que parece bendecir tanto la ermita como el derredor de montañas que la envuelven. Termina el capítulo religioso con el beso del escapulario de la Virgen de la Salud; y seguro que los fieles le piden también este año que aparte de otros dolores les cuide de las pandemias.
Lo social viene después: al son de flauta y tamboril se celebran concursos de canciones y de baile de jotas antes de la comida campestre. Aquí y allá se montan mesas, manteles sobre la hierba o se ponen las posaderas en el suelo para comer de bocadillo o fiambrera.
De tarde el rellano de las Siete Fuentes, un poco más abajo de la ermita, se convierte en pista deportiva. Se compite una carrera popular, pero debe haber un mínimo de seis participantes. Le llaman «gran maratón», pero son apenas unos kilómetros con salida del templo y vuelta por el campo mayor, el Castillín y el Campo de la Redondida, todo en el entorno de las praderías de Áliva. No acaba ahí la fiesta; hay carrera de caballos, otra vez tiene que haber al menos seis y por fin se juega La Rosca, carrera singular muy arraigada en Camaleño donde hay varias fases de eliminatorias en distancia de 150 metros disputadas por parejas. Además de premios dinerarios el trofeo máximo final es una sarta de rosquillas que sirve de meta y arco triunfal a quienes participan. Antes de comenzar el descenso al valle habrá partido de fútbol, merienda al eco de gaiteros y piteros y, para quienes aguanten todavía, se reza un entrañable rosario final.
Lo de 'correr la rosca' es un juego que se repite por muchos rincones de Aragón y el Pirineo, pero pocos lugares tienen cimas de semejante belleza como las que en los Picos de Europa circundan a la ermita de Áliva. El 2 de julio, no lo olviden.
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