El castro es más que una mano de bronce
A veces es bueno que la tierra cubra y esconda durante cientos de años la historia antigua. Es bueno porque estando escondida queda a salvo ... de ser manipulada, reutilizada y reconvertida en vete a saber qué. En Irulegi, el castro y castillo de la cima de Lakidain, ha sucedido así. Lakidain es una colina bien alta, lo suficiente para dominar una amplia geografía; se protege por el norte de un cantil natural de roca, y hace más de dos mil años sirvió a una pequeña población de humanos para ubicar allí su estratégica y protegida morada.
Ya en el siglo XXI los vecinos de la comunidad de Aranguren empeñaron no poco esfuerzo en desenterrar una fortificación que allá arriba estaba casi bajo tierra. En auzolan y con ayuda después de los arqueólogos pusieron a nuestra disposición la estructura de un castillo que vigila como nadie la geografía de la capital navarra, también el corredor del Arga y alcanza a mirar al Pirineo en una vista panorámica inolvidable.
Del castillo se supone que ya podía haberse construido una torre antes, una de las que Abd Al-Rahman arrasó en su asedio a Pamplona en el año 924. Los muros que se ven ahora no son tan viejos, solo de tiempos de Sancho el Fuerte, los primeros levantados en 1230, luego reforzados en la década de 1370 durante las guerras de los reinos de Castilla y Navarra. Y después la historia registra un sin cesar de apropiaciones y asaltos, como los vividos entre agramonteses y beumonteses en el siglo XV. Es curioso pisar aquellas piedras, trepar por sus muros, asomarse a los miradores... Eso es lo mejor, mirar y contemplar sabiéndose bien protegidos.
En Lakidain está el castillo, claro; pero hay mucho más. Toda la colina es un almacén de materiales históricos; porque antes que los musulmanes, antes que los guerreros medievales, tuvieron morada ahí arriba algunos vascones. Se asentaron en la ladera que mira a la solana al pie de la cima hace más de dos mil años. Entonces, en el siglo I antes de nuestra era, andaban también por la comarca enzarzados en sus peleas de poder vinculadas a las guerras civiles de su imperio los generales romanos Pompeyo y Sartorio. Lo sabemos porque en Irulegi quedaron, cómo no, enterrados, un buen número de glandes y flechas de ballesta con la firma de sus regimientos. ¿Por qué? Porque allí hubo batalla.
Además había más cosas entre los objetos que han venido sacando a la luz los arqueólogos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi desde el año 2018. Pasaron el «georadar» para fisgar bajo tierra antes de comenzar a arañar la corteza y vieron que había muros, a continuación los desenterraron y entre ellos fueron sacando monedas, restos de cerámica, muchas flechas.
Allí siguen cada año los de Aranzadi rascando el suelo, animados desde que en 2021 apareció una chapa de bronce, rara y única: la mano de Irulegi. Cuando el 18 de enero de 2022 Carmen Usúa, la restauradora que había contratado el Gobierno de Navarra, retiró un poco del óxido que cubría el metal apenas se creía que allí hubiera algo grabado en un lenguaje que no reconocía: escrito entre otras cosas, en un signario paleohispánico, se puede interpretar algo así como «sorioneku». Eso sí, los arqueólogos sellaron sus labios durante un año; ni siquiera en casa habían dicho lo de la mano.
La mano de Irulegi fue una revolución entre los arqueólogos; otro es que allí se ha encontrado la primera escalera de un poblado del hierro en el Pirineo Occidental. Tiene siete peldaños.
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