Nuevos reverendos

Que medio siglo después Colin Kaepernick, que en principio solo era 'quarterback' de los San Francisco 49ers, decidiese arrodillarse en señal de protesta mientras sonaba el himno de Estados Unidos antes de un partido de fútbol americano tiene también su explicación. La dio él mismo: «No voy a mostrar orgullo por la bandera de un país que oprime a la gente de color». Y añadió que eligió arrodillarse en vez de quedarse sentado para mostrarles respeto a los veteranos del Ejército. Su ejemplo prendió en muchos deportistas y todo se incendió cuando Trump dijo conciliador que había que echar de las ligas a «esos hijos de puta» que no escuchaban el himno de pie.

Que estos días, después de que un policía asesinase a sangre fría a un hombre negro en Minneapolis, quienes se arrodillen sean, entre otros, tres policías nacionales en Cádiz, siete jóvenes aspirantes a estrellitas en el plató de 'Operación Triunfo' y algunas decenas de militantes de Sortu en Pamplona es algo que ya no me puedo explicar recurriendo a Luther King, sino más bien a los King, el matrimonio que hace series como 'The good fight' y parece apostar por que el motor inmóvil de nuestra realidad es siempre un 'bot' ruso con ganas de enredar.

Vaya por delante que no habrá motivo más justo para manifestarse que la lucha contra el racismo, pero ese postureo con el Atlántico de por medio es exagerado. ¡Y es apropiación cultural! Que parece Arnaldo Otegi a punto de convertirse al Islam, como Muhammad Ali o Kareem Abdul-Jabbar, harto de lo que el hombre blanco les hace a sus hermanos. También, claro, es gracioso. Recuerda a las fantasías americanizantes de 'Bienvenido Mr. Marshall'. En concreto a la del cura, que soñaba que una procesión de Semana Santa se le volvía una encerrona del Ku Klux Klan y terminaba el hombre declarando ante el Comité de Actividades Antiamericanas. Un desbarajuste, vaya. O la fantasía de quien se ve defendiendo las causas más nobles del modo más heroico, pero en sueños.

Normal que Pedro Sánchez quiera convertir en «estructural» eso de reunirse con los presidentes autonómicos. Si se nota que están pasando cosas preciosas ahí. Trece domingos después, los presidentes serán ya como una gran familia. Y estarán deseando verse. Urkullu y Revilla, por ejemplo, no aguantan más. Y el día 15 levantan la frontera. No se sabe si ese mismo día quedarán para encontrarse en Sodupe o en Poblaciones, pero yo creo que quedan seguro. «No hay dos territorios con más relación humana», ha dicho Revilla, que a estas alturas a Pablo Motos el único fallo que le encuentra es no ser vasco. El lehendakari quiere que Navarra y La Rioja se unan sin dudarlo a la apertura de fronteras. En un movimiento diplomático de gran sutileza, ayer Urkullu le felicitó por adelantado el Día de La Rioja a la presidenta Andreu y a todos «los riojanos y las riojanas». ¿Cómo van a resistirse a eso? Con lo bonito que es llevarse bien.

Lo confirman los jueces: las sanciones por saltarse el confinamiento no tienen recorrido legal. Interior ordenó a los agentes multar por el lado de la desobediencia y la inmensa mayoría de los multados no desobedeció a nadie. Solo se fueron para casa cuando el agente les dijo que no podían estar en la calle. Pues se han puesto 30.000 multas en el País Vasco. Eso es un bosque menos en la Amazonia. Y puede ser la avalancha de expedientes que haga que los juzgados se vengan directamente abajo, a poco que el ciudadano cabreado se anime a pleitear.