El bar del Casco de Vitoria que apuesta por tradición con toques exóticos

En julio del año pasado la calle Pintorería vivió la inauguración de la ampliación del Barrón. Se trataba del estreno de un nuevo espacio del local, antes la Perfumería Manolo, que desde entonces es parte del establecimiento y acoge eventos de todo tipo, como conciertos. Está muy bien ubicado, en plena zona de vermú y copas. Los dos espacios están conectados por una puerta. El Barrón es un clásico de la almendra medieval vitoriana. Es un punto de encuentro de gente de todas las edades para picar, cenar o tomar unos vinos o combinados. La calle fue creada en la ladera del cerro en el siglo XIII, y en el número 30 vivió y murió Justo Antonio de Olaguíbel, el arquitecto autor de, entre otras obras, la construcción de los Arquillos, ideados por él para sortear el desnivel y conectar la ciudad medieval y el Ensanche moderno.

Rubén Freile, el propietario del establecimiento, sabe que por estos lares lo que se lleva es el picoteo, pero que también el menú del día es una opción para los muchos transeúntes que trabajan por la zona. El menú consta de primero, segundo y postre, que pueden ser regados por un Rioja Alavesa, y entre sus platos nos podemos encontrar salmorejo cordobés, fideuá de pescado y marisco, marmitako, vieiras y langostinos a la plancha, alcachofas en salsa verde con almejas y gambas… entre otras exquisiteces. Luego está la carta, donde hay ensaladas muy originales, como la de chipirones con sal de jamón y piña; la de pato con mango y virutas de foie; o la César clásica, con pollo y una salsa especial de la casa.

También hay raciones, como la de jamón ibérico con pan y tomate; la ensaladilla rusa especial con gambas; las patatas bravioli; o los famosos nachos del Barrón. También sirven provolone a la plancha con rúcula; calamares fritos a la andaluza con alioli; croquetas de jamón ibérico; alitas de pollo con salsa tártara; o una estupenda parrillada de verduras con olivada y queso de cabra. Las verduras también las pueden poner en tempura con salsa teriyaki, y hay huevos rotos con jamón u hongos y tiras de pollo con mayonesa de chili dulce. Vamos, platos tradicionales pero con un toque exótico o diferente que los hace más atractivos para los comensales.

Hay muchos clientes que optan por los bocadillos, y aquí también innova el cocinero. Por ejemplo, con el llamado Rock&roll, que es un brioche con costilla de ternera deshuesada. Hay uno de solomillo de pato que va combinado con queso Idiazabal; y otro de jamón ibérico, con tomate de la huerta y aceite de oliva virgen. La hamburguesa la sirven de ternera y completa; y hay un vegetal de pollo, y otro de presa ibérica con salsa de queso de cabra y cebolla caramelizada. Hay una opción de tacos que pueden ser de pollo o de verduras.

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