Muere a los 44 años Miguel A. García, figura central de las músicas de vanguardia en Bizkaia
El artista, que sufría ELA, dio forma a una obra inabarcable y dinamizó la escena a través de iniciativas como el club Le Larraskito o el Zarata Fest
Es imposible interesarse por las músicas de vanguardia en Bizkaia sin toparse, más pronto que tarde, con el nombre de Miguel A. García. Además de dar forma a una obra inabarcable, con multitud de referencias repartidas por sellos de todo el mundo, Miguel Ángel, Mikel, ha ejercido de incansable dinamizador: venía a ser el punto donde se cruzaban todos los caminos, el elemento aglutinador que se multiplicaba en mil colaboraciones e iniciativas, el nudo que enlazaba a los miembros de una escena minoritaria pero tremendamente activa y unida. El artista nacido en Vitoria y afincado en Bilbao, sometido en los últimos tiempos al despiadado avance de la ELA, ha fallecido a los 44 años.
Los mensajes en las redes sociales dan testimonio no solo de su importancia como creador, sino también de esa generosidad que le llevó a impulsar la carrera de tantos colegas. «Siempre ha sido mentor de muchos músicos, era una persona capaz de influir profundamente y tenía una visión especial para captar el talento de la gente y valorarlo de manera adecuada», elogia Hugo Clerins, de Sub Rats y Driellya, que el año pasado publicó un disco en colaboración con él.
Con más de dos décadas de actividad, Miguel A. García presentó su música en lugares como París, Nueva York, Tokio, México o Moscú. A él mismo le resultaba difícil encuadrar una obra que abarcaba distintas facetas de lo que podríamos llamar música experimental y que podía pasar de la brutalidad del noise extremo a la delicadeza de sutiles texturas ambientales, o incluso se extendía a las composiciones interpretadas con instrumentos acústicos.
«Tomo cosas de muchas escenas diferentes, de muchas estéticas distintas», resumió en el monográfico que le dedicó en 2013 el programa 'Ars Sonora', de RNE, donde también desarrolló el peso que tenía en su trabajo la improvisación. «La mayoría de los materiales que utilizo en las composiciones proceden de improvisaciones previas. En mi cabeza, la única diferencia entre composición e improvisación es la posibilidad de revisar el material: en improvisación pura y dura, lo que haces se queda», explicaba.
Sus incontables trabajos, a su nombre o con seudónimos como Xedh, el más conocido, aspiraban a brindar una «experiencia íntima, inmersiva e intensa» que estaba muy emparentada con sus estudios de Bellas Artes en la UPV. Y es que la mejor manera de 'explicar' su estilo más personal es en términos pictóricos o escultóricos, con sonidos organizados de manera «intuitiva pero rigurosa» para envolver al oyente en paisajes sugerentes, a veces más contemplativos y otras más abruptos y agresivos.
En cualquier caso, ese núcleo estilístico daba lugar a diversas facetas, con influencias que podían ir desde el black metal hasta Xenakis y que se articulaban a través de diversas formaciones (como Baba Llaga o Emaztegaiak, por citar un par), de 'ensembles' de configuración variable y de colaboraciones que sirven como 'quién es quién' de la escena vasca e internacional. Su producción consta de cientos de discos: solo el año pasado, pese al deterioro ocasionado por la enfermedad, lanzó once referencias nuevas.
Esa tupida red de contactos ya da una idea de su papel esencial como dinamizador, en su calidad de fundador del club Le Larraskito, director del Zarata Fest y coordinador de Hotsetan, el programa de música experimental y arte sonoro de Azkuna Zentroa. «Ha sido un catalizador, de lo más importante que ha pasado por aquí en arte sonoro, experimentación y electrónica de vanguardia. Ha colaborado con tantísima gente que sería imposible recapitularla. Y tenía esa capacidad de juntar a personas para hacer cosas, aunque no nos conociésemos de nada: insuflaba energía, generaba, combinaba propuestas, nos iluminaba el camino», resume Yeray Portillo, Radithor, del sello Eclectic Reactions y el fanzine 'Uhin'. «Nos ha unido a todos».
