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Areso y Gehry posan ante el Guggenheim en 2014. Íñigo Sierra Gómez

Ibon Areso: «Me quedo con la espinita de un segundo edificio de Gehry en Bilbao»

El excalcalde recuerda el «milagro» del Guggenheim y el especial vínculo del arquitecto con la ciudad

Sábado, 6 de diciembre 2025, 13:35

En la memoria de Ibon Areso, la persona que mejor conoce la transformación de Bilbao, el nombre de Frank Gehry está unido a la palabra « ... milagro, baraka como dicen los árabes». Dentro del largo y complejo proceso que fue necesario para relanzar la ciudad hubo algo que se salió del guion, algo que «desbordó las mejores expectativas» de las instituciones vascas: el inmenso éxito de un edificio que Philip Johnson, el primer arquitecto en recibir el premio Pritzker, definió en 'The New York Times' como «el mejor de nuestro tiempo». «Aquello nos puso en el mapamundi y eso no es programable», destaca el exalcalde de Bilbao. Se creó un vínculo especial entre la ciudad que «le debe tanto» y el arquitecto que hizo aquí ·«la obra de su vida».

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Se conocieron en 1991, cuando Gehry ya había recibido el premio Pritzker y Areso dirigía la oficina del Plan General de Bilbao, a punto de integrarse en el equipo de Josu Ortuondo como concejal de Urbanismo. Meses antes de las elecciones, entabló contactos «discretos» con una serie de arquitectos para planificar el desembarco de la Fundación Guggenheim. El lugar que más convenía a los responsables municipales era La Alhóndiga, porque les permitiría zanjar el «cisma terrible» generado por el proyecto del cubo que acabó con la dimisión de Gorordo. Además, «el suelo era de propiedad municipal y podíamos ponerlo a su disposición inmediatamente».

Sin embargo, cuando Gehry se asomó a Bilbao desde Artxanda señaló la Campa de los Ingleses, «que entonces estaba ocupada por el puerto y la fábrica de maderas. «Él dijo: el sitio bueno es este» y a nosotros nos temblaron un poco las piernas porque los recursos del Ayuntamiento no eran muy poderosos». Así empezó el milagro que Gehry plasmó «con trazos muy etéreos. Un gesto arquitectónico interesante y novedoso que no sabíamos cómo se iba a materializar». Trabajaba «en el espacio» y para trasladar esas formas al papel utilizó «un programa creado para el diseño del avión 'Mirage', que permitía pasar de la maqueta a los planos en vez de hacerlo al revés». Y logró algo incluso más difícil, «hacerlo en precio, un aspecto que hoy está bastante olvidado. Había diseñado otro edificio de escamas, el auditorio Disney, y los americanos no se atrevían a construirlo porque decían que no se podía controlar el presupuesto ni el plazo. Cuando se hizo el de Bilbao, ellos también dieron el paso».

En lo personal recuerda a un hombre «amable y normal. Hay personajes más complejos como Calatrava, que puede ser muy simpático pero de vez en cuando se te sube a la peana y se pone la corona de laurel». Gehry y él se tenían «un cierto cariño» aunque hablaban siempre con intérprete porque Areso estudió francés y no sabe inglés, lo que no le ha impedido recorrer los cinco continentes como embajador de la transformación de Bilbao. Ese afecto hace más dolorosa la «espinita» que se le quedó clavada: «que no tenga un segundo edificio en la ciudad». Es algo que también le dolía al arquitecto tal como explicó en la entrevista concedida a EL CORREO con motivo del 25 aniversario del Guggenheim: «No me han vuelto a llamar para hacer ningún otro edificio y han pasado 25 años. Podian haber cogido el teléfono, ¿no?», lamentaba.

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En realidad, según explica Areso, hubo algunos contactos que no llegaron a fructificar. El solar elegido era el del antiguo IFAS en Mazarredo, que durante años fue albergue y hoy acoge un hotel y viviendas de lujo. Era una parcela de Bilbao Ría 2000 por la que se interesó Naturgas, que acabó instalándose en General Concha. Corría el año 2008 y «el proyecto se vino abajo por la crisis». Se planteó después «que Gehry hiciera un levante de un edificio de dos plantas con la perspectiva del final de la calle Ajuriaguerra, pero tampoco fue posible», recuerda Areso, que esta semana ha sido nombrado Ilustre de Bilbao. Ya tenía el título de cónsul de la ciudad, que también recibió el arquitecto canadiense. Bilbao le demostró su gratitud con un gesto «absolutamente atípico», el puente que lleva su nombre en Zorrozaurre. «No recuerdo a nadie que haya entrado vivo en el callejero de la ciudad», destaca. Fue la última voluntad de Iñaki Azkuna, dedicar el primer puente de la isla «al arquitecto que hizo en Bilbao su mejor obra».

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