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La novia que encontró su vestido en Bilbao
Cecilia, la novia que viajó cuatro veces desde México para hacerse en Bilbao su vestido soñadoEsta mexicana de 33 años se enamoró de un diseño nupcial del modisto vizcaíno Eder Aurre que vio en una revista y no dudó en recorrer más de 8.000 kilómetros para que fuese él quien firmase su vestido de novia
A veces, el destino se presenta de manera inesperada. Para Cecilia Ávila, una joven mexicana de 33 años, esa sorpresa llegó hace tres años en el hall de un hotel en Madrid, a las once de la noche del 28 de octubre. Mientras esperaba a hacer su 'check-out', vio entrar a Charles de la Monneraye, un marinero mercante francés de 34 años, alto rubio y de ojos azules. «Él no podía comunicarse bien, y como yo sabía francés, le ayudé a registrarse en el hotel», cuenta Cecilia, quien dirige su propio negocio de viajes de autor. Al cruzar miradas, una sonrisa cómplice iluminó su rostro, y la chispa fue instantánea. Fue como si siempre se hubieran estado buscando. Tras ese primer encuentro, salieron a tomar algo, sin imaginar que esa sería la primera de muchas noches inolvidables juntos.
A pesar de los miles de kilómetros que los separaban, el amor entre Cecilia y Charles siempre encontró la manera de acercarlos. Desde el inicio de su relación a distancia, él en Francia y ella en España, supieron que lo suyo era especial. «Nos mantuvimos a distancia toda la relación», confiesa la joven emprendedora. Sin importar los obstáculos, el francés recorría ocho horas de viaje cada vez que podía para estar junto a Cecilia en Madrid, como una prueba constante de su compromiso.
Con motivo de su segundo aniversario, Charles viajó a México para pedir la mano de su amada a su padre. Con su bendición, el joven capitán organizó una propuesta mágica en El muelle de San Blas, el de la canción de Maná, en el estado de Nayarit. Al atardecer, con el cielo teñido de tonos dorados y el sonido del mar de fondo, el «sí» marcó el inicio de un nuevo capítulo en sus vidas. Para celebrar este momento tan especial, la pareja organizó una boda civil en el rancho familiar de Cecilia el pasado 28 de octubre, donde 250 invitados compartieron su alegría. «Todo salió precioso, tal y como lo imaginábamos».
La ceremonia católica tuvo lugar el pasado 29 de junio en un lugar lleno de historia y encanto: el impresionante Château des Ormes, ubicado en el pintoresco pueblo de Les Ormes en Francia. Este elegante castillo del siglo XVII ofreció el escenario ideal para sellar su amor en una celebración cargada de significado y tradición. «Nos casamos allí porque los padres de Charles viven cerca y porque la historia del castillo es fascinante», explica Cecilia, resaltando la conexión con el lugar.
La joven empresaria siempre soñó con un vestido de novia «clásico, elegante y atemporal» que fuera un claro reflejo de su personalidad. Así comenzó su travesía por las boutiques y ateliers de España, un recorrido que le llevó a probarse un sinfín de vestidos hasta que encontró una publicación en una revista de un vestido de Eder Aurre que reunía todo lo que estaba buscando para ella.
Decidida a que él fuera el encargado de crear su vestido, escribió al joven diseñador y, desde el primer instante en que cruzó la puerta del atelier del portugalujo, sintió una conexión especial. Viajó en cuatro ocasiones desde México para materializar su sueño. «Ver a Eder fue como encontrar a un verdadero artista. Mientras me escuchaba, él iba dibujando, capturando cada detalle de lo que había soñado. Fue una experiencia que jamás olvidaré», expresa la novia.
El resultado fue una creación que parecía salida de un cuento de hadas: un hermoso vestido de corte clásico elaborado en delicado crepé de seda. La prenda contaba con una larga cola desmontable de casi cuatro metros que danzaba con cada paso que daba la novia. «Creamos ese faldón de casi tres metros para lograr el efecto de una novia clásica y atemporal. Quería un diseño que se integrara perfectamente con el lugar donde se casaba y que reflejara la belleza del entorno», añade el diseñador. Para completar este mágico look nupcial, Cecilia llevó un velo de tul de seda, que aportó un toque de romanticismo.
Las majestuosas paredes del château crearon un ambiente mágico que convirtió el pasado 29 de junio en un día verdaderamente especial. En este hermoso entorno, Cecilia se vistió al lado de su padre, luciendo pendientes prestados de una de sus hermanas y zapatos del mismo tono blanco que el vestido. Para completar su look, llevaba un encantador ramo de rosas blancas con eucalipto atado con un lazo azul. «Casarte es como ver una película. Se prepara con tanta antelación y expectativas que resulta impresionante. Cuando llegué, ya estaba el cura junto a los pajes con las arras listos para entrar», recuerda. Entonces fue cuando Cecilia se encaminó al altar, decorado de manera sobria y elegante, del brazo de su padrino. Detrás del cura, los monaguillos y los pajes, vestidos con trajes de la marca madrileña 'Teresa y Leticia' y con coronas artesanales elaboradas por indígenas de su región en México.
Un gaitero, mariachis...
«Cuando llegué al altar y Charles me miró, me dijo: 'El vestido es preciosísimo y tú estás preciosísima'» recuerda. «Fue impresionante, porque me dedicó una mirada muy bonita, inocente y mágica; me enamoré más de él». La ceremonia se ofició en francés y estuvo marcada por guiños a la familia, como el gaitero que hizo un pequeño homenaje a sus raíces asturianas y mexicanas tocando a la salida de los novios las canciones 'Cielito lindo' y el himno de Asturias.
El cóctel fue un festín de sabores franceses, un menú exquisito que deleitó a los 300 invitados, pero la esencia de la cultura mexicana no podía faltar en esta celebración. La entrada a la cena estuvo llena de alegría gracias a un vibrante grupo de mariachis, cuyas melodías animaron el ambiente. «La gente se volvió loca con ellos», ríe. Además, el evento estuvo amenizado por un grupo de jazz, creando una atmósfera elegante y festiva.
El momento del baile fue inaugurado al ritmo de un tradicional vals vienés por la novia y su padre, quienes habían tomado clases para hacer de ese instante algo especial. Después, se unió a su ya marido, con el que compartió un tradicional vals de Strauss creando una atmósfera única en el castillo. «Después, todos se unieron a bailar junto a ellos», recuerda la novia. Esta hermosa apertura marcó el inicio de una celebración que continuó hasta las 4 de la mañana, repleta de risas, alegría, bailes... y 30 botellas de tequila. «Todos se veían felices de celebrarlo y de estar con nosotros. Fue un sueño hecho realidad, un sueño perfecto», recuerda Cecilia su boda con Charles, un día en el que no solo celebraron su unión, sino también el mágico camino de coincidencias que les llevó a encontrarse. Tras un día repleto de emociones, la pareja partió hacia una luna de miel de 18 días por Japón, donde iniciaron un nuevo capítulo en su historia.