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Sexo en Nueva Bilbao (XI)
Conozco a Josu en el Berbalagun, vamos a mi casa... y tengo sexo por primera vez después del divorcioKarri Bilbao
Viernes, 17 de enero 2025, 00:45
Cada viernes, Karri Bilbao nos comparte las historias y experiencias que vive con sus amigas. Tras años de convivencia en pareja han regresado a las noches (y tardeos) de la villa.
En la búsqueda de la felicidad tras el divorcio, surgen extraños compañeros de viaje. Así, sobre todo durante los primeros meses, aparecen y desaparecen personas que nada tienen que ver con el entorno conocido hasta la fecha. Lo mismo quedas con una compañera de trabajo con quien apenas tienes trato que con una amiga de la infancia que no veías en décadas o con un vecino con quien coincides la víspera con la excusa de hablar sobre desavenencias en la comunidad. Es lo que tiene romper la secuencia de una vida predecible (y cada cosa más o menos en su sitio), por otra que ha de construirse desde los cimientos en su práctica totalidad; plagada de novedades, contrariedades e incertidumbres, al menos en mi caso.
Así, la composición de las cuadrillas que se crean en esta etapa es variopinta y en la adaptación está la clave para sobrellevarlo. Con ese pensamiento quedo con el grupo que ha surgido del Berbalagun, compuesto por ocho completos desconocidos con el nexo común de practicar euskera aprendido siendo adultos. Nos citamos en La catedral de la cerveza, local ubicado en el Casco Viejo, con el propósito de realizar una cata sin utilizar el castellano. De edades muy distintas, la inercia nos junta a los de cuarenta y tantos para arriba. Entre un zurito y otro, la conversación fluye a todos los niveles, da igual el B1 que el C1, la cosa es no olvidar cómo emplear el nor-nori-nork y las baldintzak, además de encontrar un plan que te llene el sábado a partir del mediodía. Termina la cata y continuamos cuatro de ronda por la Plaza Nueva. En el Sorginzulo ponemos bote con la intención de prolongar ronda hasta la tarde, euskera mediante.
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Pedro y yo estamos divorciados, Josu es soltero veterano y Begoña casada desde hace veinte años. Nos dan las cinco y, por compromisos varios, nos quedamos solos Josu y yo con nuestra lengua materna de regreso a la conversación. Propone continuar por Marzana y callejeamos entre locales que nunca había visto antes. Entramos en el Contenedor para curiosear entre muebles y objetos mientras pienso que Josu podría ser algo más que un amigo. Me gusta. No tenemos prisa por marchar a casa y cenamos en Dando la Brasa. La sinceridad pone sobre la mesa una confidencia que me hace sonreír; Josu verbaliza que podría enamorarse de mí. Y lo cierto es que hoy me da igual que sea verdad o mentira. Nos besamos al salir del restaurante y le digo que vayamos a mi casa.
Abrazados de camino hasta el portal, caigo en la cuenta de que será el primero que entre en mi cama tras divorciarme. Segura de perder la virginidad en el divorcio con un conocido reciente, me importa poco cómo se gana la vida, su edad e incluso si está o no casado. Al despedirme de Josu a la mañana siguiente con un largo abrazo, ni siquiera intercambiamos números de teléfono. Algunos lo llamarían sexo, otros amor efímero. Qué más da cómo lo denominen unos u otros. Es bonito sentirse libre y querida, enamorarse, aunque solo dure un día...
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