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Laura González | Iñigo Aguiriano | Mirari Artime | Leire Pérez
Martes, 29 de abril 2025, 19:31
Lanestosa, Ondarroa, Arrigorriaga... Son los últimos pueblos que recuperaron el servicio eléctrico este lunes después del gran apagón que golpeó a toda la Península Ibérica. ... EL CORREO ha visitado estos lugares para conocer cómo vivieron sus vecinos estas horas. Algunos, con angustia. Otros, son resignación. En Las Encartaciones, en cambio, ya están acostumbrados.
La jornada del lunes fue especialmente dura para los habitantes de Basauri y Arrigorriaga, dos de los municipios de Bizkaia que más tarde recuperaron la luz. En la cabeza de comarca la red eléctrica recuperó su funcionamiento de forma escalonada según sus barrios. En el centro llegó en torno a las 20.00 horas, un poco más tarde en Ariz, alrededor de las 20.45 horas en la zona de Basozelai y por último a las 20.30 horas en San Miguel. En el caso de Arrigorriaga la situación fue más angustiosa si cabe, porque la luz natural se había ido ya mucho antes de que se recuperase la energía. Un buen número de vecinos de la localidad se fueron a dormir sin saber todavía si al día siguiente podrían volver a la normalidad.
A Román, vecino de Basauri, el apagón le pilló en un supermercado haciendo la compra. «Al principio pensamos que era una cosa del lugar, pero pronto nos enteramos que era en todo el país», comenta. Para él, como para otros habitantes del centro, la situación no fue especialmente angustiosa. «Yo seguía teniendo WhatsApp e incluso pude llamar a una de mis hermanas, aunque se oía muy mal», señala. Destaca, eso sí, como en muchos lugares del pueblo sí se vivieron momentos de verdadero agobio. «En el portal de mi hermana una señora se quedó atrapada en el ascensor durante más de una hora. Un ertzaina vino con destornillador grande, pero no pudo abrirlo hasta que llegó un pintor que había trabajado en ascensores y tenía una llave con la que consiguieron sacar a la mujer», relata.
Román comenta que algún negocio, como una frutería, pudo mantener la actividad, «cobrando en metálico y haciendo las cuentas con una calculadora» aunque esta no fue la tónica general en el pueblo. Jose, presidente de la Asociación de Comerciantes, cuenta «que fue un día perdido para todos los establecimientos». «Es una pena, porque fue un día de sol, que suele animar a la gente a salir a la calle y comprar» se lamenta. Al principio hubo algo de incertidumbre entre los comerciantes, aunque cuando se supo el alcance del apagón la mayoría decidió cerrar. «Algunos que tienen el TPV eléctrico no podían siquiera abrir la caja para cobrar en metálico y otros tuvieron que dejar la persiana abierta». Destaca, eso sí, el buen comportamiento de la gente. «Nosotros no tenemos constancia de que se haya reportado ningun robo o acto de vandalismo».
En Arrigorriaga la situación fue muy diferente. Sin luz ni conexión a internet y con la red móvil saturada los vecinos vivieron un día agobiante, imposibilitados de comunicarse. Laura Arnaiz es profesora de gimnasia rítmica en la localidad y tenía una clase programada para la tarde. «Yo baje al polideportivo para ver si se podía dar el curso pero estaba cerrado. Intenté avisar a las familias porque en esa zona me llegaba algo de cobertura» cuenta. El problema fue especialmente grave para los vecinos que trabajan en otras localidades. «Algunos conocidos mios no pudieron llegar hasta las 20.00 horas porque no había trenes y las carreteras estaban colapsadas» señala.
En algunos negocios sí consiguieron conservar una relativa normalidad. Es el caso de la Taberna Elizondo, donde su dueño, Joseba Zuazo, logró mantener el restaurante abierto y dar de comer a sus trabajadores y a algunos clientes habituales. «En Arrigorriaga solemos tener cortes de luz, es bastante frecuente, pero siempre son cortos, no como este».
La situación fue muy diferente cuando se fue la luz del sol. Pedro San Juan, un vecino de Bilbao cuyos padres vivien en Arrigorriaga, se desplazó hacia el municipio a la noche, ya que no había podido contactar con ellos en todo el día. «Del río hacia Zaratamo había luz, pero Arrigorriaga era como una burbuja de oscuridad. Por la calle iba la gente con la linterna del móvil. La sensación era de mucha angustia, no se oía nada, como si estuvieras enclaustrado, encerrado». Por fortuna, la normalidad regresó durante la noche y algunos vecinos de Arrigorriaga se despertaron con la feliz noticia de que la energía había vuelto. Pocas veces encender un interruptor había provocado una sensación tan satisfactoria.
Lanestosa es el último pueblo de Bizkaia, y este lunes fue uno de los últimos en recuperar el suministro eléctrico después del apagón, sobre las 21.00 horas. Una jornada difícil que sin embargo en este enclave, que linda con el valle de Soba, en Cantabria, se vivió «casi como un día más», recalcan con cierta sorna los vecinos. Y es que llevan años padeciendo cortes, que se prolongan durante varias horas y que afectan también a las telecomunicaciones, debido al «mal estado de la línea y a la falta de mantenimiento», tal y como ha denunciado el Ayuntamiento. Una situación que se repite de la misma manera en Carranza.
«En cuanto se levanta algo de viento estamos ya esperando a que se nos vaya la luz», repiten los parroquianos con resignación. «Todos tenemos un hornillo portátil y los ganaderos un generador», cuenta el dueño de uno de los pocos bares que se encuentran abiertos en Lanestosa. «Estamos más que acostumbrados a que suceda, tienen que renovar la línea, pero esto nos ha dejado un poco descolocados al enterarnos que había afectado a todo el país», comentaba este martes Alfonso López, antes de destacar que en Ramales de la Victoria, en Cantabria, habían tenido luz «tres horas antes». A su lado, en un banco a la sombra en un cruce del pueblo, Esther Crespo aseguraba que ella había comido «un bocadillo», y Nagore Llano, vecina de Zalla, había dejado ya preparado el camping gas en casa por si tuviera que volver a utilizarlo. Elementos que muchos guardan al fondo de un armario, para ir de campo con la familia, y que en esta zona de Bizkaia tienen a mano.
La alcaldesa de Lanestosa, Belén Fernández, ha asegurado a este periódico estar asustada por la situación. «Cuando se fue la luz pensaba que estaban poniendo algún poste, pero recibí un mensaje de una persona de Iberdrola con la que suelo estar en contacto, por los problemas que tenemos, y ya me dijo que era a nivel nacional. Al principio tenía miedo por la depuradora, pero todo ha ido bien». Gracias a un generador, que ya han usado en otras ocasiones, los 25 usuarios de la residencia de Gorabide de Lanestosa apenas se enteraron del apagón, que duró unas nueve horas. «Pudimos hacer vida casi normal, tener luz, cocinar... Los cuidados básicos estuvieron cubiertos, lo único que no podíamos era llamar, no podíamos avisar si se producía alguna emergencia», cuenta a EL CORREO su directora, Raquel Ranero, junto a los trabajadores Aintzane de Cos y Fernando Martínez. «Por suerte teníamos esa alternativa pero no sabíamos cuánto iba a durar y tuvieron que venir a cargar el depósito y también esta mañana, por si se volvía a repetir». Al tener personal de la zona solo faltó una trabajadora y durante toda la mañana han respondido a mensajes de familiares interesándose por los residentes.
Frente a la residencia viven Laura Bellón y su marido, Juan Ignacio Crespo, de 84 años. «Esto es un desmadre, nos tienen abandonados, pero la situación de ayer fue muy rara», comentaban en el jardín de su casa. «A mí me pilló con las vacas que tenemos para dar leche, pensaba que se había fundido una bombilla, y tuve que poner el generador». En casa su mujer estaba usando el microondas y de repente dejó de funcionar. «Tenemos chapa de leña y nos podemos apañar, pero tenía miedo de que esto se alargara y se estropeara todo lo que tenemos en el arcón. También pensaba en los mayores que viven solos y que no podían avisar a nadie», declara Laura, antes de recordar una situación en la que llegaron a estar tres meses sin luz, sobre 1950. «Esto es pecata minuta para nosotros», bromean. «Ayer ya teníamos las velas y las linternas preparadas, para pasar otro día como tantos muchos».
En Carranza, donde también llegó la luz sobre las 21.00 horas, se vivió la misma situación. Acostumbrados a quedarse sin luz y sin teléfono «varias veces al año», muchos pudieron comer caliente al tener en sus casas todavía estufas de leña o de butano, como es el caso de Manuel García. En la carnicería Lombera, pensaban que era otro corte «de los habituales», pero tras esperar quince minutos decidieron cerrar su negocio. «Lo metimos todo en la cámara, que aguanta unos días sin problemas». «Todos por aquí tenemos en casa estufas, hornillos, focos ya cargados con baterías, velas, pilas... Estamos más que preparados».
Debido a las muchas incidencias sufridas en el municipio, el más extenso de Bizkaia, el consultorio cuenta con un grupo electrógeno, que les permitió poder atender a los pacientes con normalidad. «El teléfono e internet no funcionaba pero las llamadas de emergencia que entran al 112 nos llegan a la emisora, así que más o menos se pudo trabajar como un día normal», apuntaron a este periódico. En la taberna Juantxu, en el barrio de Concha, a falta de televisión echaron mano de la radio, la que suelen encender en cada apagón. «La gente nos pedía que pusiéramos las noticias, para ver qué es lo que había pasado», cuentan tras la barra María Idoia Afanador y Virginia Flores.
En Ambasaguas el bar La Parada dio el lunes comidas con normalidad, al contar con gas. «Se formaba mucho humo al no poder usar la campana y vino gente a pagarnos hoy, porque ayer no se podía», cuenta Zuny Salinas, la encargada del local. Comiendo este martes, al igual que ayer, estaban Víctor Manuel Ortiz e Isidro Olazabal, chóferes de tractor en Carranza. «En el campo nosotros no lo notamos, trabajamos como otro día cualquiera, casi todos los ganaderos tienen generadores. Al venir a comer ya vimos que no había luz, y comimos como siempre, pero sin patatas fritas y sin café», bromean.
En Carranza, al igual que en otros municipios de Las Encartaciones, el apagón del suministro afectó a las carreteras al quedarse bajadas las barreras del tren. Éstas fueron desmontadas en la localidad hasta que se dio aviso de que se reanudaba el servicio. En Zalla, punto con más cruces ferroviarios de todo Euskadi y de gran parte de la zona norte de España, las barreras provocaron un embotellamiento, obligando en muchos casos a los vehículos a hacer zig-zag como podían entre ellas para sortear las vías. «El pueblo estuvo colapsado», cuentan los vecinos, entre ellos Ángel Bonachea. «Hubo gente que se pasó más de 15 minutos esperando en el coche, a que se abrieran, hasta que les avisamos de que no había luz», relata Aitor Lezcano, dueño de la Cervecera Zalla, próxima a uno de estos cruces. El apagón, que le pilló con una cámara averiada, le obligó a tirar comida y a cambiar este martes el menú.
Los comercios y hosteleros de Ondarroa fueron de los últimos del territorio en recuperar la corriente eléctrica tras el apagón, que en general y en la mayoría de los casos no dejó grandes secuelas. En la panadería-pastelería Errota la mañana del martes se trabajaba con normalidad. Nada que ver con el trajín de la jornada del lunes. «Vendimos el doble de pan, no nos sobró nada, ni una sola miga», reconocen.
Los comercios y hosteleros de Ondarroa fueron de los últimos del territorio en recuperar la corriente eléctrica tras el apagón, que en general y en la mayoría de los casos no dejó grandes secuelas. En la panadería-pastelería Errota la mañana del martes se trabajaba con normalidad. Nada que ver con el trajín de la jornada del lunes. «Vendimos el doble de pan, no nos sobró nada, ni una sola miga», reconocen.
Además, añaden, «al no abrir las cámaras han aguantado perfectamente y la luz llegó justo cuando tenían que empezar a hornearse la bollería, por lo que hemos podido salvarlo». En el bar de la misma familia, en el Maddi, los pinchos ayudaron a amenizar las horas de espera. «Volaron», reconocen.
«Fue una locura, pero tuvimos que adaptarnos, hacer la cuentas de memoria, apuntar en el papel, servir lo que teníamos fresco y sobrevivimos», detallan.
El buen tiempo se convirtió en uno de los mejores aliados del histórico apagón. Y la terraza del Kulixka, en pleno paseo de Itxas Aurre de la localidad costera, estuvo repleta de gente durante buena parte de la jornada. «Para el mediodía, prácticamente habíamos vendido un centenar de pinchos», indican. Sus clientes aguantaron hasta que regresó la corriente eléctrica. «Lo celebramos como si hubiera ganado el Athletic», aseguran.
La coincidencia de tratarse de una jornada de lunes favoreció a restaurantes como el Sutargi. «Después de los servicios del fin de semana siempre queda menos comida», detallan. En el Eroski de Kamiñazpi, el pan fue uno de los productos que desapareció enseguida de las estanterías. «Los embutidos tampoco duraron mucho».
En cambio, la pescadería del puerto acusó mucho la ausencia de clientes. «La mercancía aguantó bien con hielo, pero fallaron las ventas», confiesan. «Cerramos con un saldo de 20 euros, pero hoy toca recuperarse», señalan.
En esa misma línea, se expresan desde la lonja de pescado que sortearon la falta de suministro eléctrico con generadores. «Pero al no haber ningún otro tipo de servicio de telefonía e internet y estar todo informatizado no pudimos seguir con las ventas y para los pesqueros también fue una jornada bastante liosa, algunos regresaron a casa, otros no sabían que hacer...», detallan.
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A falta de luz que permitiera encender las bombillas, cocinar e incluso darle al teclado del ordenador y sacar adelante el trabajo, los vecinos de Plentzia y Armintza– dos de los municipios vizcaínos que más tardaron en recuperar la energía, pasadas las 22.00 horas– fueron prácticos. Muchos de ellos cerraron la puerta de casa y se fueron a la calle. Algunos terminaron en las terrazas, en un día con temperaturas de verano. Testigo fue Beñat Latasa, propietario del bar Kaia, un mítico del poteo en el barrio costero de Lemoiz. «Sacamos las ollas de la cocina y las llenamos de hielos para mantener frescos los botellines, la gente salió más de lo normal, pasadas las 17.00 horas se llenó la terraza, estaba petada, una pasada, y hasta a tragos bebía la gente, más de lo habitual», afirmó ayer. Sin electricidad, les salvó el «gas de la cocina» para preparar más pintxos, que se vendieron como churros. «Hasta las 20.00 horas fue una pasada», relató.
El datáfono le dio tregua, como a otros muchos hosteleros, al marchar por «satélite». «La máquina registradora no iba, así que todas las cuentas de cabeza, pero sin problema», comentó ayer por la mañana a este periódico.
En Plentzia, otro clásico como es el restaurante Arrarte preparó «noventa comidas». «Teníamos lleno antes, es cierto que hubo gente que no pudo llegar, pero por lo normal trabajamos bien, eso sí, sin luz, abrimos hasta que anocheció y nos tocó fregar a mano», comentó Javi Zubeldia. En el mismo edificio se encuentra una pensión que lleva el mismo nombre. Salvaron por los pelos, porque dio la circunstancia de que no había personas hospedadas. «Tenemos calentadores eléctricos, pero no hubo otra, tuvimos suerte que sí hoy llenamos las habitaciones», aseguró la propietaria del negocio Esther Arrarte.
Al ser lunes, día de descanso para muchos bares y restaurantes de costa, muchos locales se libraron de los perjuicios del apagón. Incluso hubo quien se alegró de tener la tarde libre. «La verdad que fue un día de lo más caótico. A las 14.30 horas, que chapamos, toda la tarde sin trabajar y por la mañana regale muchos pintxos para que no se echasen a perder. Todas las raciones las metimos a los congeladores que mantenían el frío, anduvimos listos», comentó a escasos metros Aitz Aginaga del café Uriola. El Hotel Boutique Bahía de Plentzia tampoco tuvo mayor problema. Atendió con «normalidad» a sus clientes y no perdió «mercancía». Las cámaras, como en otros muchos establecimientos hosteleros, aguantaron el esfuerzo de mantener durante casi «diez horas» la mercancía a buen recaudo.
Otros, visto que el trabajo se ponía fácil y «ni el peso funcionaba ni tampoco la registradora» prefirieron echar la persiana. «Estuve una hora esperando por si las moscas, y viendo que nada, me fui para casa. Parecía que estábamos saliendo de la pandemia, toda la gente se fue al bar y a la playa, estaba como en verano», señaló Mikel Peña, frutero en la calle Erribera. Mónica Barrio, que regenta una tienda de alimentación, también optó por echar la persiana. «Aquí conservamos bien la comida, como son conservas, no tan delicado, y las cámaras funcionaron bien, pero preferí cerrar pasadas las 13.30 horas, total vivo detrás, aunque es cierto que tampoco había nada que hacer», añadió.
Armintza, parte de Gorliz y Plentzia se llevaron la peor parte del apagón. En la segunda localidad esta mañana todavía había problemas con la cobertura telefónica y el servicio de datos. En Plentzia los equipos informáticos del Ayuntamiento han tenido este martes por la mañana problemas de conexión. La única incidencia destacada del lunes fue que el bibliotecario quedó atrapado en el ascensor del edificio municipal. Sopela, Urduliz, Berango y Getxo tuvieron más suerte y para las 14.30 horas ya habían recuperado la luz el lunes. Esta mañana el Consistorio informó de que volvía a funcionar el ascensor de Ereaga. «El servicio de mantenimiento trabaja para restablecer la normalidad, esperamos que la normalidad se recupere en las próximas horas», afirmaron.
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