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Igor Barcia
Viernes, 6 de marzo 2015, 01:31
Durante los dos primeros fines de semana de marzo, coincidiendo con la Novena de la Gracia, miles de peregrinos de toda Navarra inundan las carreteras que conducen al Castillo de Javier, para venerar al Santo. El origen de estas marchas, que constan de 50 kilómetros de caminata desde la capital hasta el castillo, se remonta al siglo XIX. En 1885, una epidemia de cólera asoló la región y la Diputación Foral invocó a San Francisco Javier para que librara al pueblo navarro de aquella terrible enfermedad, ofreciendo a cambio la promesa de que todos caminarían en procesión si se cumplían sus ruegos. El Santo respondió a la súplica, y fue así como nació esta popular tradición que hoy conocemos con el nombre de 'Javierada'.
Este domingo, por tanto, los navarros se lanzan a la carretera rumbo a las inmediaciones de Sangüesa -a 7 kilómetros- donde se encuentra este recinto histórico donde nació y creció San Francisco Javier, hijo de los señores de Javier. Conocer esta tradición es una buena excusa para rendir visita a un entorno tan navarro y tan atractivo como éste, ahora que parece que el buen tiempo nos va a acompañar. Pero cualquier momento es perfecto para acercarse a conocerlo, si queremos menos agobio de gente que el que habrá este domingo. Javier está en un paraje natural pero rodeado de restaurantes y espacios para comer al aire libre, y además está a un paso de otro espacio natural que merece la pena ser visitado, como son las Foz de Lumbier y la Foz del Arbayún. Es, por tanto, momento de ir en familia a tierras navarras y mezclar tradición y naturaleza.
Los orígenes del castillo se remontan a finales del siglo X, en el que se levantó una torre de señales, la torre del Homenaje. Su estratégica ubicación de frontera entre los reinos de Navarra y Aragón, acrecentó su sentido de fortaleza y en torno a la torre se fueron edificando los distintos cuerpos del castillo. En 1516, por orden del cardenal Cisneros, fue parcialmente destruido, y a finales del siglo XIX y aneja a la fortaleza, se levantó la basílica de Javier. En 1952, las obras de reconstrucción devolvieron al castillo su fisonomía original y hoy es uno de los pocos castillos que conservan sus defensas y estructuras como troneras y saeteras. Allí, entre sus paredes, nació en 1506 San Francisco Javier, cofundador de la Compañía de Jesús.
El castillo puede ser visitado por dentro, y el horario es de 10:00 a 18:30, hora en la que se cierra la taquilla. Y asimismo, también se puede visitar la Basílica, en cuya fachada se recogen motivos de la vida de Javier.
Después de un buen paseo por la zona, conociendo sus secretos y disfrutando del entorno, podemos realizar la segunda parte de la visita. Hay que coger la carretera que sale en dirección a Yesa (NA-5410) y de allí tomar la A-21 en dirección a Pamplona. Unos pocos kilómetros después tomaremos la salida a Lumbier, lugar al que acudiremos para conocer uno de los parajes naturales más espectaculares de Navarra, reserva natural desde 1987.
En la localidad se encuentra el Centro de Interpretación de la Naturaleza de las foces de Arbayún y Lumbier, que se encuentra en la Plaza Mayor. Es una forma de entender mejor el lugar, un espacio para el aprendizaje y el disfrute de toda la familia en donde los visitantes interactúan y participan en las actividades. Cuenta con un par de salas de exposiciones de información general, una sala de audiovisuales, una ludoteca-biblioteca con juegos individuales y colectivos y el llamado 'Túnel de los Sentidos'.
La Foz de Lumbier puede recorrerse a través de un camino, la vía verde, que discurre al pie de los acantilados, a lo largo de 2,6 kilómetros, y en el punto de partida existe un aparcamiento. El trazado fue realizado para el tren Irati, el primer tren eléctrico de España, que comunicó Pamplona con Sangüesa entre 1911 y 1955. El camino está señalizado, discurre junto al río y atraviesa la roca a través de dos túneles, de 206 y 160 metros de longitud, que no poseen luz artificial. En la parte final del sendero, el camino bordea la roca y llega hasta los restos del Puente del Diablo, del siglo XVI, con un arco elevado 15 metros sobre el río.
El escenario natural es una hoz estrecha y pequeña, de 1.300 metros de longitud y de una belleza espectacular. Sus paredes verticales alcanzan los 150 metros de altura y en sus grietas viven grandes rapaces, entre ellos buitres leonados y los quebrantahuesos.
La Foz de Arbayún, por contra, no puede ser recorrida en su interior, pero en el entorno existen zonas acondicionadas que permiten hacerse una excelente idea de cómo es este espacio. Los visitantes tienen aparcamientos en Usún (a la entrada del pueblo), Mirador de Iso y Refugio de las Águilas, donde hay información del espacio natural a través de paneles. Además, para completar la visita, tenemos el área recreativa del puente de Bigüézal.
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