Nicolás Palacios | Miembro del grupo fundador del Banco de Alimentos de Bizkaia
«En ningún momento pensamos que el Banco de Alimentos iba a coger este volumen»La entidad, que cumple 30 años en Bizkaia, reparte comida a más de 20.000 personas
Nicolás Palacios (Bilbao, 85 años) formó parte del grupo original que puso en marcha el Banco de Alimentos de Bizkaia (BAB) hace 30 años, una ... efeméride que conmemorarán hoy con una gala en el Teatro Campos Elíseos. Este veterano, que presidió tanto esta entidad como la federación estatal de bancos de alimentos, continúa colaborando con la ONG, de la que destaca que «nadie ha cobrado nunca nada», lo que, en su opinión, contribuye a que haya «gran implicación».
–¿Cómo nació el Banco de Alimentos?
–Es curioso, pero había dos personas, Enrique García Lapeña y Manuel Herrero, que estaban intentando crear cada uno un banco por su lado. Un amigo en común les puso en contacto y de ahí salió solo uno y nos sumamos algunas personas que estábamos a su alrededor, seis u ocho.
–¿Por qué era necesario?
–Porque queríamos ayudar al necesitado a través del alimento, aunque en ningún momento pensamos que iba a coger el volumen que ha cogido.
–¿A cuántas personas atendían?
–Pocas. Nosotros estábamos menos de 20, que ahora somos más de 170, y no teníamos nada. Poco a poco empezamos a comprar furgonetas de segunda mano, traspaletas… La primera que se utilizó era una silla de escritorio con ruedas a la que le quitamos el respaldo.
–¿El perfil de los usuarios es el mismo?
–Ha cambiado. De primeras no había tanto inmigrante, pero había gente de todo tipo, como ahora. Aunque nosotros trabajamos sobre todo con las entidades benéficas, que son las que lo reparten, y también repartíamos el excedente de alimentos de la UE, que eso también ha cambiado…
–Ya no reciben esos 300.000 kilos procedentes del fondo de cohesión europeo.
–Eso ha tomado otro cariz peor que el que había, porque se hacía un concurso para ver quién ofrecía el mejor precio. Ahora se dan unas tarjetas-monedero con las que los usuarios van a supermercados y el precio por el que consiguen los alimentos es el de los supermercados, más caro que cuando se hacía la subasta, por lo que es menos cantidad de alimento.
–¿En qué situación está ahora Bizkaia?
–Se ha reducido la necesidad, sorprendentemente. A eso han contribuido las ayudas sociales, que alivian a las personas que están en esas situaciones, y el número de beneficiarios ha descendido sustancialmente.
–¿Cuánto?
–En 2014, cuando yo estaba de presidente, atendíamos a más de 35.000 personas en Bizkaia, y ahora estamos en torno a las 20.000.
–Cada vasco desperdicia 115 kilos de comida al año. Solo en Bizkaia, lo que se tira a la basura es 45 veces más que lo que reparte el BAB.
–Es que el gran problema del desperdicio son los hogares y todavía queda mucho recorrido con este tema.
–¿Es síntoma de una brecha social?
–Es más síntoma de un espíritu de comprar que de una brecha. Si uno va a una gran superficie sin hacer una lista, acaba comprando lo que no necesita, y no lo consume. El desperdicio sale de esa compra innecesaria.
–Pero mientras unos tiran otros no tienen.
–Eso está claro. En lo que a necesidades respecta, tenemos una reducción, pero otros hablan de que crece la brecha, por lo que es un tema en el que se tendrá que profundizar más.
–¿Van personas directamente al Banco a pedir ayuda?
–Siempre llega alguien que llama directamente a nuestra puerta. Lo que hacemos es derivarle a la entidad más cercana a su domicilio, o que se ajuste más a sus necesidades. Ahora bien, somos un banco de alimentos, y estamos para alimentar a todo aquel al que le haga falta.
–Una de las manifestaciones de pobreza que crece es la gente que reside en pabellones y bosques. ¿Llegan a ellos?
–Llegamos y les damos alimentos. En algunos casos es imposible llegar a través de entidades benéficas, porque llevan poco tiempo y no están empadronados o en los servicios sociales, pero el que ha llegado hace cuatro días es precisamente el que más necesita nuestra ayuda.
–En 2011, cuando era presidente, el BAB vivió uno de sus peores momentos: el gran incendio.
–Fue terrible, pero se demostró una vez más que esta es una ONG compuesta por voluntarios, porque no quedó más que ceniza y no dejamos de repartir, la gente se implicó, seguimos funcionando.
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