La nueva 'zona' de Bilbao
Restaurantes cool, terraceo fino y tragos de calidad en un ambiente familiar convierten el cruce de Alameda Recalde y el tramo peatonal de Fernández del Campo en el lugar de moda de la villa
Pasa como con el sirimiri, que parece que no cala hasta darte cuenta de que estás empapado. Bilbao no descansa en su afán por explorar ... lugares diferentes en busca de nuevos clientes. El pequeño tramo que conecta Alameda Recalde con el área peatonal de Fernández de Campo, a espaldas de Azkuna Zentroa, se ha convertido de repente, casi sin darnos cuenta, en un fenómeno.
En un cruce de caminos que ha plantado cara a los grandes 'tótem' del poteo, el 'tardeo' y la noche de Bilbao. Trata ya de tú a tú a sitios históricos como Ledesma, con una oferta que lo mismo encandila a estudiantes extranjeros –abundan los 'erasmus' con ropa de diseño nórdico– que seduce a parejas jóvenes y padres treintañeros. con una nutrida presencia de carritos de bebé. Todo muy familiar.
Este lugar, aún sin nombre, seduce con sus terrazas y bares y restaurantes 'cool'. Al peruano Cevitxef con profusión de luces de neón y que echó a andar hace cuatro años –en él oficia un joven chef con brazos llenos de tinta y pose de pandillero–, se ha sumado el griego Kalí Orexi –recién llegado de General Concha– y hace solo una semana abrió sus puertas el italiano San Telmo Pastificio. El pijerío ha tardado muy poco en tomar nota y empezar a frecuentarlo. Todo por la pasta, podría ser su mantra.
Precios sin asustar
Pero en esta nueva zona se respiran referencias de aire clásico como las del restaurante Alondegui, que juega con la fórmula bilbaína de toda la vida con solo cinco meses en su comedor. Grandes caldos y muy buena mesa. Un '2x1', con precios sin asustar, que borda la menestra de verduras, los callos y morros y las kokotxas de bacalao.
Pero desengañémonos. Tampoco es barato. En el Sabin Etxea Berria, una antigua tasca donde caían muchos currelas antes de cambiar de manos, no se juega con la política, aunque la inflación les ha obligado a actualizar los precios de los desayunos. Su clientela tira de raciones muy típicas: ensaladilla rusa, tigres con tomate casero, huevos rotos y los fines de semana, rabas.
Con predominio de una clientela de entre 40 y poco más de 50 años, por la tarde y cuando empieza a anochecer, este espacio parece, por momentos, la hora del recreo por la cantidad de niños que corretean entre sillas y mesas. The Boar, el bar de tapas de La Alhóndiga y refugio del turisteo internacional, comenzó a hacer zona de forma muy discreta, junto con el San Marcos.
Ahora pillar sitio es imposible. Gracias, entre otros, a La taberna de Zárate, siempre de bote en bote en busca de su tesoro más preciado. Sus tortillas han alcanzado en un tiempo récord categoría de culto en la ciudad. Con la cocina «abierta todo el día», se puede afirmar, sin temor a exagerar, que pueden hacer cientos de tortillas al día.
De las que pica todo el mundo. Con o sin alegría. El lugar se ha poblado de gente muy moderna, con grupos de chavales con el pelo rosa y verde, mientras a su alrededor asisten a cumpleaños infantiles.
En El guá, en la esquina con Alameda San Mamés, despachan ya lotería de Navidad, mientras el gentío se entrega, con calma, a los preparados del Cevitxef: pisco sour, chilcano's y aperol spritz para los afortunados que encuentran sitio.
«Hay mucho paso de gente. Al final, eso es bueno para todos, porque se van al bar de al lado o al de enfrente», explica Rocío Martínez, dependienta de La Casa del Bacalao. «Tenemos mucha más visibilidad. La gente pasa, mira el escaparate y se anima a entrar», se felicita la encargada. También reina la alegría en KB zas, la peluquería de María Eugenia Gutiérrez, donde peina y arregla uñas junto a su hija. «Con la actividad que se respira ahora hemos notado mucha más afluencia de clientes en el salón», se sincera. Es lo que tiene trabajar en el corazón que ha irrumpido como la nueva zona de moda. «Esto alma de barrio. La hostelería ha servido de ariete para transformar este eje en un movimiento alternativo, creativo e intercultural», destaca Borja Elorza, responsable de la agencia de comunicación Cid Fca!
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