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Senegal es uno de los países africanos que más destaca por su amabilidad hacia los foráneos. Su gentileza se denomina 'Teranga' y es la que propicia que ciudadanos e instituciones no pongan ningún impedimento a que emisarios de todos los clubes del mundo escudriñen el ... vivero de su talento. Los más poderosos disponen de varios informadores locales implicados en la exportación de jóvenes jugadores. Incluida la NBA, que en 2018 levantó allí una academia. Los más modestos, desplazan una comitiva al lugar en busca de talentos a los que pulir en Europa.
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Iván Benito
Cuando Eli John Ndiaye (Guediaweye, Senegal, 2004) se fajaba a sus 18 años con Nikola Mirotic en la semifinal de la Final Four del 2023, comenzó a circular un vídeo suyo entrenando con la equipación del Baskonia. El joven africano repetía sin mucha fortuna un ejercicio de poste bajo con la camiseta y el pantalón del antiguo Laboral Kutxa, la del año de Lamar Odom (2013-2014). «Lo recuerdo un poco. Vino gente del club a vernos, a mí y a más gente», rememora antes de volver a medirse al cuadro azulgrana.
El ahora ala-pívot del Real Madrid, el único 'cuatro' puro de la plantilla tras la marcha de Yabusele, fue un chaval flaco e inquieto al que el Baskonia tenía echado su ojo clínico. «Nos hicieron varias pruebas para ver si nos fichaban y nos dejaron la camiseta. Acabé muy contento. Entrené bien y disfruté mucho, pero al final nada», evoca el senegalés sobre una «experiencia increíble» en la que apenas había cumplido los 13 años.
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El club vitoriano, que en aquel año 2017 tenía muchas esperanzas puestas en el futuro de otro senegalés, Ilimane Diop, no fue el primero en ver in situ las habilidades de su compatriota. «Antes vino un club de cantera». Pero ni uno ni otro apostaron definitivamente por Ndiaye como lo haría meses después el Real Madrid, capaces de ver en él algo más. «Vinieron también y después de hacer la prueba se interesaron por mí. Me llevaron a Valdebebas , me dijeron de quedarme y aquí sigo, así que estarán contentos», dice antes de reírse con una carcajada. Una risa para una vida deportiva de vértigo.
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Carlos Pérez de Arrilucea
En 2021, con 16, irrumpió en el Adidas Next Generation, la Euroliga júnior. A los 17, Laso le hizo debutar en la Euroliga. Con la mayoría de edad, fue titular en una Final Four. Este verano, recién cumpla los 21, espera ser convocado por Scariolo para disputar el Eurobasket. «Tengo muchas ganas de poder ayudar. Si me llama, estaré al 100% a su disposición», afirma. La perla de la cantera madridista fue nacionalizado español por carta de naturaleza en 2020. Mismo procedimiento por el que este verano logró la nacionalidad el baskonista sursudanés Abraham Juom Maker Bol, justo antes también de los 16 años, para así eludir la regla FIBA que solo permite citar a un jugador 'extranjero', como el caso de Lorenzo Brown o antes Mirotic e Ibaka.
Más allá de vestir la camiseta azulgrana por un día, Eli John Ndiaye también tiene simpatía por el Baskonia gracias a sus compatriotas, con los que también comparte ciudad de nacimiento. «En Senegal conocí allí a Khalifa Diop. Jugué contra él y hablamos un día», recuerda. Con Ousmane Ndiaye no comparte ningún parentesco a pesar del apellido. Asiente cuando se le pregunta si es como ser un García en España. Entre ellos no trataron hasta que el ahora baskonista llegó a Vitoria. El desarrollo del madridista parece ya más avanzado, asentado en la rotación de un Chus Mateo que le azuza a «que no se lo crea demasiado». «No, no, seguro que no», contesta todavía con rasgos del niño al que primero le apasionaba el fútbol.
«Empecé a crecer mucho y mis amigos y mi familia me dijeron que probara de verdad con el baloncesto. En el colegio jugaba de broma. Pero lo intenté y me gustó mucho también», desvela. En el patio trasero de un estadio de fútbol realizó su prueba con el Baskonia. El balompié inunda África. Hasta para guerras. Tavares quería jugar en el Benfica. Jekiri, ser delantero de Nigeria. Khalifa Diop también dicen que se le daba bien. Pero sus físicos les llevaron por otro camino. Ndiaye, ágil ala-pívot madridista de 2,04 metros y buena muñeca para el triples, es una joya que se mudó cuatro veces de ciudad en su infancia en Senegal. De Guediawaye a Dakar, la capital. Luego al barrio de Viking y por último a Thiès. «De allí van a salir ahora muchos jugadores con la academia de la NBA», vaticina. Él, por el momento, parece desoír el interés de la NBA, todavía sin inscribirse en el Draft, para seguir en Madrid. «Quiero disfrutar del día a día y mejorar más».
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