Tres puntos para tomarse un respiro
Hubo muchas noticias en San Mamés. Valverde volvió al banquillo después de cuatro partidos; regresó Nico Williams, aunque fuera para demostrar a los suspicaces que ... no está para jugar un partido internacional, sustituyendo a su hermano Iñaki, porque el hombre indestructible también se lesionó y ahora engorda esa estadística tan preocupante que ofrece la enfermería rojiblanca; Guruzeta se desenvolvió en la media punta en esa inacabable búsqueda de soluciones en las que está enfrascado el técnico; el joven Rego se estrenó como goleador; el Athletic marcó nada más y nada menos que dos goles en el mismo partido, prodigio que no ocurría desde la victoria en el campo del Betis y claro, la principal, la que todo el mundo estaba esperando como agua de mayo: el Athletic ganó por fin un partido treinta y cinco días después.
También hubo algunas cosas que, por repetidas, han dejado de ser noticia. Unai Simón volvió a tragarse otro globo que acabó en la red detrás de su segundo palo. El día del Alavés, la pelota tocó en Berenguer para trazar una parábola sorprendente; ayer fue directamente un churro de Samú lo que se convirtió en un gol inverosímil que dejó helada La Catedral aunque, afortunadamente, los escalofríos solo duraron cinco minutos. El tiempo que tardó el Athletic en reestablecer su ventaja.
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Por no hablar de lo del equipo arbitral con el andaluz Alejandro Quintero al frente y Carlos del Cerro en el VAR. El Mallorca tendría todo el derecho a quejarse del penalti que le señalaron desde la pantalla, si reconociera que su portero debió ser expulsado en la penúltima jugada del partido. San Mamés despidió al árbitro con una pitada acorde a su actuación, pero el enfado no apagó la felicidad general porque una victoria lo tapa todo, o casi todo, y el triunfo del Athletic era obligado después de más de un mes en blanco.
No era un partido a vida o muerte, ni siquiera una final en sentido estricto, porque queda calendario de sobra para la corrección, pero sí era uno de esos partidos que hacen de frontera. No ganar al Mallorca hubiera supuesto la prolongación de una racha negativa que empezaba a ser inaceptable y habría convertido el parón en un purgatorio lleno de preguntas sin respuesta.
No ganar al Mallorca habría convertido el parón en un purgatorio de incertidumbres
Había que ganar y el Athletic ganó sin cambiar el perfil que está mostrando esta temporada, es decir, manifestándose como un equipo irregular y poco fiable, capaz de mostrar dos caras opuestas sin solución de continuidad. El equipo sigue sin completar un partido redondo, condenándose a sufrir porque es incapaz de cerrar los choques.
Uno no sabe a qué carta quedarse. Después de un primer tiempo magnífico, pleno de llegadas y fútbol fácil y fluido, el Athletic regresó del vestuario confuso, espeso, como si no tuviera muy claro lo que tenía que hacer, como sí lo tuvo durante la primera media hora, cuando el plan era tan sencillo como atacar, atacar y atacar, por las bandas, con un Robert Navarro desplegando todo su talento, o por dentro, donde Guruzeta e Iñaki Williams formaron una pareja novedosa.
El Athletic arrancó el partido como en los viejos tiempos, ¡qué digo los viejos tiempos!, como cuando jugaba en blanco y negro por lo menos. En los primeros siete minutos contabilizó cinco llegadas con peligro que culminaron en el penalti a Iñaki Williams que transformó él mismo, lo que, el año pasado sin ir más lejos, probablemente hubiera abierto la puerta a una goleada o, cuando menos, a un marcador cómodo.
Pero este Athletic sigue con muy poca puntería. Siguió llegando y amagando, entre otras cosas porque Robert Navarro le dio muy mala vida a Maffeo en la banda, pero toda la inspiración que brillaba por la izquierda se apagaba en el otro lado, donde Serrano desperdició, por indecisión o lentitud, al menos tres oportunidades de haber hecho daño.
El Athletic mereció encarrilar el partido antes del descanso aunque Leo Román no tuviera que hacer ninguna parada. No lo consiguió. Salió en la segunda parte con un ánimo más especulativo, y si no fue su perdición fue porque esta vez los astros se alinearon, el Mallorca es un flete y Rego tardó tres minutos en deshacer el empate. Bien está lo que bien acaba y el reencuentro con la victoria justo en víspera de un parón de quince días favorece la tarea de resetear al equipo y vaciar una enfermería inusualmente repleta. La victoria le da al equipo un respiro que estaba necesitando como el comer.
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