Sancet culmina una semana fantástica
Según corrían los minutos en Vallecas y el Athletic se veía incapaz de arreglar el desaguisado que había provocado Paredes antes del cuarto de hora, ... más de uno hacía cábalas sobre la factura que se supone que hay que pagar por jugar en Europa. Hasta este domingo el Athletic acumulaba tres empates y una derrota en los cuatro partidos disputados inmediatamente después de una jornada continental, así que los defensores de la idea del desgaste tenían datos a los que aferrarse.
Pero admitiendo que la doble competición acaba pesando, lo de esta ocasión era distinto; Europa no podía servir de coartada para explicar una derrota que no se podía admitir de ninguna de las maneras, ni por cómo se estaba produciendo ni por la entidad del rival, un Rayo todo voluntad pero que no había hecho nada más que aprovecharse del grave error de uno de los centrales internacionales del Athletic.
No, Europa no podía ser una excusa cuando solo cinco jugadores de los que estaban en el campo habían sido titulares en el cómodo paseo que se dio el Athletic el jueves ante el Elfsborg en San Mamés. Como finalmente se pudo comprobar, no había motivos ajenos al propio partido para justificar un posible fiasco, que no se produjo porque terminaron imponiéndose la lógica, el sentido común, la ley de la gravedad y, sobre todo, la inspiración de un Sancet que ya ha despejado las últimas dudas de los últimos descreídos que todavía le observaban con cierta desconfianza por su irregularidad. Aquel chaval al que todas las categorías inferiores se le quedaban pequeñas antes de tiempo, ya es una estrella en el máximo nivel.
Sancet le puso el lazo a una semana que ha sido un regalo para el Athletic y para él mismo. Empezó marcando el gol del triunfo en el derbi y ha terminado haciendo las dos dianas de la remontada en Vallecas, que llevan al equipo al cuarto puesto de la clasificación. En medio quedó la victoria ante los suecos que dejó a los rojiblancos como colíderes en la tabla europea. No se puede pedir más.
Sancet puso el lazo a siete días que han sido un regalo para el Athletic y también para él mismo
El Athletic tiene un tesoro en Sancet. Pocos equipos disponen de un media punta que participe tanto en el juego de creación y que, además, tiene una llegada demoledora desde la segunda línea como volvimos a comprobar en Vallecas. Los tres puntos de esta tarde hay que anotarlos en el haber de su inspiración porque sus dos goles fueron eso, dos goles de autor, de esos en los que el gesto técnico de calidad resulta determinante para convertir un balón inocuo en un proyectil letal.
La victoria ante el Rayo sitúa al Athletic en otra dimensión, y no solo por su situación clasificatoria. Partidos como este son los que ganan los equipos llamados a aspirar a objetivos importantes. Es un lugar común en el fútbol afirmar que son este tipo de partidos los que al final dibujan la línea que separa el éxito del fracaso. Puntos como los sumados en Vallecas son los que hay que ir acumulando como una hormiguita para que las cuentas den superávit al final del ejercicio. Sin excusas ni explicaciones complicadas.
Ganar donde hay que ganar es una premisa de obligado cumplimiento para cualquier equipo que quiera ganarse la etiqueta de candidato a lo que sea. Sobreponiéndose a cansancios, reales o imaginarios, o a jugadas desgraciadas como la que sufrió el Athletic y de las que nadie está libre, porque esto es un juego y los que participan están al albur de cualquier tropiezo.
Lo que distingue a los equipos que despuntan es su rebeldía para superar los contratiempos porque tienen la suficiente calidad individual y colectiva para hacerlo. El Athletic pudo encarrilar el partido antes del primer minuto en un contrataque de Nico Williams, su delantero más activo, y pudo igualar el gol en contra en los disparos de Yuri y Berenguer o en el cabezazo de Guruzeta. Hasta tuvo algunos minutos descorazonadores, pocos, al final del primer tiempo y en el comienzo del segundo. Estaba claro que Valverde tenía que intervenir y los cambios insuflaron en el equipo la energía que necesitaba. Entre esos cambios estaba Oihan Sancet. A él le correspondió añadir el punto de calidad imprescindible para encauzar esa energía. Es lo que hacen los futbolistas diferenciales; los que deciden partidos.
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