La buena hora de Eder Sarabia
Perfil ·
Tras 20 años de carrera, el hijo del mito del Athletic triunfa en el Elche con el patrón de juego de toque que siempre ha defendidoEder Sarabia se estrenará este domingo ante el Athletic en el papel de primer entrenador. Hasta ahora lo había hecho siempre como segundo de Quique ... Setién, cuatro veces con la Unión Deportiva Las Palmas, otras cuatro con el Betis y dos con el Barcelona. Lo cierto es que su saldo en los enfrentamientos contra el equipo de su vida no ha sido muy positivo para el hijo de Manu Sarabia: dos victorias, tres empates y cinco derrotas, entre ellas una muy dolorosa en 2020 en los cuartos de final de la Copa con un gol de Iñaki Williams en el descuento. Estos datos, por supuesto, no tienen mayor significado de cara al Elche-Athletic que se avecina, pero tampoco pasa nada por recordarlos.
En realidad, todo lo que sea acercarse a la figura de Eder Sarabia es pertinente. Y no lo decimos porque se haya convertido en uno de los entrenadores de moda de la Liga con su gran arranque de temporada con el Elche, al que le mantuvo invicto siete jornadas siendo como es un recién ascendido, sino porque en torno a él se han creado algunos prejuicios y malentendidos que conviene aclarar. El primero, aunque parezca extraño, podría ser su edad. Porque basta con que a uno le conozcan por ser el 'hijo de...' para que muchos ya le vean siempre como una joven promesa, casi como un juvenil. Pues bien, Eder Sarabia es un señor de 45 años, padre de dos hijos, que lleva dos décadas entrenando. Vamos, que en lo que respecta a su llegada a la máxima categoría del fútbol tampoco puede considerarse un ejemplo de precocidad.
Lo cierto es que la suya ha sido una carrera larga y azarosa construida con una enorme fe a partir de una convicción fundamental que tuvo en su juventud: la de que como futbolista no iba a tener más futuro que jugar en Tercera en clubes como el Arenas y el Leioa. Sabía que estaba muy lejos de tener el talento mágico de su padre y que las lesiones, entre ellas una hernia discal, nunca dejarían de martirizarle. De manera que, desde que colgó las botas con apenas 20 años, y mientras terminaba su carrera de Ingeniería Técnica, volcó su pasión por el fútbol en el sueño de ser entrenador.
Manu Sarabia siempre ha admirado el talento de su hijo como técnico. «Es un fenómeno»
Su padre fue el primero en animarle. Manu Sarabia había sido un futbolista de época, pero como técnico tuvo una andadura corta y tirando a gris en el Bilbao Athletic, el Badajoz y el Numancia. En su hijo Eder, sin embargo, el gallartino siempre vio a un entrenador de alto nivel, tanto por su enorme vocación como por la inteligencia natural que mostraba en la lectura del juego. Hay unas imágenes muy reveladoras de la admiración que el padre siente por su hijo. Pertenecen a una entrevista a pie de campo en Riazor el pasado 1 de junio, cuando el Elche confirmó el ascenso a Primera ganando por 0-4 al Deportivo. La complicidad entre ambos es total. Manu lleva puesta una bufanda del Elche. Está muy emocionado, con lágrimas en los ojos. Cuando le preguntan por Eder responde con unas palabras que, con toda seguridad, llevaba años esperando poder decir cuando tuviera la ocasión propicia para hacerlo. «Es un fenómeno. Ha nacido para ser un elegido entre los grandes en el banquillo. Yo me siento uno de los mejores analistas, pero me saca 10.000 vueltas. Vemos un partido juntos y él ve cinco o seis cosas que yo no las veo. Ha nacido para eso».
Escollos en el camino
Detrás de estas palabras no sólo había un lógico orgullo paternal sino también la alegría de que el fútbol, a veces tan esquivo en sus recompensas, hubiera premiado por fin a su hijo después de 20 años de duro trabajo; primero en las categorías inferiores del Athletic, luego en el Danok Bat y en el juvenil y el tercer filial del Villarreal, después, a partir e 2015, como segundo de un íntimo de la familia Sarabia como es Quique Setién, y ya por fin como primer entrenador en el Andorra y ahora en el Elche.
En este largo camino, Eder ha tenido que superar varios escollos. Y no hablamos sólo de ser el hijo de quien es sino también el hecho de haberse dado a conocer para el gran público siendo el ayudante –y desde luego un cómplice total– de un entrenador como Quique Setién, cuya apuesta por el fútbol de posesión, por el 'cruyffismo' más estricto, le hizo ganarse muchos enemigos, siempre atentos a caricaturizarle cada vez que podían. El hijo de la leyenda del Athletic iba en el mismo paquete. Estaba en la misma diana. Y lo estaba con orgullo. No era el típico segundo entrenador que lleva la discreción a extremos de ocultismo. Al revés. Tan lejos estaba Eder de esconderse que salía con frecuencia al área técnica y hasta se atrevía a abroncar a estrellas de piel finísima y ego oceánico. Con Leo Messi, por ejemplo, tuvo un desencuentro del que se habló mucho.
Tras salir del Barca con el despido de Setién, Pique le dio una oportunidad en el Andorra
Esta seguridad en sí mismo, que podía confundirse con una arrogancia impropia en un segundo entrenador que en el Barça no tardaría en saltar por los aires junto a su primero –ambos sólo duraron ocho meses, fulminados tras el 2-8 contra el Bayern– le dio una imagen pública de gallo un poco resabido y con un excesivo afán de protagonismo;una imagen controvertida que, curiosamente, nunca ha cuadrado con los testimonios de los jugadores a los que ha dirigido o ayudado a dirigir. Todos hablaban y hablan de él como un tipo encantador, un deportista integral con un gran conocimiento del fútbol, al que da gusto escuchar.
El caso es que, tras salir del club azulgrana, la carrera de Eder Sarabia pareció entrar en una zona de sombra. Pues bien, fue una falsa impresión. Había un hombre importante al que le había causado una grata impresión: Gerard Piqué. En enero de 2021, el todavía jugador del Barça y empresario de éxito, le dio las riendas de su Andorra, que estaba en Segunda B. El técnico bilbaíno no pudo aprovechar mejor la oportunidad. Acabó ascendiendo a los andorranos y logrando al año siguiente una meritoria séptima posición con un fútbol pulcro y distinguido que, por momentos, y en comparación con otros mucho más abruptos y desaliñados, habituales en la categoría de plata, era como ver amapolas en un campo de cardos.
La temporada siguiente el equipo se le cayó y fue destituido, pero Sarabia ya había dejado su sello. Allí había un entrenador; un primer entrenador sobrado de personalidad. Christian Bragarnik no lo dudó. El empresario argentino, dueño del Elche, quería un técnico de su perfil, un 'cruyffista' irredento, un abanderado radical del toque y la presión alta, alguien capaz de amenazar con el calabozo a un defensa que pega un patadón en el descuento para defender un resultado. Y apostó por él. El tiempo ha demostrado que acertó de pleno. Los franjiverdes ascendieron con 77 puntos siguiendo los preceptos de su entrenador, que tan satisfecho estaba con su tropa que, tres meses antes de confirmar el ascenso, llegó a decir, sin cortarse lo más mínimo, que su Elche era «una referencia mundial por su forma de jugar al fútbol». Aquello le valió algunos sarcasmos, como es natural, pero no les prestó atención. Aunque es posible que se haya acordado de ellos ahora que su equipo ha arrancado en Primera demostrando una personalidad que ha llenado de orgullo a la afición del Martínez Valero.
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