25 años de Diego Urdiales: brocha, cemento, gloria
Covadonga Saiz Bernuy
Domingo, 25 de agosto 2024, 00:02
Los amantes del cine tenemos por costumbre ver una película en repetidas ocasiones. Cuantas más veces, más nos gusta. Hay historias que uno nunca se ... cansa de contar, historias sencillas que llegan al corazón porque están contadas desde el alma. Y es lo que me sucede a mí con la conmovedora historia de un torero que cumple 25 años de alternativa este agosto. No me canso de ver y contar la película de su historia con Bilbao, porque en ella se fusionan todos los ingredientes del mejor guión cinematográfico: superación, entrega, paciencia, fe, amor y gloria.
Corría 2003 cuando le vi por primera vez en Vista Alegre. Y no en el ruedo, sino entre las localidades del palco de prensa que quedaban libres, el cemento gris de una escalera desde la que discretamente admiraba a los maestros con los que hoy se cita en los paseíllos más importantes. Un pase de favor le daba acceso. A veces venía solo y en la mayoría acompañado de su novia y después esposa, Marta, compañera de fatigas, silencios, anhelos y triunfos. Juntos desde que comían pipas en un parque de Arnedo con trece años.
Fueron años de una espera desesperada, de ganarse la vida pintando paredes a brocha gorda, de preparar la mente y el cuerpo para cuando una voz al teléfono le devolviera a su hábitat natural, la arena de una plaza en la que expresar todo lo cocinado a fuego lento. Y llegó 2008, cuando Diego pisó la arena gris de nuestra plaza para triunfar con una corrida de Victorino. Luego llegaron otras tantas del mismo hierro en las que siempre dejó la impronta de un toreo diseñado desde lo fundamental y la sencillez que llega sin filtros al público. Es el toreo profundo que cala en las almas dispuestas a emocionarse con lo auténtico.
Entre 2008 y 2019 Diego regaló a esta plaza faenas memorables y momentos de una emoción que es imposible maquillar. Tres Puertas Grandes de las de verdad y una conexión con Bilbao que ni él sabe explicar. Tras la pandemia y dos años de ausencia injustificada, Diego regresó ayer a Bilbao, a su casa. Porque su historia aquí es como las películas que uno siempre quiere volver a ver…
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