Rubén Pozo otra vez en la acera
Antigua estrella del rock en Pereza, el exsocio de Leiva dio en solitario un bolo vespertino en la terraza de La Carbonería
A Rubén Pozo, el exsocio de Leiva, cuando estaba en Pereza le llegamos a ver en el BEC. Tras la disolución de esa banda puntera del rock español, Leiva se ha quedado con todo el público, ha logrado agotar el BEC recientemente y el 30 de noviembre actuará en el Buesa Arena de Vitoria (ojalá podamos ir). Por el contrario, Rubén ha quedado en la zona oscura, en la cara oculta del negocio, y así le hemos visto con banda dando bolos en el Antzoki ante muy poca gente, y hasta se ha visto obligado a ofrecer bolos en solitario. De tal guisa ofició el martes en Semana Grande, en el bar La Carbonería, donde tocó en su puerta, de cara a la terraza que estaba llena de peña, desde las mesas hasta el público en pie colocado tras la valla perimetral del local.
Irónico dijo Pozo: «Hacía mucho que no tocaba en una acera, pero me gusta que estéis cómodos en vuestras sillitas y mesitas, aunque yo esté de pie». Tocaba en la puerta, ante la terraza, con viandantes pasando a una palmo de su jeta y los parroquianos del bar a su espalda. En cierto momento se le ocurrió un comentario ingenioso que hizo reír al aforo: «Miro atrás y hay gente. Esto es como los conciertos de U2, los de 360 (grados). Eso sí, ni a una cerveza me han invitado», reclamó subrepticiamente a la organización.
En La Carbonería Rubén cantó 16 canciones en 73 minutos en los que usó una acústica y una eléctrica Stratocaster. Pendiente del entorno al que miraba analítico cuando no cantaba con los ojos cerrados, con su amigo Lichis atento al bolo y sentado en una mesa (un Lichis con el que se ha embarcado en giras conjuntas y que hoy miércoles actuará en el mismo bar, donde además el lunes estuvo Marilia, la morena ex 'Ella Baila Sola'), Rubén cumplió con creces y entonó muy bien letras donde «pone el dedo en la llaga», como acertó un espectador («aquel novio que me odiaba cuando era famoso», confiesa en 'La chica de la curva').
El madrileño de 44 años, ex Buenas Noches Rose y Pereza, sacó un par de veces el móvil para recordar qué canciones interpretar («soy un poco negligente, es la primera vez que hago esto para mirar el repertorio, no lo contéis») en un recital donde lanzó rocanroles de escuela argentina (el inaugural 'Habrá que vivir', de seguido el calamariano 'Por eso te canto', luego el tequilón 'Tonto de tanto rock and roll'…), baladas descarnadas (a veces con deje a lo Josele Enemigo pero con lírica más concreta, por ejemplo en 'Guitarra española', en una de las cimas como fue 'Chavalita', o en la campera 'Santa Rita'), algún título de su banda anterior ('Pirata', con su poso americana), una versión de Chuck Berry para acabar el show ('Johnny B. Goode'), más letras sobre noches canallas, amores prohibidos y sobre deseos (esto en el soft rock 'Pegatina'; «un medio glam, medio tal, que se llama 'Pegatina' y los millenials dirían sticker»), esa letra sobre pajas y porros (el stoniano 'Pelos de punta'), y alguna cima destacada como la de la emotiva y crepuscular 'Margot'.