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Pasión Vega. Pedro Urresti
Aste Nagusia 2022

Pasión Vega, metidísima en su papel

pasión vega (abandoibarra) ·

El mejor concierto de la Semana Grande, y uno de los mejores del año, lo dio la vocalista malagueña en Abandoibarra, con acústica perfecta, escenario elegante bien iluminado e inspiración interpretativa

Domingo, 28 de agosto 2022, 07:53

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Y un año más hemos superado el segundo sábado de la Semana Grande, el último día de los ocho en los que el Ayuntamiento programa conciertos presuntamente importantes por la noche, todos conservadores en su estilo. Los ocho días de bolos los hemos vivido como si fueran domingo y extrañándonos de que estuvieran las tiendas abiertas. El segundo sábado había cuatro propuestas principales oficiales: descartando la sesión pinchadiscos de medianoche en el alejado Parque Europa llamada 'Fiestazo Megastar FM' (con intervención del grupo de chicas Sweet California), hubiéramos ido contentos a cualquiera de los tres conciertos de las 11.30 horas: a la Plaza Nueva donde la orquesta cubana del bajista y cantante Alain Pérez (como instrumentista acompañó a Paco de Lucía), a La Pérgola ante el primer grupo favorito de nuestra vida, Fórmula V, el de 'Eva María', 'En la fiesta de Blas', 'Vacaciones de verano', 'Cuéntame'… (así anunciaron el concierto ellos en su Facebook: «Volver a Bilbao es volver a nuestros recuerdos. El Holiday, el Garden o el todavía más antiguo Arizona. Es recordar el ya inexistente Hotel Excelsior, donde tantas veces nos alojamos que nuestro técnico de sonido acabó casándose con la camarera del restaurante»), o a la gran apuesta de Abandoibarra con una Pasión Vega que superó nuestras elevadas expectativas y que dio uno de los conciertos del año (el número 380 que llevamos en 2022).

Reservemos un párrafo para repasar los conciertos a Abandoibarra, un espacio pulcro incluso cuando la chavalería hizo botellón, y de propósito transversal, logro que se consiguió sólo o sobre todo con La Oreja de Van Gogh. De los ocho conciertos, este sería el pódium artístico: bronce para El Drogas, plata para Víctor Manuel y oro para Pasión Vega. Respecto a la asistencia de público, la mayor la obtuvieron La Oreja de Van Gogh, seguidos por El Drogas y Dani Fernández, y luego con unas 3000 almas se congregaron ante Viva Suecia y Bulego. De los conciertos sentados, Víctor Manuel reunió muchos más de 3000 espectadores, y le siguieron Pasión Vega y en último lugar Mikel Urdangarin con la BOS, éste atendido por unos 2000 parroquianos.

Y el sábado Pasión Vega, inspiradísima y teatral, ora lánguida ora risueña, interpretando a menudo como en trance y mirando al cielo, manejando algún abanico y bailando con chales y colas, cantando de una manera excelsa (largos sostenidos sin desafinar como hizo Ana Mena, melismas, efectismos de coplera, sensibilidad que no emotividad...), Pasión, decíamos, focalizó un concierto de 18 temas (incluyendo un largo popurrí a dúo con su pianista y director musical Federico Lechner) en 132 minutos (dos horas y 12 minutos) que se hicieron fugaces, rapidísimos: antes de empezar el bis miramos el reloj por primera vez y nos asombró que hubieran trascurrido dos horas, ¡y eso que habíamos atendido al show en pie! De hecho, al acabar definitivamente el encuentro sentenció una dama: «Corto se me ha hecho. ¡Qué gozada!». Y subiendo las escaleras del Guggenheim oímos entre los que abandonaban la explanada: «La verdad que ha estado muy bien», dijo un caballero a su esposa, y «ha sido muy elegante», participó una señora a su marido.

Pasión Vega usó dos vestidos en un concierto no diremos que imperceptiblemente menguante, sino que con el primero blanco cantó continuamente sublime y con el segundo naranja entonó extraordinariamente. En sexteto, respaldada por una banda que sonó de cine, tocó de modo puramente orgánico (¡sin playbacks!) y pasó con naturalidad y sin solución de continuidad del fado al flamenco y entre diversos ritmos latinos pues su jefa estaba explotando el repertorio del álbum titulado 'Todo lo que tengo', el mismo que le vimos presentar en febrero de 2020 en el Arriaga con un repertorio bastante distinto, Pasión se camufló cual galápago en los fondos de escenario de color cambiante por mor de la iluminación (verde, rojo, rosa…; por cierto, la jefa de pelo platino informó que todo su equipo técnico es de Bilbao: «los de sonido, los de luces, todo») y, destellando en la pantalla lateral que la agigantaba en primerísimos planos y con el volumen preciso, cantó inspiradísima, metida en cuerpo y alma en su papel, y seguramente beneficiada por oficiar al aire libre, que suele ser un hándicap en lo que a la acústica respecta.

Una hora estuvo con el primer vestido, de blanco marfil y al principio adornado por una luenga y policromática cola con la que danzó. Hasta jazz destiló en la inaugural 'Petenera huasteca', en la que ya pensamos que la cita apuntaba a especial, o sea a lo dicho: a lo mejor del año. La acabó y saludó Pasión, Ana María Alías Vega, de 46 años: «Gabon, Bilbao, ja, ja, ja… Buenas noches. Estamos en la recta final de las fiestas, tras los fuegos. Esto será un viaje por el Caribe musical. Vénganse con nosotros a este viaje». Y la segunda fue la zamba 'Volver a volar', donde Pasión ondeó la cola del vestido, ralentizó el tempo, dilató el temple y se contoneó al son de la canción antes de presentar la tercera explicando divulgativo que 'Por tu amor' es una rumba jarocha, mexicana, de la emergente Silvana Estrada, de sólo 25 años, y en la que Pasión devino estilizada y sutilísima hasta llevar este ritmo mexicano a terrenos de la Fania neoyorquina.

Pasión no perdía el hilo ni la concentración, llegando allende Martirio en una celebradísima revisión del 'Fina estampa' de María Dolores Pradera. Al director de orquesta getxotarra Fernando Velázquez se refirió antes de una impresionante 'María La Portuguesa' de Carlos Cano («era un periodista con guitarra, como le gustaba decir a él»), 'La Lirio' surgió pausada y teatral, simpática le quedó la chacarera 'Canto y río' coescrita por Jorge Drexler y El Chipi, y ella etiquetó los dos siguientes temas: un bambuco colombiano ('Buen viento y buena mar') y un sangueo venezolano ('Lamento de lavandera').

Se cambió el vestido para continuar a partir de la décima pieza, 'Tonada de luna llena', una suerte de balada jazz, y el largo 'ramillete' o popurrí a dúo con su pianista Federico Lechner contuvo momentos álgidos como 'La gata bajo la lluvia', que impactó a la masa de la explanada, que la coreó espontáneamente, o las 'Habaneras de Cádiz' de Carlos Cano, donde Pasión incitó a cantar al respetable. Un 9.5 sobre 10 pusieron ellos de nota al popurrí, y la sorpresa de la velada fue la revisión en euskera y asiendo un pañuelo de fiestas del tradicional suletino del siglo XVIII 'Maitia nun zira' (parece que lo cantó sin teleprompter, aunque cambió de posición y no se movió durante la versión, o sea que es posible tuviera una chuleta oculta).

Y ya hasta el final alcanzó picos o hitos tipo 'Tan poquita cosa' (a lo Martirio en serio de nuevo), un 'Malagueña' salerosa donde se le percibió muy metida en su papel, y las dos del bis: la primera a dúo parece que por una decisión de última hora debido, o gracias más bien, a una petición que le nombró a Serrat (y por eso con Federico cantó 'Lucía'), y la segunda y a modo de adiós en sexteto al completo con 'La tarara', juguetona y con final boogaloo.

Lo dicho, barruntábamos que iba a estar bien, pero superó nuestras expectativas.

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