Vitoria se vuelca en un segundo desfile que tuvo que parar en 'boxes'
No hubo problemas para coger primera fila en una cabalgata que se alargó por una avería en el coche de la carroza de Urkide
Segundo desfile y, sí, había ganas de jarana. Mira que es el mismo que el de ayer, pero eso es lo de menos. Mientras haya ... música y gentío, habrá que darlo todo hasta que el martes quemen la sardina. Y es que si algo aprendieron los comparseros en la pandemia es que hay que exprimir al máximo el momento. Empezaron las carrozas y las ensayos con dudas, sin saber si el disfraz de este año no lo iban que tener que guardar en el armario para el año que viene. Pero todo esfuerzo tiene su recompensa y este domingo tuvieron su segunda ración de emoción y color.
El tiempo, algo más gris, al final respetó y los vitorianos pudieron coger primeras filas con facilidad. Además, se podría decir que puestos a recibir doble ración de fiesta, esta vez se llevaron tres tazas. El desfile se alargó hasta las tres del mediodía por uno de esos fallos del directo. A la altura de Iparralde, el Carnaval tuvo que pasar por 'boxes'. La comparsa de Urkide vio cómo el coche que remolcaba su carroza les dejaba tirados. El embrague dijo basta y dos grúas acudieron a toda prisa a retirar el vehículo averiado. Por suerte, la comparsa de Aranako, que se quedo sin carroza el día antes, les prestó un coche y el paseo pudo retomarse pronto.
Noticia Relacionada
Vitoria se entrega a su primera gran fiesta
En el entretanto, la imagen no podía ser más tronchante. Por si no andaban ya molidos muchos comparseros para repetir por segundo día consecutivo el nuevo recorrido de dos kilómetros, les tocó mantener el tipo sin avanzar un palmo. «No hemos parado de bailar, y eso que veníamos ya cansados de ayer», se lo tomaba con humor Txomin Herrera, de la comparsa de Sansomendi-Ali.
Los diablos del Caribe
No sin algún traspié, los 4.753 festeros se desvivieron hasta la plaza de la Constitución. Aunque haya que acabar por los suelos, cosidos a agujetas. Da igual. Se sabían bien arropados por cientos de personas que les brindaron ese calor, el que merecía la primera gran fiesta multitudinaria. A parte de muchas familias que no querían dejar de ver a sus 'peques' desfilar, también se dejaron ver los más frikis carnavaleros. Alguno incluso acabó dentro del desfile para marcarse unos pasos de baile como José Gabriel y Roger Gabriel, que vistieron disfraces típicos de los carnavales de República Dominicana. «Representan a dos diablos de la mitología taína. Nos los hace un primo de allí, pero traerlos aquí nos ha costado mucho dinero», confesaban.
Otro que le llevó su tiempo montar el traje fue Imanol Martín, que junto a su padre, habían hecho un disfraz del videojuego Warhammer con su casco y su máscara antigás. «Merece la pena verlos porque son de los que se lo curran. Llevamos unos días que parece la casa un taller de bricolaje y costura», decía el padre. Vestidos de SWAT –los antidisturbios yanquis– iban Bea y Diego. «Ayer íbamos de vikingos, pero este disfraz es más gracioso. Ya me ha confundido con la Policía alguna vecina», reía Bea.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión