Vitoria se entrega a su primera gran fiesta
Miles de personas desempolvan los disfraces para disfrutar de la primera celebración sin restricciones
Había muchísima sed de fiesta y la entrega fue total. Desde que el covid irrumpió en Vitoria hace justo dos años, las restricciones y también ... la precaución habían puesto coto a la diversión. Ayer, la ciudad se disfrazó de la añorada normalidad desde primera hora de la mañana y a mediodía se cotizaba muy caro un hueco en las terrazas donde más pegaba el sol. «A este paso igual tenemos que ir a comer a El Boulevard», lamentaba una hambrienta pareja en la zona de Lovaina que se había confiado y no había reservado mesa. «Parece mentira después de todo lo que nos ha tocado vivir y se nota que hay ganas», decía Carlos Rodríguez que caminaba por la calle Prado vestido de payaso. Y eso que aún no se había adentrado en el cogollo del jolgorio.
La decisión del Ayuntamiento de alejar el desfile del centro de la ciudad desperdigó por la tarde-noche a la gente por todo el centro. En la plaza de España, las familias bailaban al ritmo de la difunta Raffaella Carra y en el acceso a la 'Cuchi' se concentraban desde las seis los más jóvenes. Precisamente, la cuesta de San Francisco volvió a ebullir igual que cuando el covid parecía una cuestión de ciencia ficción.
Pero el desfile volvió a ser el principal acto con 23 comparsas y 4.734 participantes. Fue extremadamente puntual y cuando el reloj marcaba las seis empezó a sonar a todo trapo el 'Don't Go Yet' de Camilla Cabello –la más repetida de toda la jornada– entre la Avenida de Santiago y José Mardones. La carroza circense del colegio Urkide fue la primera en estrenar la coreografía y tantas eran las ansias de mambo entre los asistentes que lo agradecieron con aplausos. Hasta algunos conductores que se habían quedado atrapados se lo tomaron con filosofía. «¿Qué le vamos a hacer? Tenía que haber estado más listo», le comentaba un automovilista a un agente de la Policía Local. Tal vez no era consciente en ese momento que le esperaba más de una hora de espera.
Sobre contenedores
No hubo codazos por ocupar las primeras filas en el trayecto de dos kilómetros, aunque las aceras eran estrechas y si además había terrazas se hacía casi imposible circular. La gente aprovechó los desniveles en la zona de Los Herrán, la rotonda junto al centro cívico Iparralde o encima de los contenedores de la basura para disfrutar del espectáculos de unas comparsas donde las mascarillas fueron mayoritarias. Entre el público no había tantos tapabocas y muchos aprovechaban para echar un trago mientras se rompían con una versión dance de 'Juego de Tronos' o la pegadiza canción de la Fórmula Abierta de la primera edición de Operación Triunfo.
La decisión de sacar el desfile del centro desperdigó a la gente por distintos puntos
«Nos hace tanta ilusión a los mayores como a los niños. Pensábamos que iba a haber mucha más gente, pero se pueden respetar las distancias hasta cierto punto», reconocía Maribel Martínez ataviada con una peluca azul junto a unas amigas y sus hijos que iban vestidos de los cacos de 'La Casa de Papel'. También se vio gente de 'El Juego del Calamar' o 'Mandalorian', pero los clásicos –vaqueros, mafiosos o animales– volvieron a ser los más repetidos.
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Revive el desfile del Carnaval de Vitoria
«Soy un friki de 'Spiderman', aunque la última no me ha gustado mucho», decía Aitor Marín, de 19 años, que reconocía que su disfraz llevaba tiempo esperando en el armario y dispuesto a «darlo todo» en su primer carnaval con mayoría de edad. «Que nadie me espere despierto», bromeaba.
Las terrazas estuvieron muy demandadas a mediodía y el Cascoebulló por la noche
«Arriba las manos. Esto es un atraco. Vine a robar la tristeza», se desgañitaban los 138 mariachis que formaban parte de la comparsa de Ariznabarra en la primera fiesta popular desde el Carnaval de 2020, precisamente. Todas esas ganas de celebración que han quedado suspendidas o limitadas desde entonces, se acumularon y explotaron ayer. Pero muchos no pueden olvidar todo lo vivido. De ahí que Maite, vecina del barrio de El Pilar, se disfrazase de enfermera como «homenaje por lo mucho y bien que han trabajado en Osakidetza». «¿Y yo de qué trabajo? Estoy en paro», contestaba. La carroza de la comparsa Errekatxiki-Santa Lucía también fue reivindicativa y mostró mensajes a favor de la lucha feminista ('Nos queremos vivas, libres y seguras') vestidas de la película sobre la heroína vikinga Brave y que danzaron al ritmo de las ahora tan populares Tanxugueiras.
'La Gran Familia de Wally' de Marianistas fue una de las más bailongas con el 'Don't Stop Me Now' de Queen que hizo que algunos de los más veteranos se desmelenasen y con una carroza 'top' que demuestra que alguno ha aprovechado los dos años de pandemia para sacarse un postgrado en bricolaje.
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Irreconocibles
El disfraz junto a la mascarilla hacía irreconocibles a muchos y la vergüenza del mal bailarín desapareció. «Si te digo que trabajo en la ventanilla de una sucursal bancaria igual no te lo crees», comentaba un pirata irreconocible. «Cállate Manu, que al final te van a descubrir», le recriminaba su mujer entre risas.
«Nos hace tanta ilusión a los mayores como a los niños», destacaban los padres junto a los niños
Porque ayer se disfrazó casi todo el mundo. Desde perros aspirantes a dragón o bailarina de ballet –con tutú incluido– hasta bebés con el carrito tuneado que se convirtieron en modelos para Instagram y el WhatsApp de los abuelos.
A Sergio Rosinos, por ejemplo, se le veía a distancia. Iba de globo aerostático para ganar el concurso de disfraces de la cuadrilla. Su pareja había encontrado el ejemplo en internet y parecía mucho más sencillo de lo que finalmente ha resultado. También destacaba sobre el resto Isidoro Hernández y no sólo por sus dos metros de altura. Porque se había esforzado para diseñar un disfraz de fauno que utilizó en 2020 y que merecía la pena aprovechar una vez más.
Un improvisado disfraz de 'No a la Guerra' en Ucrania
Vladimir Putin ordenó el jueves de madrugada el ataque del Ejército ruso a Ucrania y, a partir de entonces, se han desencadenado las malas noticias. Txotxe Calvo improvisó a partir de entonces un simplísimo disfraz que llamó la atención en el recorrido. Un mono blanco, dos caretas y una cartulina colgada de un cordel negro con el mensaje 'No a la Guerra'. «Creo que, aunque estemos en un día de fiesta, hay gente que no lo está pasando tan bien lejos de Vitoria. No puede ser que a estas alturas de la historia, y después de todo lo que ha sucedido últimamente, sigamos viendo estas cosas. Hay que disfrutar de la vida», reivindicaba junto a otro compañero en la vieja estación de autobuses de la calle Los Herrán.
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