«El Guggenheim Bilbao se hizo en titanio de milagro»
El arquitecto confesó hace unos años que su experiencia en la capital vizcaína fue lo «más maravilloso» que le pasó en su carrera. Entrevistado en 2022 en su estudio de Los Ángeles
Mercedes Gallego
Viernes, 5 de diciembre 2025, 20:52
Hay cosas que uno cree dejar atrás pero que marcan para siempre. En 1998, cuando le preguntaron a Frank Gehry por la influencia que tendría ... en su futura arquitectura un edificio con tanta personalidad como el Guggenheim de Bilbao, el arquitecto le restó importancia. El museo celebraba su primer aniversario, pero él ya lo había dejado atrás, decía, «por la propia naturaleza del trabajo arquitectónico».
«Verás, a un arquitecto le lleva cinco años desarrollar un proyecto, así que para entonces él ya estaba trabajando en otro y ese le quedaba un poquito atrás», explica su mano derecha, Meaghan Lloyd, jefa del estudio de Los Ángeles, donde se lleva a cabo esta entrevista. «Siete», le corrige él.
Pero los dos se equivocan. Bilbao no se olvida ni en cinco, ni en siete, ni en veinticinco. En el Universo Gehry, Bilbao siempre ha tenido un lugar prominente, como en su memoria. Nació en Toronto en 1929 y cumplirá los 94 en unos meses. Está en ese sagrado momento de la vida que algunos llamarían el atardecer de un genio, pero que en realidad tiene la quietud de la madrugada. Ese momento sacro de la vigilia en el que se oye hasta el crujido de la madera y, sobre todo, lo que habla por dentro.
Habla el niño herido, que nunca tuvo el reconocimiento de su padre, aunque le sobre el del mundo. El triunfador agradecido que insta a los niños desfavorecidos a que exploren su creatividad, consciente del partido que le sacó a la ferretería familiar en la que su madre le dejaba jugar. Habla el genio al que Bilbao nunca dio la opción de construir otro edificio para integrar al Guggenheim en la transformación de la ciudad, que en su visión hubiera sido mucho más armoniosa que un mosaico de obras públicas. «Perdieron esa oportunidad», lamenta sin acritud. Habla también el artista menospreciado –«Serra dijo que mi edificio era una basura, ¿te puedes creer?»–. Y habla el sabio, con la perspectiva que da el tiempo: «Qué más da, a estas alturas, qué más da».
Sigue siendo un Peter Pan incorregible, que viste vaqueros, camiseta negra y deportivas, como el uniforme de Steve Jobs. No ha perdido las ganas de trabajar, ni de viajar. Su mujer, Berta, una panameña de 78 años, directora de finanzas del estudio, explora las rutas de trenes turísticos en España para organizar sus próximas vacaciones.
– ¿Qué es lo que cree que disparó el Guggenheim de Bilbao?
– La gente de Bilbao. Tienen muy claro lo que quieren. Me encantó trabajar con ellos porque nunca sentí que tuviera que escribir un contrato ni nada parecido. Simplemente, confiamos los unos en los otros. Nos conocimos de verdad. Eso era algo que nunca había experimentado, es la experiencia más maravillosa de mi vida. ¡Y siguen invitándome a ir! Bilbao es uno de mis lugares favoritos. Me encanta salir a cenar con ellos y tomarme un txakoli y… ¿Cómo se llama ese pescado que tanto me gusta?, pregunta a su mano derecha. «¡Bacalao!», repite triunfante.
– ¿Era usted consciente de que transformaría la ciudad de una forma tan radical?
– No, en absoluto. Yo era amigo de Chillida, me encantaba, pero a su mujer no le caía bien. Él llegó a escribir que 'mataran' al arquitecto americano. A mí no me importó, sé que intentaba proteger a su país. Era un genio de escultor, simplemente no entendía que yo intentaba hacer algo nuevo.
– Precisamente ese es su mérito. Hasta ese momento en España dominaba una arquitectura muy clásica y usted llegó con un aire nuevo que cambió la forma en la que las autoridades invertían en edificios. ¿Fue difícil que comprendieran su propuesta?
– Bueno, mi cliente era Thomas (Krens, director de la Fundación Guggenheim). Él y yo nos entendíamos perfectamente. Y ya sabe, lo construimos por cien millones de dólares. Cualquier otra cosa era más cara. El puente de Calatrava fue mucho más caro.
– Usted ha dicho que el 98% de lo que se construye hoy es una «pura mierda». ¿Por qué cree que nuestra sociedad se conforma con tanta mediocridad?
– Porque cuando yo lo estaba haciendo todos pensaban que tenía el ego más grande del mundo, y no es verdad. Lo que yo intentaba era expresar los tiempos. El postmodernismo es estático. Pasamos por un período en los años 30 y 40 en el que empezamos a hacer coches que se movían a gran rapidez y todo empezó a moverse. Ya no era estático como las Beaux Arts. Recuerdo haber dicho en una charla que estaba enfadado con mis correligionarios por convertirse en postmodernistas, por mirar atrás. No sé por qué, dije que 300 millones de años antes que el hombre existía el pez en movimiento. Así que tomé nota, empecé a mirarme a mí mismo y busqué la tecnología para poder hacerlo. Si tienes una caja y la forma de un pescado, dirías que es más caro de construir esto último, pero, si yo me las arreglo para construirlo por el mismo precio, ¿qué?
– Esa ha sido otra de sus contribuciones a la arquitectura.
– Para mí era obvio que, si se podían construir aviones y coches con curvas, se podían hacer otras cosas sin que resultara demasiado caro.
– Un cuarto de siglo después, ¿qué sería diferente si tuviera que hacerlo de nuevo?
– No sé, el sentido del movimiento fue lo más grande que pude crear, es lo que da sentimiento a los materiales inertes.
– Pues se convirtió en una profecía, porque la ciudad empezó a moverse.
– Ja, ja, sí, así es. No estoy en contra de construir cajas, pero lo que yo quería era encontrar una forma que fuera coherente con los tiempos en los que vivimos, que cambian rápidamente. De hecho, yo probablemente esté ya casi obsoleto.
– ¿Ve usted sus edificios convirtiéndose en algo icónico con el paso de los siglos, como la Torre Eiffel o el Empire State?
– No, esa no es la razón por la que los hago, eso me avergonzaría.
– Pero ciertamente están pensados para permanecer en la memoria colectiva de la humanidad.
– No hay duda de que conectamos con algo, una humanidad de algún tipo que en Bilbao era diferente. Y creo que es por el momento en que llegué y por la situación que se vivía en Bilbao.
– Usted pasó mucho tiempo estudiando el pasado de Bilbao.
– Sí, leí mucho de ello y hablé con otra gente. Todavía estoy muy impresionado con los vascos. No sé si tengo razón, pero creo que allí estaba pasando algo que no ocurría en Nueva York ni en Los Ángeles.
– ¿A qué se refiere exactamente, qué es lo que sintió?
– Es el estatus de lo que estaba ocurriendo en el mundo del arte. Tiene que ver con que Rauschenberg, Jasper Johns, Claes Oldenburg y otros amigos míos estaban mirando al mundo de forma diferente. Y creo que Tom Krens es un genio, un extraño genio que tuvo una visión.
– Usted llegó a pensar en comprarse una casa en Mundaka. De haberlo hecho, ¿tendría ahora Bilbao una colección de sus edificios, cómo tiene Los Ángeles?
– Bueno, como le dije antes, no me han vuelto a llamar para hacer ningún otro edificio y han pasado 25 años, ¿no es así? Podían haber cogido el teléfono. Debe de haber alguna razón por la que no quieren dos Frank Gehry.
– Y como usted pregunta a los niños: ¿qué diez cosas quitaría o pondría en Bilbao?
– ¿Quitar? Nunca pienso de esa manera. Lo que me gustaría es hacer más edificios, pero como ellos no quieren... A mí siempre me habría gustado que la Universidad, la ría y los puentes se unieran al distrito cultural que está al otro lado de la propia ría.
– ¿Integrarla en la órbita del Guggenheim, como ha hecho con los alrededores del Walt Disney Concert Hall en Los Ángeles? Allí ha logrado un espacio mágico. Desde cualquier ventana del Hotel Grand hay una vista privilegiada del Concert Hall. Los edificios adyacentes lo abrazan y parecen rendirle culto en comunión con la naturaleza.
– Sí, pero eso no ocurrió por accidente. Tuve mucho cuidado de que fuera así. Yo hice la plaza y medí todo en relación con la escala del pabellón de conciertos. Los edificios comerciales no hacen eso.
«Bilbao se hizo en titanio de milagro. Coincidió que los rusos soltaron en el mercado una gran cantidad y los precios bajaron. En Bilbao ese tiempo gris de lluvia fina hace que el titanio parezca oro, se suaviza. Es un milagro que descubrí por accidente»
– Leí que ellos querían que se hiciera en titanio, como el de Bilbao, mientras que usted lo quería en piedra blanca. ¿Se convirtió Bilbao en un lastre a la hora de crear otros proyectos, porque todo el mundo quería un Guggenheim?
– El Walt Disney Concert Hall no es de titanio, es de acero inoxidable. El titanio allí no hubiera funcionado. La gente va a las salas de conciertos por la noche y un edificio de metal es muy difícil de iluminar. Parece un frigorífico barato de casa. Por eso yo quería la piedra, para que por las noches reflejase la luz ambiental y creara un ambiente suave sin tener que iluminarla por sí misma. Bilbao se hizo en titanio de milagro. Coincidió que los rusos soltaron en el mercado una gran cantidad de titanio y los precios bajaron. En Bilbao ese tiempo gris de lluvia fina hace que el titanio parezca oro, se suaviza. Es un milagro que descubrí por accidente, pero Los Ángeles no es Bilbao. Ahora que hemos construido otros edificios al otro lado de la calle habrá luz que se reflejará en Disney y mejorará su personalidad.
– ¿Hay algo que quisiera mejorar de Bilbao, mirando hacia atrás?
– El programa sería diferente.
– ¿El programa cultural?
– Bueno, las galerías, que son mayormente muy tradicionales, excepto por una grande que iba a ser diferente y que el señor Serra me lo impidió. Rauschenberg tuvo una exposición allí y me dijo que entendía perfectamente lo que había ocurrido. Él sabía lo que yo intentaba hacer, pero la mayoría de la gente no. Supongo que Serra sí.
– Mi padre también tiene 93 años, como usted. Yo le rindo reverencia a la gente tan mayor, porque creo que con la madurez llega un tipo especial de sabiduría.
– Ah, sí, ¡soy un tipo muy listo, ja ja!
– Bueno, no hay duda de que lo es. Muy poca gente llega al final de su vida con el respeto unánime de su gremio, aunque el éxito le llegara tarde. ¿Está usted satisfecho con lo que ha logrado?¿Hay algo que le gustaría que fuera diferente?
– Bueno, mi padre pensaba que yo nunca llegaría a nada. Se murió sin saberlo, sin verme triunfar. Eso me parece terrible. Siento mucho que no lo pudiera ver. Sé que lo habría disfrutado. Yo trato de darles a mis hijos la libertad de que sean lo que quieran ser.
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