Semos la capital
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No es que sea un tiquismiquis, pero diríase que los actos programados transmiten un aire de fiestas de pueblo, más que la conmemoración solemne de una efeméride de tanta relevanciaSecciones
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No es que sea un tiquismiquis, pero diríase que los actos programados transmiten un aire de fiestas de pueblo, más que la conmemoración solemne de una efeméride de tanta relevanciaVitoria se vistió el viernes de gala para conmemorar los cuarenta y cinco años de capitalidad de la comunidad autónoma del País Vasco. He consultado ... la clasificación cronológica, y así como las bodas de plata se celebran a los veinticinco años, las de oro a los cincuenta y las de brillantes a los setenta y cinco años, las que conmemoran los cuarenta y cinco años se denominan de zafiro.
Dice la internet que el zafiro se ha asociado con la buena suerte desde el inicio de las civilizaciones antiguas y los antiguos griegos creían que invocaba el favor de los dioses; que protege la castidad de las vírgenes y también a los viajeros.
Así que, amparados por la diosa fortuna, nuestro nunca bien ponderado Ayuntamiento puso a trabajar a sus técnicos de programación cultural con el encargo de la celebración del cuadragésimo quinto cumpleaños capitalino. Y, visto lo visto, la única instrucción que se les facilitó fue la de las tres BBB: bueno, bonito y barato.
Siguiendo instrucciones, los programadores se soltaron el pelo y sacaron a los gigantes y cabezudos a la calle en alegre kalejira. Mientras, la banda municipal interpretó unas piezas desde los balcones de la casa consistorial. Paralelamente, mil doscientos pintxos elaborados por los hosteleros de la zona se distribuían entre otros tantos degustadores amateurs, siguiendo aquel refrán que nos recuerda que más judíos hizo cristianos el tocino y el jamón que la santa Inquisición. Gratis et amore, por supuesto.
Haciendo de la necesidad virtud, los técnicos de programación podían haber aprovechado el festejo para organizar un festival internacional de deporte rural vasco, y poner así coto al asilvestramiento de nuestros jardines. Una competición de segalaris hubiera aliviado la presión de los matorrales en lugares como Mendizorrotza y Gamarra, ahora que se abren las instalaciones en temporada de verano.
No es que sea un tiquismiquis, pero diríase que los actos programados transmiten un aire de fiestas de pueblo, más que la conmemoración solemne de una efeméride de tanta relevancia.
Pero, ya metidos en una faena tan costumbrista y lúdico-festiva, quizás echamos a faltar una verbena en el parque de La Florida, una zarzuela en el Teatro Principal o la tómbola Antojitos y la caseta del Tiro Villa en Mendizabala. Hasta un campeonato mundial de patatas fritas hubiera encontrado su hueco entre el variopinto programa de actividades. O, ya venidos arriba, hasta un bingo en la plaza de los Fueros hubiera hecho las delicias del público, una vez ingeridos los tentempiés.
He de reconocer que esto de la distribución gratuita de comida nunca me ha parecido recomendable. Recuerdo aquella ocasión en la que un reparto de chuchitos en la plaza de la Virgen Blanca estuvo a punto de provocar una estampida y posterior aplastamiento ante la vehemencia de los solicitantes. Por eso, en ocasiones venideras podría sustituirse el reparto de comida por un ayuno intermitente, mucho más en línea con las nuevas tendencias de prácticas saludables.
Creo que el modo en que celebras un acontecimiento define perfectamente las cualidades de aquello que conmemoras. Por eso, celebrar la capitalidad con una programación tan 'sui generis', más propia de una romería que de una conmemoración de la capitalidad en pleno siglo XXI, viene a ser una suerte de oxímoron.
Sólo faltó un pasodoble para cuadrar el círculo de la capitalidad y rematar una programación tan simple, roma y achatada, que no deja de poner en solfa nuestra condición de capital provisional de Euskadi.
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