Muere Unai Rodríguez tras más de dos años de lucha contra la ELA
El joven vecino de Santa Cruz de Campezo colaboró con EL CORREO en un reportaje sobre la enfermedad
Helena Rodríguez
Viernes, 27 de enero 2023, 11:02
Unai Rodríguez Morales se ha ido con tan solo 36 años de edad. Demasiado joven sin duda, pero a la enfermedad que se lo ha llevado eso no le ha importando. Nunca lo hace en realidad. La noticia de su muerte sorprendía este viernes a los vecinos de Santa Cruz de Campezo, la localidad en la que residía, pero también a quienes habitan toda la comarca de la montaña alavesa. Unai era un tipo conocido y muy querido con el que la Esclerosis Lateral Amiotrófica no ha tenido piedad. Nunca la tiene esta patología, sin cura por el momento.
El anonimato de este muchacho se rompió el 21 de junio de 2020, día mundial de la ELA. Esa mañana en las páginas de EL CORREO y la web de este periódico dedicaban un extenso reportaje firmado por Fermín Apezteguia, a contar las historias de dos vascos que convivían con esa patología. Uno de ellos era Unai Rodríguez, que entonces contaba con 34 años de edad.
Siempre esperanzado, era consciente de que el avance del mal que padecía era imparable. Le fue mermando poco a poco todas sus capacidades aunque él le plantaba cara con su mejor ánimo y proclamaba que no le iba a «impedir soñar». Abierto y jovial, era muy conocido en el entorno de su localidad y su comarca por haber trabajado en una estación de servicio. Allí fue donde le sorprendió el primer síntoma. Un día, mientras trabajaba, se cayó de lo alto de la cisterna de su camión. El golpe fue tremendo y le dañó dos cervicales. Los médicos lo vieron muy complicado y le advirtieron de que quizás tendría que usar una silla de ruedas durante el resto de su vida. Pero él, alavés de la montaña y animoso por naturaleza, se recuperó y volvió a caminar.
Todo parecía volver a la normalidad hasta que una helada mañana de 2019 sufrió una segunda caída. Médicos, hospitales, pruebas y más pruebas hasta que se confirmó uno de los peores diagnósticos posibles. La ELA mostraba su la cara y daba un vuelco a su vida y la de los suyos.
El txoko y los coches
Todos se familiarizaron con el nombre y las futuras consecuencias de un problema neurodegenerativo, irreversible y mortal que afecta a la médula espinal y a las células nerviosas del cerebro, que poco a poco van dejando de transmitir mensajes a los músculos. «La debilidad muscular llega al extremo de que se pierde la movilidad y el habla; y el paciente acaba, únicamente, controlando su pensamiento. En medio de la quietud, continúa la consciencia», describía entonces Fermín Apezteguia en su reportaje. Contaba que Unai echaba ya entonces de menos el txoko donde cocinaba muchas veces para esos amigos que estos días lloran por 'Txikote', como le llamaban cariñosamente. También conducir porque los coches y los rallies siempre fueron su pasión.
Acompañado por su hermano, su cuidador, Aduris y 'Kobid', un perro ratonero de Praga que nació en pleno confinamiento aseguraba no temer ni siquiera a la muerte. «Pensar en ella sólo resta minutos de vida. Yo quiero vivir cada día plenamente, hasta el último». Que así haya sido.