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Poco tiempo después de ser inaugurada, la iglesia bilbaína de San Nicolás acogió el bautismo de un adulto el 14 de junio de 1757. Se ... trataba de Nicolás Felipe Chone Hybner, un platero berlinés que se acababa de convertir del protestantismo al catolicismo para establecerse en Bizkaia con el consentimiento de la Diputación para ejercer su oficio. Poco más de un año después, el 24 de agosto de 1758, el artesano alemán contrajo matrimonio en la iglesia de San Antón con María Antonia Acha Aguirre, hermana del platero Fernando Acha. Pero todo se torció cuando quiso regularizar la apertura de su taller en Bilbao. Entonces, y a instancias de otros plateros, el Ayuntamiento quiso impedírselo con un obstáculo legal: le exigió que certificase su limpieza de sangre, so pena de ser expulsado de la villa y del Señorío en caso de no hacerlo.
Tal y como explica Raquel Cilla López en su estudio 'Investigación y puesta en valor de la platería antigua en Bizkaia', a mediados del siglo XVIII los plateros bilbaínos formaban una cofradía que se regía por unas ordenanzas establecidas en 1746. Su primer capítulo determinaba que «ninguna persona pudiera ejercer el oficio de platero sin estar aprobado por el examinador municipal». En el siguiente punto, se añadía «que para poder examinarse y abrir tienda era preciso pagar las correspondientes tasas del ayunyamiento y otros gastos de la Hermandad, que se entregaban al mayordomo. Pero para poder acceder al examen, lo primero que tenían que demostrar era la limpieza de sangre, según las leyes del Fuero de Bizkaia, y ser vecino de la Villa». Los artífices extranjeros debían pasar por los mismos trámites.
En 1759 Nicolás Felipe Chone solicitó al Ayuntamiento permiso para poder vivir y abrir tienda en Bilbao, donde en la práctica ya se había establecido. En su petición, se presentó como «natural de la Ziudad de Berlín, Corte del Reyno de Prusia». Declaraba ser «christiano católico apostólico romano bauptizado con lizenzia del Ylustrísimo señor obispo de este obispado de Calahorra y la Calzada en la Yglesia Parroquial de San Nicolás de ella» y casado con «María Antonia de Acha y Aguirre, natural de la anteiglesia de Aracaldo y al presente ambos residentes en esta Noble villa de Bilbao». Añadía que para poder desempeñar su «oficio y exercicio de artifize platero» la Diputación le había concedido el 23 de abril «lizenzia para vivir y trabajar en este dicho Señorío» con su mujer y familia.
Moros en Prusia
La respuesta municipal no fue la que seguramente esperaba Chone. El síndico procurador general de la villa, Jacinto de Uría Nafarrondo, dictó que «los señores del Ayuntamiento no deben dar al pretendiente la lizenzia y facultad que pide» hasta que «haga constar de su genealogía y pureza de sangre en conformidad a lo expresamene prebenido por fuero y carta de unión de este referido noble señorío con sus villas y Ziudad y ordenanza de esta Noble villa». Destacaba el dictamen que el origen del solicitante era sospechoso, por ser «resién combertido, que no se sabe si es desendiente de judíos, moros o herejes, que de todos estos linajes pareze hay en el Reyno de Prusia de donde dize ser natural».
Chone, que ya debía de tener su taller en funcionamiento en Bilbao, seguramente en la planta baja de su casa, como era habitual entre los plateros, persistió «con la más reverente sumisión» en su empeño. Su solicitud fue discutida y rechazada por lo menos en tres reuniones del Ayuntamiento. El mencionado síndico insistió en que la licencia concedida por la Diputación era «directamente contraria y opuesta a las leyes 13 y 14 título primero de los fueros de este muy noble y muy leal señorío» y a las ordenanzas de la propia villa.
Nicolás Chone y su mujer tuvieron dos hijos, José Mauricio y María Ramona, ambos bautizados en San Antón en 1760 y 1762, respectivamente. Como era habitual entre los plateros bilbaínos, Chone simultaneó su actividad con otros negocios y en 1771 se vio envuelto en un pleito en cuya documentación aparece citado como «vecino comerciante de esta villa».
En favor del artesano, el abogado Juan José de Galarza argumentó que, a pesar de esas normas, «hemos visto practicar todo lo contrario en los muchos recién combertidos que han vivido y actualmente viven en esta dicha villa manteniéndose en ella a benefizio de sus respectivos oficios e inteligencias, a quienes ha admitido la piedad y zelo de esta noble villa del servizio de Dios y propagasión de nuestra santa fe sin haver precedido información alguna de su linage y genealogía».
Añadía este licenciado que «si los recién combertidos a nuestra fe Cathólica no encuentran abrigo alguno en ella, y en lugar de darles fomento y buen trato para que se conserben se les estrecha, se hace mui peligrosa su perseberancia y se abentura mucho el logro de la utilidad pública en la propagación de nuestra cathólica religión a que todos debemos contribuir por el servicio de Dios nuestro Señor». En consecuencia, «me parece que esta noble villa debe dar al dicho pretendiente la lizenzia que pide».
Por fin, vistos todos los memoriales, alegaciones y protestas presentados por todas las partes, el alcalde y juez ordinario de la villa, José Manuel de Villabaso, dictó el 6 de agosto de 1759 un auto por el que ordenaba que no se le impidiese «al mencionado Felipe Chone vivir y morar en esta expresada villa, abrir tienda pública y ejercer su oficio por ahora, quedando con el cuidado y obligación de hacer la justificación que tiene ofrecida, y de presentarla cuando se le ordenare».
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